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COLUMNA
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‘Yellow Day’

Iniciativas como la del Instituto de Boñar suponen un ejemplo y la demostración de que con voluntad e ideas la educación hace más por la literatura que todos los planes del Ministerio

Julio Llamazares
El embalse del Porma, donde transcurre la ruta literaria.
El embalse del Porma, donde transcurre la ruta literaria.

Parece ser que el 20 de junio, o sea, mañana, está considerado por los psicólogos y por los estudiosos de nuestro comportamiento el mejor día del año, tanto como para haberlo declarado, con el nombre de Yellow Day (estas cosas vienen siempre del mundo anglosajón), el más feliz de todos para los que vivimos en el hemisferio norte. Se basan para ello los psicólogos en la climatología (en vísperas del verano, el tiempo suele ser bueno, sin el calor que vendrá después) pero también en las horas de luz, que son las mayores de todo el año y, cómo no, en la proximidad de las vacaciones. El Yellow Day se convierte así en la cara opuesta del Blue Monday, que se corresponde con el tercer lunes de enero y al que se considera el día más triste por las razones opuestas a las que hacen del Yellow Day el mejor, incluso con el Black Friday, que a finales de noviembre marca el momento de menor consumo, por lo que los comerciantes, que saben cómo darle la vuelta a todo, lo han convertido en el más rentable a base de bajar los precios. Si había días libres en los que no tener que celebrar ningún acontecimiento llega el Yellow Day, que pronto se pondrá de moda y, por supuesto, se convertirá en negocio. Ya se celebra, de hecho, en algunos lugares regalando flores amarillas, desde narcisos a girasoles o rosas.

En España no se ha puesto de moda todavía, pero, dado que este año cae en domingo, muchos lo celebrarán sin saberlo disfrutando de la playa o de la naturaleza o paseando por sus ciudades y más después de los meses de confinamiento obligado a causa de la pandemia de la covid. Yo, por mi parte, lo haré recorriendo la ruta que un instituto de mi provincia inaugura hoy por los paisajes de una novela mía que da voz a los vecinos de los pueblos que el embalse del Porma sumergió y en uno de los cuales nací también. Que sean los profesores y los alumnos de un instituto me lleva a contarlo, no la vanidad de autor, pues en tiempos como estos en los que tanto se pone en duda el valor de la educación e interesadamente por muchos el de la enseñanza pública, empresas como la del Instituto de Boñar, el más pequeño de la provincia por la despoblación y el envejecimiento que asolan la zona, son dignas de ser resaltadas, pues suponen un ejemplo y la demostración de que con voluntad e ideas la educación hace más por la literatura que todos los planes del Ministerio y todas las campañas de publicidad. Convertir un libro en paisaje e integrar en él a los personajes en forma de siluetas (la tecnología así lo permite) es lo que han hecho los profesores de ese instituto en colaboración con sus alumnos, que han entendido así que la literatura no es algo ajeno a su realidad y que la lectura no tiene por qué ser aburrida, al revés. Como escritor nunca agradeceré bastante a los que han ideado esa ruta y a los que han colaborado a su creación (el Ayuntamiento de Boñar) y no solo porque la fuente de inspiración sea una novela mía, sino por el reconocimiento que supone para mis antepasados, que tuvieron que abandonar su paisaje y sus vidas para que otros se beneficiaran de ellos. Yo sí que puedo decir que hoy es el mejor día del año aunque llueva.

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