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Columna
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Provocador en jefe

El asesinato del físico nuclear iraní aprovecha a Trump, Netanyahu y Mohamed bin Salmán y enerva el peligro de guerra entre Irán e Israel

Lluís Bassets
El presidente de EE UU, Donald Trump, en la Casa Blanca.
El presidente de EE UU, Donald Trump, en la Casa Blanca.Patrick Semansky (AP)

Al fin dice que se va. Que abandonará el Despacho Oval el 20 de enero si Joe Biden obtiene los votos necesarios del colegio electoral. Lo ha reconocido de mala manera ante la pregunta de Jeff Mason, un periodista de la agencia Reuters. Mason inquirió educadamente a Trump por la cuestión que más inquieta a todos, en Estados Unidos y en el mundo, como es saber si cumplirá con su obligación constitucional de terminar la presidencia en la fecha señalada.

Es la primera ocasión desde las elecciones en que Trump ha accedido a responder a las preguntas de los periodistas y la pregunta era buena, necesaria incluso, a la vista de las tergiversaciones trumpistas. Pero este presidente definitivamente perdedor no pudo reprimir sus malos instintos y afeó al periodista la forma en que le había preguntado.

No quedan márgenes para las impugnaciones judiciales, la anulación del sufragio por correo o el cambio del sentido del voto de los delegados. Solo queda la capacidad de Trump para enfangar el arranque de la siguiente presidencia. Y nada complicaría tanto las cosas como un ataque en toda regla a Irán que desencadenara una nueva guerra en Oriente Próximo. Más todavía si así dificulta a Biden la recuperación del acuerdo de desarme nuclear con Irán, firmado por Obama y anulado por Trump, que prometió en las elecciones.

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Hace apenas 10 días, Trump propuso a la cúpula militar de la Casa Blanca un ataque a las instalaciones nucleares iraníes. Este pasado fin de semana hubo una reunión secreta entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el príncipe saudí, Mohamed bin Salmán, en la que participó el secretario de Estado, Mike Pompeo. Y el viernes un comando sin identificar asesinó al padre del programa nuclear iraní Mohsen Fakhrizadeh. Nadie ha reivindicado el asesinato, pero tampoco nadie tiene muchas dudas sobre quién lo ha perpetrado y quién lo ha autorizado.

Netanyahu ya había hecho todo lo que estaba en su mano para boicotear el acuerdo nuclear. Contaba con el apoyo de Arabia Saudí, enemigo jurado de los ayatolás en competencia por la hegemonía regional. Ambos Gobiernos querían una solución más drástica, como era el bombardeo de las instalaciones iraníes. No es descabellado deducir que ahora, en sus últimos días en la Casa Blanca, Trump haya dado luz verde a este asesinato de Estado con la mala idea de dejar una nueva guerra en el Golfo como legado presidencial. El comandante en jefe es también un provocador en jefe.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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