Y...si fuera un berrinche
Conviene no olvidar que el líder de Unidas Podemos nunca ha aceptado otra posición que no sea equivalente a la del presidente en lo que afecta a la acción de gobierno, al menos, en el marco de sus competencias
Nadie dijo que gobernar en coalición fuera fácil. Menos aún cuando las discrepancias entre los socios se acrecientan, particularmente en aquellos temas que conectan con elementos de fidelización de los respectivos nichos de votantes. Por ello, donde hay más tradición en estas fórmulas de gobernabilidad se insiste mucho en la importancia de invertir tiempo en documentar por escrito un férreo acuerdo sobre el programa de gobierno, el calendario legislativo, el reparto y la jerarquía del poder, las fórmulas de coordinación del mismo, así como los procedimientos de gestión de desencuentros. Pero, ¿fue este el procedimiento seguido en el caso del Gobierno de España?
No dudo del esfuerzo realizado por el PSOE y Unidas Podemos para prever todos estos elementos y tratar así de favorecer una convivencia armónica entre los socios de la coalición. Con todo, la realidad demuestra que el proceso pudo ser mejorable, pues el resultado no está siendo particularmente exitoso. Un año después de la investidura, el Gobierno de coalición vive en una tensión permanente expresada sin complejos. Al margen de los múltiples desencuentros, lo que sorprende más es la falta de pudor al enfatizar posiciones enfrentadas o las constantes manifestaciones de hostilidad personal entre compañeros de gobierno. Un capítulo aparte merece la deslealtad política que implica recurrir a maniobras parlamentarias de bloqueo contra iniciativas del Gobierno al que se pertenece. Un esperpento que supera el margen de lo aceptable y erosiona el espacio de confianza.
Si las elecciones estuvieran próximas en el tiempo podríamos pensar en un comportamiento racional por parte de Unidas Podemos consistente en propiciar una ruptura que frene el desgaste propio de estar en el Gobierno y deje espacio programático suficiente para competir con su socio por el extremo. Sin embargo, no es realista considerar un escenario electoral a corto plazo ahora que la legislatura está garantizada con los presupuestos, hay que luchar contra una pandemia y liderar la selección de proyectos susceptibles de obtener una financiación europea millonaria que facilite la recuperación. Si Unidas Podemos —y sus dirigentes— todavía tienen mucho que ganar dentro del Gobierno ¿qué explica entonces una estrategia poco inteligente basada en socavar su funcionamiento?
No es fácil saber qué está pasando, pero no descartaría que se tratara simplemente de un berrinche de Pablo Iglesias encaminado a que el escándalo le ayude a reequilibrar una potencial pérdida de poder dentro del Ejecutivo. Conviene no olvidar que el líder de Unidas Podemos nunca ha aceptado otra posición que no sea equivalente a la del presidente en lo que afecta a la acción de gobierno, al menos en el marco de sus competencias ¿Ha perdido ese privilegio? La rabieta podría ser una evidencia. De ser cierto, no sirve de nada apelar a la necesidad de depurar procedimientos de resolución de conflictos dentro de la coalición para mejorar su funcionamiento. La solución es más simple, aunque resulte más incómoda de gestionar. Se trataría de aguantar el tirón hasta que todos acepten su sitio dentro del Consejo de Ministros.
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