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Columna
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La otra precariedad de los riders

El marco jurídico sobre los repartidores debería definir también el papel de los algoritmos en las plataformas digitales

Ana Fuentes
Varios repartidores de Glovo en Madrid.
Varios repartidores de Glovo en Madrid.Víctor Sainz

El Supremo ha fallado que en España los riders son falsos autónomos. Este pronunciamiento es clave para empezar a desenredar una controversia jurídica, con sentencias contradictorias en muchos países. Se necesita un marco regulatorio urgente en España y en la Unión Europea. Sería bueno que se ocupase también del papel de los algoritmos en esas plataformas digitales de reparto y hasta dónde pueden llegar quienes los diseñan.

Los algoritmos son los conjuntos de reglas que gestionan esas compañías, las fórmulas secretas en las que basan su éxito. Por ejemplo, marcan en cuánto tiempo un repartidor debe entregar un pedido. O cuántos puntos va acumulando. Sin embargo, en su día a día los riders no perciben esos algoritmos como conjuntos de normas predecibles a las que atenerse, sino más bien como una caja negra. A menudo su valoración dentro de la plataforma disminuye y no saben al cien por cien por qué. Quizás han llegado tarde o un cliente se ha quejado de un pedido, pero en todo caso ni pueden pedir explicaciones ni justificarse: sus puntos bajarán y por eso tendrá derecho a trabajar menos horas. La plataforma lleva un control exhaustivo de su tiempo útil y su ubicación; ellos desconocen los criterios que les juzgan. Esa asimetría es parte de la precariedad de los riders.

En China, que nos lleva la delantera en gestión opaca de la tecnología, ha estallado un escándalo que muestra cómo las plataformas pueden llevar al extremo la optimización de sus algoritmos. La revista Renwu publicó hace unos días el testimonio desgarrador de varios riders. Confesaban que la obsesión por acortar los tiempos de entrega les estaba literalmente matando. Cientos de repartidores mueren cada año por circular demasiado rápido para no perder encargos y mejorar su puntuación. Un antiguo gerente contaba que hace cuatro años fijaban el límite de una hora para entregar un pedido a tres kilómetros. En 2017, el mismo encargo debía efectuarse en 45 minutos. En 2018, en poco más de media hora. Muchas rutas venían calculadas en línea recta, sin tener en cuenta las calles cortadas, el mal tiempo o los tiempos de espera en los ascensores. Los trabajadores llegaban a bajarse de la moto e ir corriendo o incluso coger taxis que pagaban de su bolsillo.

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El artículo se ha hecho viral en China y las dos principales plataformas, Meituan y Ele.me, acaban de anunciar cambios en sus respectivos algoritmos. Saben que sus tiempos van a aumentar y que eso les costará beneficios. Tendrán que asumir que no pueden apretar tanto las clavijas y que sus ingenieros deben programar según más criterios que el coste y el plazo. No pueden trasladar la responsabilidad al código: este responde a una decisión empresarial fundamental y con un impacto ineludible.@anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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