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Columna
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La OTAN, como Mark Twain

Las informaciones sobre la muerte de la Alianza eran una exageración

Lluís Bassets
Antony Blinken, el candidato a secretario de Estado del presidente electo Joe Biden, en Wilmington (Delaware, EE UU), el pasado 24 de noviembre.
Antony Blinken, el candidato a secretario de Estado del presidente electo Joe Biden, en Wilmington (Delaware, EE UU), el pasado 24 de noviembre.Joshua Roberts (REUTERS)

Emmanuel Macron fue el último en hablar de la defunción de la vieja alianza, a la que declaró en estado de muerte cerebral. No le faltaban razones para su sombrío diagnóstico. La mayor de todas, la animadversión de Donald Trump, un presidente que no entendía de alianzas ni de valores compartidos, sino de transacciones comerciales coronadas por el pronto pago de las facturas.

Con cuatro años más de Trump, la defunción estaba asegurada. Si durante su presidencia ha estado al borde de la muerte cerebral, es decir, sin ideas ni orientación estratégica, sin consultas ni diálogo entre aliados, un segundo mandato trumpista iba a significar directamente la desaparición de la Alianza.

La noticia feliz de la reunión de los ministros de Exteriores de los 30 socios ayer y anteayer es que la Alianza ha sobrevivido a quien se había desentendido de su futuro e incluso quería destruirla. Despedir al halcón unilateralista que es Mike Pompeo, secretario de Estado de Trump hasta el 20 de enero, y preparar la bienvenida para Antony Blinken, el secretario de Estado nominado por el presidente electo Joe Biden, un multilateralista con raíces y simpatías europeas, es quizás la mejor noticia que anuncia la supervivencia y renovación de las relaciones trasatlánticas.

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La fiesta atlantista ha coincidido con la presentación de la reflexión encargada por el secretario general, Jens Stoltenberg, a un grupo de expertos sobre el futuro de la OTAN, un papel que se ha revelado especialmente oportuno tras la rectificación en política extranjera que significará la presidencia de Biden. Será una nueva OTAN la que deberá renacer de la OTAN declinante de los últimos años, acomodada a un mundo multipolar, en el que Estados Unidos ya no volverá al protagonismo que se le ha conocido estos últimos 70 años.

Deberá ser una alianza con vocación más global, también más política y asentada en los valores democráticos, el Estado de derecho y los derechos individuales, a pesar de que en ocasiones estén en duda incluso entre algunos de sus socios, como es el caso de Turquía. Más comprometida, por tanto, en la seguridad global, incluso en áreas lejanas como India-Pacífico, y sin dificultades para aceptar las necesidades de autonomía estratégica europea enervadas por el desgraciado episodio trumpista. Y más esforzada en la inversión en defensa y en el mantenimiento de su cohesión, frente a la emergencia de dos superpotencias apenas designadas hasta ahora, amenazantes y divisivas en distintos grados y modalidades, como son Rusia y China.

Las informaciones sobre su muerte eran una exageración. Mark Twain tuvo que desmentir los rumores de su muerte publicados en Estados Unidos mientras se hallaba de viaje en Londres. Su respuesta a la pregunta de un periodista se convirtió en una sentencia célebre que bien se puede aplicar ahora a la Alianza Atlántica.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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