Europa persevera
Ursula von der Leyen refuerza el Pacto Verde como estrategia de futuro
El primer discurso del estado de la Unión de la presidenta Ursula von der Leyen, pronunciado ayer, no pasará a los anales de las grandes innovaciones ni de las apuestas más arriesgadas. Pero entre la mezcolanza de alusiones a múltiples temas —ese afán de no dejar nada sin evocar, lo que relativiza las verdaderas prioridades—, la presidenta de la Comisión supo transmitir el mensaje de que la Unión Europea será perseverante en la persecución de compromisos clave. Como la estrategia del Pacto Verde, sobre el que adelantó un aumento de la exigencia de la reducción de los gases de efecto invernadero, desde el actual objetivo del 40% al 55%, en 2030. Lo que completó con el anuncio de que un 30% de los 750.000 millones que el Ejecutivo comunitario captará en el mercado para financiar el plan de recuperación económica provendrá de eurobonos verdes.
Esta vinculación entre la prioridad política de reforma ecológica del modelo de crecimiento y la política económica expansiva es prometedora, y bien habría valido más detalle. En todo caso, también la perseverancia en el estímulo a una política fiscal expansiva de todos los Estados miembros y en el plan común de recuperación y resiliencia resulta destacable. “No es el momento de retirar los apoyos” a la recuperación, insistió.
El mensaje está en sintonía con los lanzados la pasada semana por otras instituciones de la Unión, como el Eurogrupo. Su nuevo presidente, el irlandés Paschal Donohoe, se comprometió a que “no habrá ninguna parada repentina, ninguna política que lleve al borde del precipicio y en general la política fiscal seguirá apoyando la economía”. Y el Ecofin, que abogó por una imposición mínima de sociedades y una tasa digital para nutrir el endeudamiento común. Con mayor ambigüedad se expresó la presidenta del BCE, Christine Lagarde, pero fue discreta y oportunamente corregida por varios consejeros, que aseguraron la continuidad del enorme esfuerzo de financiación monetaria.
Aun siendo valiosa esa coincidencia entre instituciones —porque reafirma el reto común—, y muy sustantivos los específicos compromisos climáticos y económicos de la Comisión, debe resaltarse la debilidad o la carencia de posiciones fuertes en otros expedientes muy urgentes. Así, la gravedad del desafío populista británico, que amenaza con quebrar lo ya pactado, no puede despacharse solo con una frase agudamente recopilada de Margaret Thatcher sobre el deber de cumplir los acuerdos. Y el precario resultado de la coordinación europea en varias fases de la pandemia o la evanescencia de esta Comisión en el escándalo migratorio —veremos la semana próxima la calidad de sus nuevas propuestas— merecían al menos una autocrítica y algunas críticas. No las hubo.
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