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Columna
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Lunática

Con su romántica romería espacial, Bezos evita enfangarse los pies en una superficie terrestre quemada, inundada, horadada por los clavos de los campamentos donde se aloja parte del personal logístico y repartidor de empresas como la suya

Jeff Bezos, tras su viaje al espacio.
Jeff Bezos, tras su viaje al espacio.Getty Images
Marta Sanz
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¿Recuerdan aquella imagen del Viaje a la luna de Georges Méliès? Carita antropomórfica de luna lunera con proyectil espacial clavado en ojo derecho. Dentro del balín, que deja tuerta a la luna, viaja Bezos, fundador de Amazon. Ni Verne ni Méliès calibraron el alcance de sus profecías. Quizá Bezos viaja a la luna para encontrarse con los gorditos satelitales de Wall-E. Quiere convertirla en Las Vegas o quizá prepara una invasión, pero con su romántica romería espacial —banda sonora: Chopin— evita enfangarse los pies en una superficie terrestre quemada, inundada, horadada por los clavos de los campamentos donde se aloja parte del personal logístico y repartidor de empresas como la suya. Bezos agradece a su plantilla y a su clientela haberle ayudado a ganar el dinero suficiente como para dar este gran paso y agigantar su imagen mítica: el hombre que apenas paga impuestos, listísimo, emprendedor, imaginativo, uno de los representantes de ese capitalismo, depredador y aparentemente imprescindible para el progreso, que nos regala sonrisas desde cada caja. Jorge Carrión escribió un libro imprescindible sobre el tema, Contra Amazon, reverso oscuro de su hermosísimo ensayo Librerías. Librerías independientes de todo el mundo se agrupan para contrarrestar los efectos caníbales de Amazon, la competencia desleal, el algoritmo frente a la educación de un dedicado gremio librero. Los tentáculos amazónicos no afectan solo a las pequeñas empresas culturales, sino al comercio todo: mercerías, jugueterías, ferreterías…

Luisgé Martín en su texto “Carne picada”, recogido en Conciencia de clase. Historias de las Comisiones Obreras. Volumen II, menciona las ferreterías. En esta iniciativa literaria de Comisiones, a la urgencia de que los sindicatos construyan una narración para revalorizar su historia, su necesidad presente y su futuro, se suma la revitalización de la cultura que deja de ser concebida como guarnición del filete o acompañamiento de las cosas verdaderamente serias de la vida y pasa a ocupar un espacio de intervención transformadora en el ámbito social. Unai Sordo, en la Semana Negra de Gijón, señaló que la idea de los victoriosos Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial es en parte un efecto del aluvión de relatos heroicos sobre sus hazañas bélicas. Dentro del proyecto sindical —artístico y propagandístico sin incompatibilidades—, Martín pone el dedo en la pupa labial de la sonrisa amazónica: Amazon se carga el comercio de proximidad y lo hace a costa de la explotación de trabajadores y trabajadoras que “llevan años denunciando la precariedad de su trabajo y el empeoramiento de las condiciones laborales en el almacén de San Fernando de Henares, el mayor de la compañía en España (…) El 4 de enero de 2019 (…) los trabajadores de Amazon hicieron una nueva huelga, secundada por más del 60%...”. Ahora nos acordamos del anuncio del trabajador cojo que encuentra su oportunidad laboral en la empresa de Bezos: hay relatos tolerados y otros no tan tolerados, relatos a los que somos permeables como a la lluvia fina y relatos reflectantes para corazones mucho más neoliberales de lo que creíamos. Los nuestros. Comisiones lo tiene difícil. A lo mejor ha llegado la hora de poner los pies en la tierra, reivindicar el valor de los sindicatos y sacarle a la luna, definitivamente, esa china que se la ha metido en el ojo.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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