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Anatomía de Twitter
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La hija del camino

Junto a los devotos del napalm y la lejía, en la red se esconden historias llenas de humanidad y esperanza

Una mujer que viajaba en una patera tras ser rescatada por el buque Guardamar de Salvamento Marítimo el 25 de octubre cerca de Canarias.
Una mujer que viajaba en una patera tras ser rescatada por el buque Guardamar de Salvamento Marítimo el 25 de octubre cerca de Canarias.Quique Curbelo (EFE)

Hay muchas maneras de abrir Twitter por las mañanas. Una de ellas, muy nuestra, para qué nos vamos a engañar, es la de buscar argumentos y, si hay suerte, insultos más o menos ingeniosos con los que triunfar a la hora del café de media mañana. No es difícil. Uno va al apartado “tendencias” y ahí los responsables de la red social suelen reunir, a modo de escaparate, un buen surtido de casquería fina. Ayer triunfaba la etiqueta “Federico”, y el asunto no iba precisamente de poesía.

Al veterano locutor Jiménez Losantos —antiguo paladín de la teoría de la conspiración—, le había dado por llamar “bebelejías” a los dirigentes de Vox que están contra la vacunación obligatoria. Qué escándalo y qué traición para una buena parte de su audiencia, aquella que vibraba cuando llamaba “maricomplejines” a Mariano Rajoy o “derechita cobarde” a Pablo Casado cada vez que hacían el gesto —solo el gesto, tampoco hay que exagerar— de convertir al Partido Popular en un partido de centroderecha.

Hay pues un usuario de Twitter al que, como a Robert Duvall en Apocalypse Now, le encanta el olor a napalm por las mañanas. Pero hay también otro tipo de perfil en Twitter. No es el mayoritario, pero qué más da, con que exista es suficiente. Se trata de aquel tuitero que es capaz de bucear en la red y encontrar una buena historia. Pongamos por caso, la historia de Fátima.

Fátima es una niña de 19 meses que nació en Orán (Argelia) durante el viaje que su madre hizo desde Camerún hasta España, o lo que es lo mismo, más de 4.000 kilómetros desde el centro de África, sorteando todo tipo de peligros, incluida una travesía en patera desde las costas argelinas hasta Almería. Ahora vive junto a su madre en Montilla, provincia de Córdoba, acogida por una asociación que ayuda a mujeres migrantes y cuya directora se llama Auxiliadora.

La niña es noticia porque —atendiendo a una petición de la Fiscalía— el magistrado Francisco José Ortega Reyes ha acordado su inscripción en el Registro Civil. Es la primera vez que se reconoce el derecho a una identidad oficial a un menor migrante que no ha nacido en su país de origen ni en España, y que tampoco ha sido inscrito en su lugar de nacimiento. En un auto de una belleza y una humanidad conmovedora, el juez Ortega Reyes dice cosas como estas: “Si no se la inscribe, no ha existido, ni existe, ni existirá. No es nada en la realidad jurídica, menos incluso que cualquier otra realidad perceptible por los sentidos, como los bienes o los entes con personalidad jurídica, que no dejan de ser simples ficciones o ideaciones creadas por el ser humano”. Y añade: “Quien no es nadie para los demás nunca podrá ser reconocido como un igual (...). Nos encontramos ante una niña que está en un callejón sin salida: si no llega a ser inscrita en España, no le será reconocida su personalidad jurídica ni siquiera podrá retornar a ningún país”. Una niña que, como León el Africano, de Amin Maalouf, podría decir: “Soy hija del camino, caravana es mi patria, y mi vida la más inesperada travesía”.

Ahora, gracias a un fiscal y a un juez, esa travesía se ha llenado de esperanza. No duden de que habrá devotos del napalm y la lejía que acusarán al magistrado de buenista o incluso de incitar al efecto llamada. Pero tal vez sea una de las maneras de sentirse orgulloso de haber nacido a este lado del Estrecho. Basta escuchar las palabras de la madre: “Tenemos una historia muy triste, pero ahora España nos da una oportunidad”.


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