Cornadas y más cornadas
Los partidos tienen que abandonar el burdo tacticismo en la lucha contra la pandemia
Cada fuerza política define sus prioridades para someterlas a la consideración de los ciudadanos en unas elecciones. En ningún programa estaba previsto que surgiera una emergencia sanitaria, así que ninguna formación propuso su plan para combatir la pandemia, que cayó como un auténtico mazazo y complicó las cosas. Es lógico que cada partido quiera seguir adelante con sus objetivos. Para algunos, la independencia de Cataluña sigue siendo lo más relevante. Hay otros que no quieren postergar su proyecto de cambiar el modelo de jefatura del Estado y quieren quitar la monarquía para poner la república. Los hay que siguen considerando esencial bajar los impuestos, aunque la situación pudiera exigir que se incrementen para sostener los gastos inevitables que se están haciendo para cubrir las necesidades de los más frágiles frente a un varapalo económico que va a dejarlos en una situación todavía más delicada. La lista puede ser larga: más o menos Europa, mayor o menor dureza con los inmigrantes, reforzar los mecanismos de control de la competencia o debilitarlos, tocar el diseño de la Administración o que las cosas sigan como están.
Con frecuencia se escucha ahora mismo una queja unánime: se les está pidiendo a los políticos que dejen ya de darse cornadas en el Parlamento y que trabajen de una vez para arreglar las cosas. Los partidos podrían contestar, y no les faltaría razón, que el acuerdo que tienen con sus votantes es hacer lo posible para que salgan adelante medidas que se acerquen a sus promesas electorales. ¿Dónde queda entonces la lucha contra el virus? Por lo que se ha visto desde el estallido de la crisis ha entrado a formar parte de la mera batalla partidista. Es decir, de las cornadas, si es que uno se atiene a la forma que se está imponiendo como la marca de hacer política en este país. Juan Benet habló de la “táctica del carnero” cuando escribió sobre las operaciones militares durante la Guerra Civil, y lo hizo para referirse a la falta de planes estratégicos del Ejército franquista: sus generales lo redujeron todo a “embestir de frente contra la testuz del adversario, un procedimiento que ningún tratadista se atreve a mencionar sin menosprecio”.
Algo parecido está ocurriendo ahora. Afortunadamente, no existen en este momento trincheras desde las que se estén disparando unos españoles contra otros hasta matarse. Las armas han sido sustituidas por la propaganda, pero el procedimiento es el mismo: embestir contra la testuz del adversario. Una y otra vez, de manera incansable, sin la menor imaginación, sin explicarse ni hacer pedagogía: se da el golpe con el mayor ímpetu, y luego se vuelve a coger carrerilla para sacudir de nuevo con una intensidad mayor. Y punto.
A los partidos les toca ahora, ante una situación imprevista, adecuar sus valores a un nuevo proyecto para responder a estas circunstancia anómalas. Pero ni uno solo de estos ha mostrado un plan estratégico para salir de este desastre. Y a estas alturas ya no se trata solo de proteger la salud de las personas frente a un virus esquivo y destructivo, es imprescindible también construir las líneas maestras para salir adelante de una crisis económica devastadora. ¿Dónde se habla y se discute de estas cosas, en qué lugar se puede saber qué pretende cada formación política? En el Parlamento, por lo que se ha visto hasta ahora, no.
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