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Columna
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Paisaje y memoria

El machadiano Cerro de los Moros, que mira al Duero, puede verse transformado por una urbanización que prevé construir 1.200 viviendas justo sobre la perspectiva del río

Julio Llamazares
El Cerro de los Moros, en Soria, desde el castillo y la ermita San Saturio.
El Cerro de los Moros, en Soria, desde el castillo y la ermita San Saturio.J. C. Hervás

Antes de la mirada el paisaje sólo era territorio. La frase es de Joan Nogué, geógrafo catalán estudioso del paisaje, a cuya interpretación ha dedicado muchas horas. Para Nogué, como para tantos paisajistas y geógrafos, el paisaje es una construcción social con efectos sobre las personas, pero también un producto de la actividad de éstas. Sin la mirada del hombre el paisaje no existe y sin su intervención tampoco.

He recordado a Nogué estos días a propósito de la polémica que se ha desatado en Soria ante la posibilidad de que el machadiano Cerro de los Moros, que mira al Duero por el que paseó el poeta, se vea transformado por una urbanización que prevé construir 1.200 viviendas justo sobre la perspectiva del río, allí donde San Polo y San Saturio continúan custodiando los árboles añosos que conservan en sus cortezas los corazones y los nombres que inmortalizó Machado (“Estos chopos del río que acompañan/ con el sonido de sus hojas secas/ el son del agua cuando el viento sopla/ tienen en sus cortezas/ grabadas iniciales que son nombres/ de enamorados, cifras que son fechas…”) y frente al romántico monte de las Ánimas en el que Gustavo Adolfo Bécquer, otro poeta andaluz, situó una de sus famosas Leyendas. Suficiente motivo para que los sorianos y muchos otros que no lo son, pero que aman a Machado y la ciudad, hayan alzado sus voces contra lo que a todas luces es un sacrilegio cultural y estético. Técnicamente, el debate se libra en términos legalistas, con un Ayuntamiento obligado a cumplir la decisión tomada por una corporación anterior que declaró urbanizables los terrenos y cuyo incumplimiento sería una ilegalidad (la única posibilidad que el Ayuntamiento de Soria tiene es permutar los terrenos por otros o comprárselos a la promotora, algo imposible para su tesorería), pero emocional y culturalmente trasciende la cuestión legal, como se ha puesto de manifiesto estos días. Un escrito promovido por el Instituto de Estudios Sorianos y firmado por dos centenares de personas ha hecho que la polémica salte las fronteras de Soria para alcanzar a España y al mundo entero. Machado, el gran poeta español del siglo XX junto con Lorca, universalizó la ciudad de Soria y lo que suceda en ella interesa a todo el planeta.

Decía alguien que los paisajes no existen hasta que los colonizan los escritores o los pintores y esa curva de ballesta que el río Duero traza a los pies de Soria es el ejemplo más claro de que es así. La mirada de Antonio Machado compuso ese lugar para nosotros y ya siempre será como él lo cantó en sus versos, impregnado el paisaje de la emoción que a él le produjo y que es ya patrimonio de todos independientemente de su propiedad real. El paisaje es memoria y como tal nos pertenece a todos, y más en el caso de que constituya un patrimonio cultural y estético, como es el de Soria para su suerte.

Hasta el Romanticismo el paisaje era el decorado del teatro de la vida de los hombres, el telón el fondo del escenario que para nada o muy poco influía en la obra, pero hoy ya sabemos que el paisaje es algo más y lo sabemos por personas como Machado, gente que entendió muy pronto que el paisaje es el alma de las personas, el espejo que refleja sus emociones y sus deseos y que los guarda cuando desaparecen.

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