Imprevisión
La Asistencia Primaria se encuentra desbordada sin medidas de refuerzo
La situación de desbordamiento que vive la Asistencia Primaria era previsible y es lamentable que no se hayan tomado a tiempo las medidas de refuerzo necesarias. Las administraciones sanitarias responsables, en este caso las comunidades autónomas, no han actuado con la suficiente anticipación. Y el Ministerio de Sanidad ha tomado escasas medidas para asegurar que al terminar el estado de alarma hubiera una red de vigilancia que hiciera frente a los posibles rebrotes. A esta situación han contribuido dos factores: la falta de agilidad organizativa, y de nuevo, un cálculo equivocado sobre el comportamiento del virus. Se esperaban rebrotes puntuales, pero menos de los que se han producido. La mayoría de las comunidades había orientado su estrategia a contener una posible segunda oleada en otoño, pensando que tendrían un margen de tiempo del que no han dispuesto.
La Asistencia Primaria es ahora el dique de contención de la covid-19, pero ese muro está debilitado y en riesgo de desbordamiento. Si eso ocurre, la pandemia puede desbocarse de nuevo. En los últimos días se ha registrado un preocupante aumento tanto del número como del tamaño de los brotes y están creciendo los ingresos hospitalarios. Hasta 220 focos había ayer activos, y aunque las comunidades más afectadas siguen siendo Cataluña y Aragón, los positivos aumentan en otras diez y algunas de ellas han comunicado más de 50 casos por 100.000 habitantes en la última semana, una cifra a partir de la cual es más difícil evitar la transmisión comunitaria.
Los centros de salud han tenido que hacer frente a una triple sobrecarga sin contar con los medios adecuados. En primer lugar, la avalancha de enfermos crónicos que dejaron de atenderse durante la fase aguda de la epidemia, muchos de los cuales llegan ahora deteriorados por la falta de continuidad en la asistencia. En segundo lugar, el seguimiento y control de las secuelas que ha provocado la propia covid-19, como dificultades respiratorias y secuelas neurológicas y vasculares que precisan atención. Por último, la detección y seguimiento de los nuevos contagios y sus contactos, en este caso en colaboración con unos servicios de salud pública y epidemiología también infradotados. El número de agentes de salud destinados a tareas de rastreo es del todo insuficiente. Y a ello hay que añadir que una parte del personal está de baja o ha tomado vacaciones para poder estar a pleno rendimiento en otoño.
El virus se expande de nuevo y si no se toman medidas más eficaces, es cuestión de tiempo que los contagios vuelvan a alcanzar incrementos exponenciales. Con el agravante de que el cambio de perfil de los nuevos contagiados hace más difícil su localización y control. Los rebrotes están ahora muy ligados al ocio nocturno y a los contactos sociales entre jóvenes, con lo que la edad media ha bajado —uno de cada tres infectados tiene menos de 30 años— y también la gravedad de los síntomas. Pero más de la mitad de los nuevos diagnosticados son asintomáticos, por lo que transmiten la enfermedad sin ser conscientes de ello. El número reproductivo se encuentra en estos momentos en 1,3 contagiados por cada caso nuevo, y si el virus circula más, cada vez hay más posibilidades de que alcance también a personas vulnerables y de mayor edad.
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