_
_
_
_
COLUMNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Amartya Sen, tres niños y una flauta

Los críos necesitan adquirir capacidades que les permitan ejercer sus derechos, orientarse en el ruido premeditado y una educación

Máriam Martínez-Bascuñán
Amartya Sen
DEL HAMBRE
Más información
Amartya Sen: “La desigualdad erosiona las ventajas de las democracias”

Anne, Bob y Carla son tres niños que disputan una flauta. Anne dice que debería ser suya, pues solo ella sabe tocarla. Bob, el más pobre, argumenta que la merece más porque, a diferencia de sus dos amigas, él no tiene juguetes. Carla tiene también un argumento poderoso: ha construido la flauta con sus manos, y debería ser su legítima dueña. El dilema que plantea la escena muestra por qué necesitamos una teoría sobre la justicia, o así lo cree el último premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, Amartya Sen. La decisión sobre quién merece la flauta apunta a tres sentidos diferentes de la justicia, todos perfectamente imparciales y, sin embargo, en conflicto. ¿Queremos una sociedad que busque la realización humana, la eliminación de la pobreza, o salvaguardar el derecho a disfrutar del trabajo que hacemos?

El autor de La idea de la justicia defiende que los derechos tienen más que ver con el hacer que con el tener. La justicia vela por que podamos hacer cosas, y las oportunidades se refieren más a la capacidad para hacerlas que a aquello que poseemos. Al final, todo repercute en la autoestima, y por eso no solo es importante velar por lo que tenemos sino por cómo somos tratados. Sabemos, además, que las oportunidades educativas nos capacitan de diferente manera. Lo vemos en Madrid, una de las regiones con más segregación escolar de la UE, según la OCDE. Y sabemos también que la capacidad para hacer una flauta, jugar con ella o aprender a tocarla depende del acceso que tengamos a otros bienes sociales, como la sanidad. Pero en Madrid van a cerrar 41 centros de atención primaria, la que proporcionan los médicos que nos cuidan a largo plazo porque conocen nuestra historia de vida. La administración local, que es el Estado, favorece o restringe la justicia con sus acciones. Por ejemplo, las cañas, los toros, ir a misa, participan de esa colección de sensaciones positivas que hemos añorado durante esta pandemia, centrándose en un propósito enunciado en negativo: impedir que otros interfieran en nuestra actividad. Pero es la segregación de los servicios, una estrategia empleada con profusión en Latinoamérica, y no la fatiga pandémica, la que ha dado la victoria a Ayuso, convirtiéndola en la única capital europea donde gobierna la derecha con el apoyo de la ultraderecha.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Anne, Bob y Carla merecen esa flauta, y saber que sus vidas estarán marcadas por los principios que defendamos al asignar los recursos, principios que, como recuerda Amartya Sen, determinarán libertarios o igualitaristas. Esos niños necesitan adquirir capacidades que les permitan ejercer sus derechos, orientarse en el ruido premeditado que rodea a las teorías que nos ayudan a saber qué decisiones son más equitativas y adecuadas. Y merecen, sobre todo, una educación donde se lea a autores como Amartya Sen.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_