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Jair Bolsonaro
Columna
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El bolsonarismo y su pasión mórbida por la Biblia

Jair Bolsonaro, que se había presentado como el Savonarola contra la corrupción alardeando que no existía en su Gobierno, hoy aparece desnudo sin saber dónde esconderse

Juan Arias
Jair Bolsonaro
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, en Brasilia, el pasado 29 de junio.EVARISTO SA (AFP)

En la Comisión del Senado de Brasil (CPI) que investiga los posibles crímenes cometidos por el presidente Jair Bolsonaro con motivo de la pandemia fue citada varias veces la Biblia. Son especialmente los defensores de Jair Bolsonaro quienes la usan como arma de defensa.

Ya Bolsonaro cuando era diputado defendió en el Congreso que el Estado es laico, pero que “Brasil es cristiano” y añadió: “Y al que no le guste que se vaya”.

Cuando fue elegido presidente, levantó en sus manos la Biblia junto con la Constitución. En su lema como jefe de Estado escogió la frase bíblica: “La verdad os hará libres” y añadió: “Dios por encima de todos”. Esa pasión por la Biblia del bolsonarismo además de mórbida resulta peligrosa porque se acerca al teocentrismo de algunos países islámicos involucrados con el terrorismo. Y nada resulta más peligroso que el uso de la Biblia como instrumento de violencia.

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Ya tuvo el Gobierno Bolsonaro un ministro de Educación que pretendía sustituir en las escuelas los libros de enseñanza por la Biblia. Lo que ignoran los bolsonaristas es que es justamente la Biblia y, sobre todo, el Nuevo Testamento quienes condenan la mentira que es uno de los elementos más usados por el bolsonarismo.

El capitán genocida nos tiene ya acostumbrados a usar a los niños para sus enseñanzas a favor de la violencia y de las armas. Durante su campaña electoral una foto viralizó y escandalizó. Fue cuando rodeado de seguidores tomó en sus brazos a una niña de cinco años y le enseñó a hacer con sus manos inocentes el gesto de disparar un revólver.

Es extraña esa pasión y simbolismo de usar a los niños en gestos relacionados con la violencia. Así ha sido días atrás su violencia moral llevada a cabo en su visita a Río Grande do Norte, con una niña y un niño de 10 años. A ella, que iba a recitar una poesía, le pidió que se quitara la máscara. Al niño, al que levantó en sus brazos, él mismo se la arrancó en medio a la gente exponiendo a ambos al peligro de contagio. Es difícil saber lo que esos dos gestos de violencia con esos niños podrán representar un día en sus vidas.

Lo que sí queda claro es que Bolsonaro hasta con los pequeños usa su fascinación por la violencia y la muerte. A sus tres hijos políticos les ha transmitido esa pasión desesperada por las armas y la muerte. Es impresionante, por ejemplo, una foto en la que aparecen él y sus tres hijos, Flavio, Eduardo y Carlos, imitando con las manos el gesto de disparar un arma mientras ríen a carcajadas.

Tras el nuevo escándalo de corrupción de las vacunas que está aterrorizando al presidente es visible su nerviosismo y su pavor de que pueda ser depuesto de su cargo. Él, que se había presentado como el Savonarola contra la corrupción alardeando que no existía en su Gobierno, hoy aparece desnudo sin saber dónde esconderse. Su única defensa es el ataque que a estas horas suena a falso y revela su debilidad más que su fuerza.

En las próximas manifestaciones de protesta convocadas para este sábado contra Bolsonaro y su política de muerte en la gestión de la pandemia deberían ser resaltados los escándalos de corrupción con las vacunas, considerado un crimen sin perdón porque ha costado muchas vidas, así como el gesto de violencia cometido con los niños a quienes desnudó de sus máscaras.

A Bolsonaro habría que recordarle que la única vez que Jesús pide la pena de muerte es contra quienes “escandalizan a un niño”. Es un pasaje que debería ser también resaltado en las manifestaciones. Esa página bíblica en la que Jesús pide la pena de muerte para quien escandalice a un niño explica que más le valdría que “le pusieran al cuello una rueda de molino y lo arrojaran al mar”.

En las manifestaciones volverá a exigir la salida de Bolsonaro del poder debido a los escándalos de corrupción de la compra de vacunas. Hay quien pide para él la pena de prisión. Pero si es grave el crimen de corrupción, no lo es menos el gesto violento de arrancar la máscara de la cara de un niño inocente.

La Iglesia desde sus orígenes dio una importancia especial a ese pasaje de los Evangelios canónicos en el que Jesús pide la pena de muerte para quien provoque escándalo a un niño. Esa afirmación tan dura debió haber impresionado tanto a los primeros cristianos que aparece en tres de los evangelios canónicos señal que había sido uno de los episodios de la vida de Jesús que más habían chocado a las primeras comunidades de sus seguidores.

Si no existe perdón para los buitres que se nutren con la carroña de la corrupción de las vacunas tampoco debe haberlo para quien escandaliza y corrompe a un niño. Que no lo olviden ni la CPI ni el Supremo ya que el Congreso parece con los oídos sordos al grito de la calle que pide “¡Fuera, Bolsonaro!”.

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