La vida con el virus
Angela Merkel, por tercera vez, ha vuelto a salvar Europa
La vida después del virus es la vida con el virus. Se confirma el hecho desagradable de que la covid-19 no desaparecerá por un acto de voluntad. Recuerda a una pesadilla que regresa: que la esperásemos no la hace menos aterradora. Queremos creer que el sistema está más preparado, tenemos más información, hemos podido ver algunas cosas que funcionan y esta semana ha habido noticias esperanzadoras sobre las vacunas. Pero hay muchos ejemplos de improvisación y chapuza: en cuestiones sanitarias (como la escasez de rastreadores) o aspectos legales (como la vulneración del derecho al voto de los enfermos en las elecciones gallegas y vascas).
Al principio de la pandemia pensábamos en el miedo físico, en la protección de los seres queridos, en el sistema de salud y sus trabajadores. Había un cerco, cada vez más estrecho: si tenías suerte y no enfermabas o no enfermaba nadie próximo, veías cómo amigos perdían a familiares, o se angustiaban por sus padres en residencias. El funeral de Estado de la semana pasada fue un reconocimiento público de un inmenso dolor privado.
Ahora esos temores vuelven y los problemas económicos son más agobiantes: empezamos a calcular los daños pasados y vemos que se acercan nuevos. La pandemia ha mostrado fallos de organización de Estado y Administraciones: los mismos problemas persisten en este segundo brote. Se ha reconocido el esfuerzo de algunos colectivos (como los sanitarios) pero menos el de otros (como quienes tenían que trabajar de cara al público). Ha revelado una nueva fractura entre quienes pueden teletrabajar o no. Ha intensificado dinámicas malsanas: de la desprotección de los débiles a la polarización en países como el nuestro. Para muchos comentaristas la pandemia muestra la necesidad de un nuevo contrato social más justo; ha evidenciado la incompetencia letal de populistas como Trump, Bolsonaro y López Obrador. En España ha mostrado también docilidad: no tanto por la responsabilidad de los ciudadanos, que ha sido alta, sino por la esfera pública, con un alineamiento acrítico con los intereses de partido. El avance, con matices pero claro y quizá crucial, en la respuesta europea de esta semana llegó tras unos días de tópicos y maxweberismo de saldo sobre los países frugales. “La deuda, que es lo único que tiene vigencia real en estos tiempos, garantiza la existencia”, ha escrito Mariano Gistaín, y Angela Merkel, por tercera vez, ha vuelto a salvar Europa. @gascondaniel
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