_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La lujuria

Sea cual sea la opinión de los lectores al respecto, creo que convendrán conmigo en que a los pecados les pasa como a los delitos: que no se heredan

Lola Pons Rodríguez
El Rey Felipe VI  junto a su padre Juan Carlos I y la Princesa Leonor en Palma de Mallorca, en abril de 2018.
El Rey Felipe VI junto a su padre Juan Carlos I y la Princesa Leonor en Palma de Mallorca, en abril de 2018.JAIME REINA (AFP)

La palabra lujuria procede del latín luxus y posee el significado conocido del placer carnal tenido por pecado, pero alberga también un segundo significado menos común y muy poco empleado: lujuria es en español el exceso y la opulencia. Nuestros antepasados tenían tan poco que escrituraban hasta las sillas y los paños, posiblemente la única demasía que podían permitirse era la que solo dependía de echar el pestillo y disfrutar con el cuerpo propio o ajeno. Por eso, en la Edad Media la palabra lujuria quedó reducida a su primer significado reprendido como pecado: la lascivia, condenada por el sexto mandamiento. Mi coterráneo Antonio de Nebrija traducía la palabra lujuria como mulierositas, pensando en su horizonte que todo placer carnal estaba asociado al cuerpo de las mujeres. Pasaron siglos, hasta mediados del XVII, para que la voz lujo, hermana de lujuria y también derivada de luxus, se extendiera en la lengua española como forma de nombrar la suntuosidad.

La tontuela pregunta que se mantiene en algunas entrevistas de “¿qué te llevarías a una isla desierta?” nos invita a considerar qué tenemos por imprescindible y qué es un lujo. Si, a la luz de las noticias de este verano, propusiéramos esa pregunta sobre nuestro Gobierno y su organización, cabría dudar: ¿es un exceso tener 22 ministerios, alguno de ellos mero ascenso de una antigua secretaría general? ¿Es un lujo inmanejable contar con esas decenas de organismos en capas que, competencia arriba, competencia abajo, han mostrado lo complejo que les resulta organizar el flujo de la gente en la calle ahora que su regulación se muestra vital? Si aplicamos la pregunta a nuestra Monarquía constitucional, ¿es un lujo tener un rey? La monarquía es una tradición europea, y quedan cerca buenos ejemplos de monarquías de este continente con más valores democráticos que algunas repúblicas de otros lares; los reyes, dentro del papel que les otorgan sus respectivas constituciones, son buenos agentes de visibilidad internacional y de diplomacia, no mediatizados por las gafas reductoras del partido político de turno. Pero el debate social planteado en este verano parece en realidad más relacionado con la real lujuria, con la mulierositas y sus consecuencias, que con los fundamentos del 78. Sea cual sea la opinión de los lectores al respecto, creo que convendrán conmigo en que a los pecados les pasa como a los delitos: que no se heredan.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lola Pons Rodríguez
Filóloga e historiadora de la lengua; trabaja como catedrática en la Universidad de Sevilla. Dirige proyectos de investigación sobre paisaje lingüístico y sobre castellano antiguo; es autora de 'Una lengua muy muy larga', 'El árbol de la lengua' y 'El español es un mundo'. Colabora en La SER y Canal Sur Radio.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_