Gracias, Mark Rutte
Para España lo importante es la lección que debemos aprender: llevar a cabo las reformas pendientes, saber gastar de forma productiva, seleccionar los sectores en los que invertir
Ha sido un acuerdo histórico para Europa y para España. Lo ha dicho Pedro Sánchez y estoy plenamente de acuerdo. Para la Unión Europea porque se ha roto el prejuicio de que las diferencias que separaban a los países del Norte de los del Sur, los del Este de los del Oeste, los grandes y los pequeños, eran insalvables. Hablando, renunciando, negociando, tras duros y complicados debates, los Estados se han puesto de acuerdo porque saben que todos vamos en el mismo barco y en una navegación lo más importante es evitar el naufragio.
Las líneas generales del acuerdo se han establecido y ahora falta aplicarlas. Hay zonas oscuras que se deberán aclarar, han negociado los Estados dejando a un lado a la Comisión Europea, todavía estamos en la Europa de los Estados y no en la Europa integrada. Pero un principio fundamental ha quedado a salvo: la solidaridad. Y la solidaridad es la base de la integración. Sin la pandemia y sus consecuencias económicas y sociales nunca habríamos llegado a este acuerdo. Como todos los Estados en la historia, la Unión Europea se ha ido consolidando siempre en momentos de crisis y necesidad; así ha sido también ahora. Si lo que se aprobó ayer de madrugada no es exactamente la tan anhelada “mutualización de la deuda”, se le parece mucho. No nos lo hubiéramos creído hace solo seis meses.
Pero también es un acuerdo histórico para España porque inevitablemente aprenderemos a gobernarnos porque sabemos que estaremos vigilados y, si no cumplimos con los acuerdos europeos, se nos castigará. Los fondos prestados los deberemos devolver, las transferencias estarán condicionadas al cumplimiento de los objetivos acordados. Ya no podemos hacer más derroches inútiles y perjudiciales para que el partido en el poder siga ganando elecciones. La demagogia ha terminado.
Gracias, Mark Rutte, por lo que nos has enseñado en estos días: nada es gratis, todo préstamo se debe devolver, toda subvención debe emplearse para fines que aumenten la riqueza de todos, sólo en último término hay que gastar para asistir al desvalido. La sopa boba se ha acabado, el populismo facilón ha quedado desenmascarado, estamos en tiempos de justicia, no de asistencia social.
Para España lo más importante no son los fondos que vamos a percibir en los próximos años, sino la lección que debemos aprender: llevar a cabo las reformas pendientes, saber gastar de forma productiva, seleccionar los sectores en los que hay que invertir. Ahora es el momento de reorganizar las Administraciones, reorientar la educación, invertir en nuevas tecnologías y energía verde. Confío en que esto sea así solo por un motivo: porque estaremos condicionados en el gasto y vigilados para que estas condiciones se cumplan. Quizás hayamos entrado, por fin, en Europa, en la Europa frugal, naturalmente.
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