Periodismo: el precio de la verdad
El asesinato de los reporteros españoles Beriain y Fraile revela la vulnerabilidad de quienes se baten por mostrar lo que está ocurriendo y se quiere ocultar
El asesinato de David Beriain y Roberto Fraile, dos periodistas comprometidos con el oficio en su sentido más esencial, subraya el riesgo que rodea su ejercicio en ocasiones, la vulnerabilidad de los profesionales y lo necesaria que es su entrega para las sociedades. Beriain, de 43 años, y Fraile, de 47, realizaban un documental sobre la caza furtiva en Burkina Faso cuando sufrieron el ataque yihadista que puso fin a sus vidas.
Sus muertes conmueven con fuerza como la de todo profesional caído en el ejercicio de su trabajo, pero además llaman la atención sobre la amenaza que se cierne sobre una profesión jalonada de víctimas por los conflictos o las intimidaciones de organizaciones criminales que no están dispuestas a que nadie investigue sus delitos. Un total de 50 profesionales han sido asesinados en 2020 en todo el mundo, según Reporteros sin Fronteras, con México como el país más letal para los informadores. Desde 2000, más de un centenar de ellos han muerto en este país latinoamericano a manos de sus verdugos, según Democracy Fighters, mientras cubrían o investigaban sucesos, crímenes, política, conflictos agrarios o problemas sindicales. En la pacífica Europa, el periodista Yorgos Karaivaz fue asesinado el 9 de abril frente a su casa en la periferia de Atenas tras la emisión de su programa de televisión, en el que eran habituales sus denuncias de diversos casos de corrupción y abuso. Uno más que añadir a los que también van cayendo en este continente.
Las amenazas y los crímenes, que en su inmensa mayoría quedan impunes, no han atenazado sin embargo a los múltiples profesionales que prosiguen sus investigaciones, coberturas y que pisan territorios de conflictos abiertos o soterrados, ya que el 68% de los muertos en 2020 trabajaba en países teóricamente en paz. Los cuerpos de Beriain y Fraile reposan ya en España y están en manos de sus familias tras su repatriación por un avión del Ejército. Justo es que su memoria acompañe y fortalezca el prestigio de una profesión que solo trata, en esencia, de buscar y contar la verdad.
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