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Columna
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Que el PSOL mantenga su identidad de rebeldía y no intente ser simple heredero del PT

El partido político brasileño reveló que hay una clase media bien posicionada, culturalmente rica y socialmente abierta a la búsqueda de nuevos líderes

Juan Arias
Guilherme Boulos, como candidato del PSOL a alcalde, en su barrio de São Paulo el pasado 14 de noviembre.
Guilherme Boulos, como candidato del PSOL a alcalde, en su barrio de São Paulo el pasado 14 de noviembre.Toni Pires

Sin duda, la novedad de las elecciones municipales en Brasil ha sido el pequeño partido PSOL mientras el PT, del que nació, ha tenido su peor derrota, se ha visto protagonista de la nueva política y de las clases medias abiertas a la modernidad que se sienten hoy huérfanas de una política menos ideologizada, menos corrupta y más en sintonía con las nuevas exigencias de un tiempo en plena transformación.

El triunfo del pequeño PSOL que tiene como símbolo y mártir a la joven asesinada Marielle Franco en Río de Janeiro, seguramente por su lucha contra las milicias que estaban envenenando a la política de la ciudad y del Estado. La joven llena de vida, una política nueva sin más ideología que la de crear esperanza entre los más martirizados y olvidados de la periferia, reprentaba los sueños de una política nueva que acabara con los prejuicios contra las mujeres y los diferentes.

No debe ser casualidad que a partir del asesinato de Marielle el PSOL tuviera el mayor triunfo de su existencia como partido. Y no debe ser casualidad que el bolsonarismo haya empezado a desmoronarse justo cuando el partido del pequeño David contra el gigante Goliat abre caminos nuevos de libertad. En Río de Janeiro, el partido eligió siete concejales, compartiendo la posición de grupo más grande del Parlamento local con otros dos partidos, ambos de derecha.

Con su éxito en São Paulo —donde logró triplicar el número de concejales electos en 2020, convirtiéndose en el tercer más grande de la Cámara de la capital paulista, símbolo del capitalismo brasileño— el PSOL reveló que hay una clase media bien posicionada, culturalmente rica y socialmente abierta a la búsqueda de nuevos líderes, y además está cansada de la vieja política. También se postuló por primera vez para la segunda vuelta por el ayuntamiento de São Paulo, con Guilherme Boulos terminando la campaña en segundo lugar, con el 40% de los votos.

Tampoco es una coincidencia que el pequeño PSOL resurja con fuerza en estos momentos de tinieblas e infiernos del bolsonarismo que está envenenando al país tras haber abrazado lo peor de la vieja política, de la que Brasil estaba cansada.

Es verdad que esa vieja política, que crece en la corrupción sigue aún fuerte como se ha visto en las elecciones donde han acaparado la gran mayoría de los votos. Y sin embargo, el triunfo del PSOL ha significado una luz de esperanza y de renovación de esa política que cada vez tiene menos espacio en una sociedad en plena revolución donde los millones de jóvenes conectan cada vez menos con el pasado y atraviesa una de las mayores transformaciones que ha vivido la humanidad.

Los jóvenes están huérfanos políticamente de nuevos sueños, de nuevas esperanzas, de caminos para explorar, de sentirse no simples herederos del pasado sino protagonistas del presente. La política de sus padres se les ha hecho vieja y quieren crear formas nuevas de vivir con pasión, sin aburguesarse.

El PSOL en este momento significa la antítesis del bolsonarismo que solo sabe recoger a los jóvenes viejos alérgicos a cualquier novedad. Miedosos de los diferentes a quienes ven como enemigos en vez de compañeros de viaje.

No, el PSOL no debe ser la herencia del PT y menos de los pecados que tuvo su momento de gloria y su decadencia por no haber sabido injertarse en la sangre nueva de los jóvenes. El PT del que nacieron y del que fueron expulsados por su espíritu de rebeldía contra la corrupción que empezaba ya a envenenarle, está en declive porque fue incapaz de renovarse. El PT nació del sindicalismo en el momento en que las masas de trabajadores de las fábricas necesitaban ser apoyadas y defendidas; los jóvenes de entonces buscaban nuevos horizontes sociales y renovadores. El pecado del PT fue el haberse quedado petrificado frente a un mundo nuevo que estaba naciendo donde las clases que necesitaban de apoyo eran otras.

Hoy el PSOL es hijo rebelde de aquel PT que empezaba a aburguesarse y a hacer alianzas con los partidos más conservadores y que como llegó a criticar Lula en un momento de sinceridad, ya no trabajan por amor al partido y sus causas sino para enriquecerse y buscar cargos en la burocracia.

Es cierto que al PSOL todavía le queda un largo camino por recorrer. Eligió alcaldes en solo cinco ciudades brasileñas, una de las cuales es la capital, Belém, en Pará, pero la cifra representa un crecimiento del 150% con relación a la elección anterior. El PT, a su vez, eligió alcaldes en 183 municipios, un 28% menos que en 2016, ninguno de los cuales es capital, algo que no ocurre desde 1985.

EL PSOL no puede caer en estos momentos de gloria en los viejos pecados de la izquierda ideologizada. Tiene que mantener su espíritu de defensa de las nuevas formas de trabajo que están naciendo. Tienen que entender que hoy el proletariado es otro. Lo son los desempleados, los trabajadores precarios y los nuevos bolsones de pobreza material y espiritual.

No debe ser una casualidad que el PSOL triunfe mientras el bolsonarismo fanático se desmorona. El pequeño partido de una izquierda diferente y moderna tiene que ser en este momento la antítesis de ese bolsonarismo que está envenenando a la sociedad con sus negacionismos, sus delirios autoritarios y su rechazo a todo lo nuevo que está germinando en el mundo joven.

El PSOL se debe oponer a los jóvenes bolsonaristas creadores de los gabinetes del odio y de la división con gabinetes del diálogo, con espacios para todos los que piensan diferente, sin banderas de discriminación en la defensa de los valores democráticos y de las libertades.

Tiene que ser, si quiere seguir creciendo, el corazón de una sociedad en busca de valores y de sueños de esperanzas que se fueron perdiendo por el camino de un capitalismo de rapiña que arrastró cada vez más a las periferias de la miseria al olvido.

Contra el bolsonarismo, enemigo de la cultura que está despreciando y humillando, el PSOL necesita recuperar al rico mundo de la cultura y de la creatividad que es donde se forja la verdadera democracia. Y contra el negacionismo burdo que acaba creando muerte y desilusión debe el nuevo partido sembrar en el país semillas de creatividad. Sembrar vida en vez de muerte. Armar a la sociedad no de las armas que matan sino de las que crean nueva vida. Contra las armas de guerra se necesita hoy más que nunca las armas de la creatividad y del deseo de superación.

Si la violencia es inherente al ser humano y al egoísmo colectivo, deben ser la cultura y la política de los valores de convivencia el mejor antídoto contra las guerras psicológicas con las que la extrema derecha intenta envenenar a una sociedad cansada de odio. Una sociedad en busca de valores que la liberen y encaminen por la senda de nuevas apuestas creativas y liberadoras sin el corsé del nuevo oscurantismo que la empobrece y aliena.

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