Real como la vida misma
Vi recientemente en un canal francés la película de 1958 La última noche del Titanic, increíble metáfora de la tragedia que vive la humanidad desde hace un año. Clases sociales compartimentadas en un ambiente despreocupado y feliz como telón de fondo, con constantes paralelismos: virus/iceberg, mascarillas/chalecos salvavidas, confinamiento/incomunicación... Para que la semejanza hubiera sido perfecta solo faltaban un obispo, un alto cargo del Ejército, algunos alcaldes y varios consejeros autonómicos. A lo mejor se les ocurre en Hollywood hacer un nuevo remake.
Dolores Soler-Espiauba. Valencia
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