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Columna
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El misterio de las flores

Brasil hoy es un triste campeón en la devastación criminal de la Amazonia y de sus riquezas naturales

Juan Arias
Una mujer decora con flores un templo para la llegada del Año Nuevo chino, en Indonesia.
Una mujer decora con flores un templo para la llegada del Año Nuevo chino, en Indonesia.AJENG DINAR ULFIANA (Reuters)

El famoso botánico inglés Charles Darwin fue el creador de la teoría revolucionaria de la evolución de las especies que dividió y sigue dividiendo al mundo. El naturalista proclama que la creación —de los humanos, de los animales o de los vegetales— no fue obra de Dios como enseña la Biblia. La creación fue obra de la evolución a través de millones de años. Y así los humanos, los animales y las plantas fueron evolucionando y diversificándose para adaptarse al medio ambiente.

A Darwin, sin embargo, le atormentó hasta el final de su vida el que, al contrario de las otras especies, las plantas de flores podrían echar por tierra toda su teoría de la evolución. Las flores, además de haber sido una de las últimas especies aparecidas en la tierra hace unos 140 millones de años, no siguieron la línea de la evolución del resto de la naturaleza, ya que muy pronto se desarrollaron en miles de diversas formas.

El miedo de Darwin que le atormentó hasta la tumba es que esa excepción de la aparición de las plantas de flores tan diferente de las otras especies podría echar por tierra su teoría. A esa evolución inexplicable de las plantas de flores calificó de “misterio abominable” en una carta a su amigo botánico, Joseph Hooker.

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Hoy, casi 162 años después de Darwin haber publicado El origen de las especies, el tema de la anomalía de las plantas de flores, que tanto preocupó al famoso naturalista, ha vuelto a la prensa tras un interesante reportaje de la cadena BBC que ha sido replicado por muchas otras publicaciones y en las redes sociales.

Y es que aunque el nacimiento anómalo de las plantas de flores se trate solo de un detalle en la obra de la evolución de las especies, se vuelve de actualidad ante el crecimiento en el mundo de las teorías negacionistas como la de la Tierra plana, o que el virus de la pandemia fue creado en un laboratorio por los rusos para infestar al mundo, o que fue Dios quien creó el mundo según el relato de la Biblia. Son los que no aceptan que el Homo sapiens proceda de una evolución de los simios.

Se me ocurre que ya que la ciencia no ha sido aún capaz de descifrar la evolución de las flores diferente del resto de la creación podríamos preguntarles a los poetas y a los niños. Ellos con sus imágenes y metáforas podrían ser capaces de descifrarnos si no el origen de las flores sí el misterio de belleza que encierran y por qué las vemos como algo divino.

Las flores han pasado a ser, en efecto, el símbolo del amor y de la pasión, quizás porque son el órgano de reproducción y están ligadas a la fertilidad. Las flores están siempre relacionadas al amor y a la amistad. Nadie golpea con una flor. Arrojar flores nunca es símbolo de violencia.

Hoy sabemos científicamente que los árboles se comunican y se ayudan entre sí a través de las raíces y hay quien asegura que conversar con las plantas las hace crecer. Son cosas y misterios aún sin descifrar pero que, por ejemplo, para los niños con su capacidad de fantasía es algo normal. Una vez le dije a una niña de cinco años que las flores en el jardín se hablaban entre ellas. Sin extrañarse, se acercó a un rosal y puso el oído en una de sus flores para escuchar si hablaba.

Los niños están más abiertos a los símbolos y metáforas que los adultos. Para ellos que las estrellas lloren o que se pueda plantar una sombra lo ven como normal.

A veces los profesores de primaria se asombran de ver que poemas considerados para adultos acaban entendiéndolos los niños con normalidad. Somos los adultos quienes nos asustamos con la poesía y sus metáforas. De alguna forma la poesía derriba nuestras certezas petrificadas y remueve nuestro inconsciente. A los niños no porque están más abiertos al misterio y a lo imposible.

Volviendo a las flores, con sus 260.000 especies, ellas han pasado a ser símbolo de amor y felicidad, de amistad y reconciliación. Recibir flores es siempre un gesto de amistad nunca de amenaza. Un texto atribuido a Augusto Branco refleja que arrojar flores es símbolo de reconciliación.

“Retribuye con flores a todas las piedras que te arrojan. Habrá un momento en el que las piedras de tus enemigos acabarán y así ellos os tirarán las propias flores que recibieron de ti”.

Mejor que misterio abominable, Darwin podría haber calificado de misterio maravilloso el saber que los árboles de flores suponen una misteriosa excepción en el proceso de la evolución aún por descifrar.

Hoy el mundo vive un holocausto de la naturaleza. El capitalismo ha ido destruyendo bosques enteros para el lucro económico. Brasil es hoy un triste campeón de devastación criminal de la Amazonia y de sus riquezas naturales que ha convertido en pastos para el ganado los bosques que sostienen la vida con su oxígeno, y ha provocado un genocidio contra los nativos que desde siempre fueron los mejores defensores de la naturaleza.

Quizás este interés repentino por el misterio del nacimiento de las flores derive de la preocupación que se tiene con la destrucción del medio ambiente. Sobre todo aquí en Brasil donde su presidente Bolsonaro es uno de los más insensibles del mundo frente a la destrucción del medio ambiente.

He visto muchas veces a Bolsonaro con fusiles y pistolas en las manos imitando el gesto de disparar. Su política es la del negacionismo, la violencia y la muerte. Y creo que nos moriremos sin verle con una flor en sus manos o plantando un árbol.

Dedico esta columna a todos los poetas y amantes de las flores y del medio ambiente. A todos los que luchan, sacrificando a veces su vida por defender las riquezas de la creación y para proteger a los indígenas que durante millones de años fueron y siguen siendo los mejores guardianes de la naturaleza.

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