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Columna
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A contrapié

En nuestro país, el mejor converso trumpista es el estratega de Ayuso, una candidata poco simpática pero que en el dilema de la covid también ha apostado por la bolsa frente la vida

Enrique Gil Calvo
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

¿Cómo se puede reelegir a un gobernante que ha perpetrado tan caótico desgobierno como Trump? El principal argumento alegado para explicar su acceso a la presidencia fue populista: se decía que encarnaba la rebelión contra el establishment de los varones WASP desclasados, que aspiraban a recuperar su pasado orgullo pisoteado por el desprecio de las élites liberales. Pero esa razón ya no tiene sentido ahora, cuando el establishment es la administración Trump, apoyada por el partido que representa el supremacismo masculino WASP. Y la mejor explicación que encuentro es que su presidencia se ha dedicado a desplegar una campaña electoral permanente, sin atender ninguna otra consideración política ni ética. Y en este sentido, Trump resulta imbatible.

Tras la revolución del marketing político, la publicidad electoral obedece a dos únicas leyes. La regla de oro la acuñó James Carville durante la campaña de Clinton: “¡Es la economía, estúpido!”. Y la regla de plata la formuló Ross Reeves (inspirador del Don Drapper de Mad Men) al establecer la USP (Unique Selling Proposition: proposición única de venta), la razón por la que el consumidor ha de elegirlo, y no a sus competidores. Es decir, hay que vender algo que excite tanto la codicia como el deseo que despierta lo inimitable. Y Trump ha cumplido a la perfección ambas reglas. Ha estimulado la codicia mediante la única doctrina económica que entiende el ciudadano medio, que no distingue entre tecnicismos keynesianos o neoliberales: el proteccionismo. Esa misma codicia que ha excitado ante el dilema de la covid, pues entre la bolsa y la vida Trump apuesta por la bolsa, aunque mueran los perdedores.

Y la ventaja diferencial que oferta es gobernar a contrapié, rompiendo no solo las expectativas y los consensos sino también con la verdad: no dejes que la realidad te estropee un buen eslogan, pues, cuanto más increíble sea, más eficaz (y viral) resultará. La mercancía política que vende Trump es el bulo elevado a la enésima potencia, pues como saben los teóricos del rumor aplicando la teoría de la información, cuanto más improbable sea el mensaje más vertiginosa y masiva será su difusión. Por eso, en la lucha entre un político convencional como Biden, que resulta absolutamente aburrido, y un impostor como Trump, que ha hecho de la falacia imaginaria y la mentira creativa su única profesión de fe, no hay color posible, pues en ausencia de consideraciones cívicas y morales, que ojalá triunfen, siempre se impondrá el delirante Trump.

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Nota final para españoles. En nuestro país, el mejor converso trumpista es el estratega de Ayuso, una candidata poco simpática pero que en el dilema de la covid también ha apostado por la bolsa frente a la vida, y que en todo lo demás opta por navegar a contrapié, apostando por soluciones pseudo quirúrgicas que nadie más defiende.

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