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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un brindis por el diálogo interreligioso en Latinoamérica

A los prejuicios religiosos los combatimos con conocimiento fraternal, que surge del diálogo entre las religiones. Así es como comenzamos a construir convivencia

Un judío en el Centro de Documentación e Investigación Judío de México, en Ciudad de México.
Un judío en el Centro de Documentación e Investigación Judío de México, en Ciudad de México.Armando Monroy (CUARTOSCURO)

El viernes pasado, con la aparición de la primera estrella en el cielo, el pueblo judío le dio la bienvenida a un nuevo año, el 5781. Desde esta fecha, y por diez días, hasta llegar al Día del Perdón, Iom Kippur, nuestro día más sagrado, vivimos un tiempo de reflexión, de introspección y de encuentro con uno mismo y con los otros. Es un momento para sentarnos a pensar en el año que se va y el nuevo año que llega; es un momento, en definitiva, de balance, de brindis y de buenos deseos.

En una Buenos Aires aún confinada por la pandemia, tuve oportunidad de participar de una celebración telemática del año nuevo, Rosh Hashana, que evidencia un fenómeno que todavía no es muy conocido fuera de Latinoamérica y que tal vez pueda resultar inspirador para Europa. Tuve el gusto de participar, junto a dirigentes judíos y musulmanes de Córdoba, Lima, San Pablo, Quito, Bogotá, Panamá, San José de Costa Rica y Santiago de Chile, entre otras ciudades, de un agasajo online que las comunidades islámicas nos ofrecieron por el año nuevo judío. Desde nuestros hogares, participamos de un ágape que líderes musulmanes nos hicieron en vísperas de nuestro año nuevo.

Este encuentro no fue una novedad aislada ni fue un oasis en el desierto, sino un paso más en el camino que transitamos juntos hace ya algunos años. Esta celebración fue el tercer encuentro que realizamos desde el Congreso Judío Latinoamericano con representantes musulmanes este año. Antes habíamos sido nosotros quienes los agasajamos en ocasión de la celebración del Ramadán y su Fiesta del Sacrificio —Eid el Adha.

En este momento de balances, resulta importante destacar que la imagen de sheikhs, rabinos y dirigentes de ambas comunidades conversando y compartiendo festividades entre sí ya se ha convertido en una postal de este lado del Atlántico. A nadie sorprende un sheik en una Iglesia ni un cura en una sinagoga. Los Tedeum interreligiosos para las fiestas nacionales son una imagen habitual; los eventos, actividades y seminarios interreligiosos son prácticas ya establecidas.

Esto es sin dudas consecuencia de la vocación y trabajo de Jorge Bergoglio, quien como Arzobispo de Buenos Aires no delegó el trabajo interreligioso, sino que se comprometió personalmente estrechando vínculos personales con judíos, evangélicos y musulmanes, sobre los cuales se cimentaron vínculos institucionales profundos. Conocí a Bergoglio cuando aún lo llamaban Jorge y vivía en Buenos Aires. Hoy, Francisco desde el Vaticano ha profundizado aún más su vocación de tender puentes. En un gesto noble que lo pinta de cuerpo entero, nos contó una historia que muestra lo absurdo del antisemitismo. Resulta que un párroco antisemita estaba dando misa cuando de pronto se puso a atacar de manera virulenta a los judíos. Y en ese momento Jesús se bajó de la cruz, miró a María y le dijo: “Mamá, vámonos, parece que aquí no nos quieren”.

Las organizaciones que representan a cuatro confesiones de fe Abrahamicas en Latinoamérica (judaísmo, catolicismo, evangelismo e islam) nos reunimos hace ya tres años en la ciudad argentina de Córdoba para firmar lo que hemos dado en llamar la “Declaración de Latinoamérica y el Caribe como Zona de Convivencia Interreligiosa”.

Tras la firma de aquella declaración que nos llena de orgullo, el compromiso se replicó entre los líderes religiosos de decenas de ciudades, acompañadas en muchos casos de gobernantes que creen que el pluralismo religioso de la sociedad es un valor que debemos defender.

En el texto de 2017 que remarcó el trabajo que veníamos llevando a cabo desde hace incluso más tiempo, escribimos que si bien “somos conscientes de que han habido épocas y zonas con distintos grados de incomprensión entre nuestras comunidades” también sabemos que es una bendición la existencia “de una enorme pluralidad de culturas, ideas, razas e idiosincrasias”.

Al compromiso lo dimos en llamar “la declaración de Córdoba” en referencia a la ciudad argentina en la que nos reunimos para rubricarlo, sin dudas recuerda a la Córdoba de España, donde siglos atrás en ese mismo espíritu judíos, musulmanes y católicos convivieron en diversidad. Córdoba fue cuna de pensadores trascendentales para el judaísmo y la humanidad como Maimonides, y la cultura española también se nutrió de la presencia islámica de la península, un ejemplo es el flamenco.

A los prejuicios los combatimos con conocimiento fraternal, que surge del diálogo entre las religiones. Así es como comenzamos a construir convivencia. Continuamos con coraje dando pasos firmes en la dirección correcta. Y finalmente, cuidamos esa convivencia que alcanzamos.

En un año tan complejo y sombrío como el que despedimos, alzo mi copa para que en el año que comienza, seamos capaces de desplegar con una alegría renovadora, ese espíritu común de las Córdobas. Para ello, por más que seamos personas de fe no debemos esperar a la providencia divina, sino que debemos apelar al encuentro del otro. Shana Tova para todos y todas.

El autor es Comisionado para el Diálogo Interreligioso del Congreso Judío Mundial.

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