Se acerca el invierno… ¿Estamos preparados?
Esta vez, todas las intervenciones de salud pública deberán llevarse a cabo correctamente y con determinación. No es el momento de que nos preocupemos, sino de que nos ocupemos
Se acerca el invierno y los “caminantes blancos” toman aquí forma de coronavirus amenazantes. Y es que este invierno, España (y todo el hemisferio norte) puede llegar a enfrentarse a una “tormenta perfecta” propiciada por el resurgimiento de la covid-19, los casos de gripe estacional y el retraso en la atención de los enfermos crónicos debido a las urgencias de la pandemia; a lo que se suman los efectos del colapso económico y la depresión social.
Las academias e institutos médicos y científicos de otros países (como el Reino Unido o Estados Unidos) han hecho informes sistematizando los escenarios y las prioridades potenciales de acción. En España, da la impresión de que es la improvisación la que preside nuestras acciones. Y aunque lo cierto es que no se nos da mal, el tema es demasiado serio y deberíamos no dejar nada al albur en este contexto.
Ya hemos visto las primeras sentencias judiciales desmontando decisiones como la prohibición de fumar en terrazas de los bares, que estaban avaladas por el sentido común y el conocimiento científico (de hecho, por muy legal que sea, se sabe que el tabaco produce enfermedad y muerte en cualquier circunstancia, y más aún en el contexto de la covid-19, donde supone un riesgo tanto de transmitir la enfermedad como de cursarla grave). También hemos contemplado manifestaciones de “negacionistas” apoyadas por algunos personajes mediáticos. En el peor de los casos, pueden surgir más disturbios civiles en un momento en que la cohesión social sería imprescindible, y todo ello puede potencialmente acompañarse de desbordamiento y falta de acceso a fondos sociales. No afirmo que todo eso vaya a pasar, pero todos ellos son escenarios potenciales. Y para afrontarlo con garantías, como decía el Dalai Lama, hay que “esperar lo mejor, pero estar preparado para lo peor”.
Por ahora sabemos que el Instituto para la Métrica de Salud y Evaluación (IHME) de la Universidad de Washington predice un resurgimiento de la covid-19 en la mayoría de los países del hemisferio norte, y en particular en los que el uso de la mascarilla no es generalizado. A partir de septiembre, y a medida que las interacciones sociales de estudiantes y profesionales aumenten y más gente comience a reunirse en espacios cerrados, se darán circunstancias propicias para el incremento de la transmisión de la covid-19. Con todo, es previsible que aumente la propagación del coronavirus, mientras es poco probable que haya una vacuna disponible antes de 2021. Tampoco existe suficiente inmunidad de grupo, y desde luego no parece que nadie tenga especial interés en el confinamiento generalizado, como el que ya sufrimos durante la primera parte de la pandemia.
En estas circunstancias, todas las intervenciones de salud pública deberán llevarse a cabo correctamente y con determinación esta vez (no se implementaron de forma adecuada hasta ahora, primero porque inicialmente estábamos desprevenidos y sin recursos, y después porque no se han hecho los deberes). Necesitamos una mejor vigilancia epidemiológica, pruebas y rastreo que aseguren detección temprana y respuesta inmediata (aislamiento de infectados y cuarentena de los contactos), separando los cuidados a los casos de covid-19 de la atención clínica de rutina y de emergencia, y asegurando la protección del personal. Junto a ello, poner especial énfasis en la intervención temprana en los ambientes de atención de alto riesgo y lugares de trabajo. Todo lo anterior puede supervisarse de forma más ágil si se sigue metodología de cuadro de mandos integral y se despliegan aplicaciones de rastreo. Además, puede ser útil la cuantificación de virus en aguas residuales/fecales para identificar entornos de alto riesgo. En paralelo a todo lo expuesto hasta ahora, por supuesto es básico divulgar y activar medidas de información, educación y promoción de la salud, pidiendo a la población que se involucre en defensa del bien para todas las personas, a través de la distancia física, el llevar sistemáticamente las mascarillas y mantener buena higiene de manos. Y todo ello sin olvidar complementariamente la limpieza y desinfección de espacios públicos.
Como aspecto de particular relevancia, tenemos que anticiparnos a la temporada de gripe estacional y deberíamos prepararnos ante la eventualidad de que este año sea más intensa. Y es que, aunque el uso de mascarillas por la población, el lavado de manos y la distancia física pueden hacer que los procesos infecciosos de transmisión respiratoria se prevengan, la vacunación contra la gripe emerge como una intervención particularmente recomendable en este contexto. Sabemos que las Comunidades Autónomas han anunciado la adquisición de más reservas de vacunas contra la gripe estacional, pero es fundamental cómo se hará el despliegue de la campaña de vacunación. Deberíamos insistir en la trascendencia de que el personal de salud apoye la vacunación, para el propio personal y para sus pacientes.
Y si todo lo anterior no es suficiente, el estancamiento en la situación económica puede provocar un incremento aún mayor del paro, con los consiguientes efectos adversos en dimensiones de salud física, mental y social. Aunque las medidas económicas y sociales anunciadas parecen mostrar sensibilidad, la tramitación de expedientes para ayudas ante el desempleo parece estar realizándose de manera muy lenta, generando frustraciones. También habrá que vigilar el impacto en las desigualdades en materia de salud o den alguna protección a las comunidades desfavorecidas.
Este instante es el momento de actuar, no de la celebración ni de la lamentación. No es el momento de que nos preocupemos, sino de que nos ocupemos. Es imprescindible constatar que hay un entendimiento político y científico, y un compromiso de acción para evitar los efectos de una gran segunda ola de covid-19.
Movidos por ese espíritu, una veintena de investigadores y especialistas en salud pública españoles propusimos a través de carta publicada en la revista The Lancet el pasado 6 de agosto, y con posterior respaldo de más de cincuenta sociedades médicas y científicas, que se llevara a cabo una evaluación independiente de la respuesta ante la covid-19 en España. Como ya se apuntó, la evaluación debería incluir aspectos como la toma de decisiones, las capacidades de los sistemas de información, las necesidades de recursos humanos y financieros, la disponibilidad o carencia de infraestructura, el acceso a tratamientos y a elementos diagnósticos, las necesidades de investigación, o cómo garantizar el cuidado de los grupos vulnerables. Dejamos explícito que esa iniciativa no debería concebirse como un instrumento para asignar culpas, sino para identificar áreas en las que la salud pública y el sistema de salud y asistencia social deben mejorarse. Y es que más que la búsqueda de culpables, nos obsesiona la búsqueda de soluciones.
Como decía Gabriel García Márquez, “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”. Y en ese relato de esperanza, de sinergia y de un mundo más saludable y más justo tiene gran responsabilidad toda la sociedad. El relato dependerá de lo que hagamos ahora. Y no podemos perder un minuto porque… se acerca el invierno.
José María Martín Moreno es doctor en Epidemiología por la Universidad de Harvard y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia.
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