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Columna
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El sadismo de Bolsonaro con la vacuna llega a límites de locura

Brasil es mayor que sus políticos. Es un país que merece respeto y no puede estar en manos de una persona que humilla cada día a su gente, que miente con la mayor soltura

Juan Arias
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, en Brasilia.
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, en Brasilia.UESLEI MARCELINO (Reuters)

Mientras el mundo entero sueña con la vacuna como única solución para salir de la pesadilla en que vive, el presidente Bolsonaro se burla públicamente de ella. Así como al inicio se reía de la epidemia diciendo que era solo una “gripecita” que ha costado ya cerca de 200.000 víctimas mortales, ahora se ríe de la vacuna con su sadismo habitual que parece gozar con el dolor de la gente. Acaba de decir que “no habrá vacuna suficiente para todos”. Que ni hace falta porque “la epidemia está acabando”. ¿No entiende que el mundo entero está preocupado porque la segunda ola de la covid 19 ha llegado ya con una virulencia 70% más fuerte? Eso ha llevado a afirmar a las autoridades mundiales que enero, después de las fiestas, la epidemia podrá ser peor. Por ello en la mayor parte del mundo las autoridades han prohibido las fiestas públicas de Navidad y fin de año.

Y lo peor del presidente brasileño es que mientras el mundo está en pánico con el crecimiento de la pandemia, él no solo continúa negando la evidencia sino que hasta se ha concedido la libertad de hacer chistes homofóbicos sobre la vacuna. Es un caso único en el mundo en medio a la tragedia que vive. Ha llegado a burlarse de los que tomen la vacuna: que a las mujeres “les nacerá barba” y a los hombres “se les afinará la voz”.

Que Bolsonaro carece en absoluto no solo de empatía con el dolor ajeno y con los que sufren ya no es un misterio. Él llega más lejos, hasta el punto que parece simplemente insensible a las lágrimas de la gente. Ello está llevando a no pocos psiquiatras a pensar que en él se acumulan varios problemas de tipo psíquico y hasta de psicopatía que lo harían inviable para presidir la jefatura del país.

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El presidente del Congreso, Rodrigo Maia, le ha acusado en público de “mentir” a la nación lo que en cualquier país civilizado sería motivo para deponerlo de su cargo. Y no es que mienta cada día sino que ha hecho de la mentira una de sus armas de defensa.

Bolsonaro, como un obseso, según apuntan los analistas políticos, hoy tiene solo dos preocupaciones que son salvar a sus hijos y familia de las graves acusaciones de corrupción que recaen sobre ellos, y la de reelegirse en 2022. Todo el resto: la crisis económica, el aumento del hambre en el país, el dolor de los que mueren en la epidemia no le interesan. Ha llegado en este caso hasta a usar para su defensa a la Agencia brasileña de inteligencia, algo que en cualquier democracia normal sería un crimen imperdonable.

Para blindarse contra un impeachment se está creando una coraza de defensa que abarca todas las fuerzas de seguridad del Estado. Ha llenado de privilegios al Ejército, a todos los ramos de la policía y hasta de las milicias que siempre estuvieron a su lado.

El sábado pasado ha tenido lugar una escena que aterroriza. A los mandos de la policía militar les ha hecho un discurso feroz contra los medios de comunicación. Les ha dicho que la prensa y las cadenas de TV independientes están todos contra ellos, que son su mayor enemigo, intentando desprestigiarlos ante toda la policía, a la que la ha animado a buscar informaciones en las redes sociales porque los medios de comunicación están contra ella.

De ese modo, y con su amor casi sexual por las armas Bolsonaro, se está preparando para que en un momento desesperado pueda acudir a las Fuerzas Armadas en su defensa, y siga defendiendo la dictadura. Acaba de decir que en las cárceles de entonces hasta los terroristas “fueron tratados con respeto”. Nada nuevo, ya que, desde que era un oscuro diputado defendía la tortura y si acaso acusó a la dictadura de haber perdido tiempo en torturar ya que lo que debería haber hecho era “matar” sin más. Los sentimientos de Bolsonaro desaguan siempre en el culto a las armas, en el odio a la democracia, y al desprecio por las libertades. Todos los ingredientes de los viejos caudillos.

Hay quien teme que Bolsonar esté cansado de tener que armonizar su Gobierno contando con las instituciones independientes de la república.

La desconfianza cada vez mayor con los otros poderes del Estado, que se ha revelado claros en sus relaciones turbulentas con el Supremo y con el Congreso a quienes desearía tener a sus pies, revela que su misma esencia de político es la de tener un poder absoluto con las instituciones a sus pies.

Nace de ahí en los analistas políticos el temor de que si las fuerzas democráticas no se unirán en el 2022 para apearlo del poder, su segundo mandato podría ser mucho más autoritario y hasta podría aprovechar para dar un golpe con el que sueña desde que llegó al poder sin darse cuenta que en la política no se puede trabajar como en los cuarteles.

La política es el arte del compromiso y de saber conjugar la libertad de las diferentes instituciones, de lo contrario es la muerte de la democracia. Y Bolsonaro fue siempre alérgico a mediaciones y a saber convivir con el diálogo.

Con todo ello se empieza a pensar que si el presidente seguirá en su mandato actual a boicotear abiertamente las instituciones, con ausencia de empatía con los dolores de la nación, encerrado en su laberinto de autoritarismo y mintiendo como hasta ahora, las otras instituciones democráticas deberían empezar ya a buscar el modo de deponerle de un poder para el que en estos dos primeros años de mandato se está revelando totalmente incapaz causando un caos con su Gobierno negacionista en todos los espacios.

Brasil es mayor que sus políticos. Es un país que merece respeto y no puede estar en manos de una persona que humilla cada día a su gente, que miente con la mayor soltura, que no es capaz de organizar su economía, que se desentiende de los problemas estructurales del país. Un presidente que se burla de los derechos humanos, que miente con el mayor descaro y continúa mofándose del racismo estructural que aún sufre el país, así como de los derechos de la mujer, y que no ha mostrado ni en un instante un sentimiento de compasión con la persecución a los diferentes y a todos los que el capitalismo insensible les está arrastrando cada día a la pobreza al hambre y a la violencia.

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