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Columna
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El ‘major’ Trapero

Nadie sabrá nunca las cicatrices que esos acontecimientos dejaron en su espíritu, pero cada vez que ha acudido a declarar conservó la honestidad profesional, incluso zarandeado en la tormenta

David Trueba
Josep Lluís Trapero, 'mayor' de los Mossos, sale de la comisaria tras conocer la sentencia de absolución por parte de la Audiencia Nacional.
Josep Lluís Trapero, 'mayor' de los Mossos, sale de la comisaria tras conocer la sentencia de absolución por parte de la Audiencia Nacional.CRISTOBAL CASTRO

No hay precedentes cercanos de una industria editorial tan potente como la que se disparó a cuenta del procés catalán. Libros desde casi todos los puntos de vista inundaron las librerías, al tiempo que se competía en ingenio para calificar el asunto. Y, sin embargo, el jefe de los Mossos d’Esquadra, el major Josep Lluís Trapero, ha sido durante todo este tiempo una pieza difícil de cobrarse. En un país aficionado al coleccionismo, donde a las personas se las trata en demasiadas ocasiones como a mariposas a las que sujetar al álbum con un alfiler bañado en formol, agrada mucho encontrar a quien pugna por escaparse del archivo, del arquetipo, de la adscripción obligatoria. La sentencia de la Audiencia Nacional que ha absuelto al major Trapero y sus colaboradores de los delitos graves de los que se les acusaba pone un poco de claridad en el agua turbia. Para la opinión pública, Trapero fue alguien que saltó a la relevancia en los días tristes del atentado integrista en las Ramblas de Barcelona. Como sucede en tiempos de desánimo y confusión, los ciudadanos precisaban entonces de portavoces resueltos, capaces y con virtudes sólidas como la transparencia.

Pero al agosto de la solidaridad le siguió el septiembre de la desunión y finalmente se alcanzó el primero de octubre en un estado de encono y agresividad nunca antes visto. El papel de los Mossos d’Esquadra se puso en entredicho y su plana mayor poco menos que quedó adscrita a los movimientos secesionistas sin que nadie tuviera a bien conceder a los profesionales el beneficio de la duda. La sentencia judicial dictada por dos de los magistrados de la Audiencia Nacional deja en un mal lugar los informes de la Guardia Civil, redactados, como ha sucedido en otras preocupantes ocasiones, y esto incluye a la trama policial bajo el Gobierno de Rajoy, al dictado de una superioridad cautiva políticamente. El prestigio de los cuerpos y fuerzas de seguridad sale siempre malparado cuando se ve forzado por la agenda partidista. De hecho, el major Trapero es otra víctima de esa trituradora de picar carne que es la política para quienes sucumben, desde otros ámbitos de la sociedad, a los encantos de este oficio.

La absolución devuelve al major Trapero al espacio que ocupaba antes de enmarañarse en los penosos sucesos alrededor del referéndum ilegal de octubre de 2017. En esos días, la pasividad de los mossos pudo ser sospechosa, pero sin duda más acorde a la prudencia y el buen criterio que la penosa gestión de Rajoy y Sáenz de Santamaría. Aquello terminó en un día aciago para la imagen de España. La violencia policial fue un desastre que forzó a comprometer todas las instituciones del Estado. El gran farol de los dirigentes secesionistas alcanzó gracias a ello un rédito de martirio civil que aún capitaliza y lo hará mientras dure un vaivén carcelario insostenible. En medio de todo ello, Trapero fue vapuleado por el tsunami. Nadie sabrá nunca las cicatrices que esos acontecimientos dejaron en su espíritu, pero cada vez que ha acudido a declarar, en contraste con otros dirigentes políticos de mala memoria y escapismos vergonzantes, quienes le escucharan sentían que el major, como un buen capitán de barco, conservó la honestidad profesional, incluso zarandeado en la tormenta.

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