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Columna
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Racismo y pasta de dientes

Tras las protestas antirracistas en EE UU, la empresa que fabrica el dentífrico estrella en China va a repensar toda la marca para no ofender

Ana Fuentes
Pasta de dientes Darlie en un supermercado de Shanghái.
Pasta de dientes Darlie en un supermercado de Shanghái.ALY SONG (Reuters)

En China, el dentífrico es un negocio tremendo. Gustan mucho el sabor de té verde y el de estofado picante, pero la estrella es Darlie, que en mandarín se dice literalmente “pasta de dientes de negro”. Su logo es un hombre con la cara pintada, esmoquin y chistera, como los artistas de minstrel americanos del siglo pasado. A ellos quiso parodiar la empresa Hawley & Hazel para lanzar su pasta de dientes en Shanghái en 1933. Cuando Colgate Palmolive compró la mitad de la compañía, en 1985, introdujo pequeños cambios, aunque en chino siguió llamándose igual.

Ahora, tras las protestas antirracistas en Estados Unidos, la multinacional dice que va a repensar toda la marca para no ofender. Pero, curiosamente, quienes se han molestado son los chinos, que se burlan de la corrección política blanca.

El affaire Darlie ha encendido las redes sociales chinas. Muchos critican la doble moral occidental. Los más radicales se mofan de la baizuo, la izquierda liberal blanca, que les parece ingenua y elitista. Es verdad que en Internet en China uno nunca sabe qué comentarios son espontáneos y cuáles están pagados por el Gobierno. También, como en todos lados, hay gente que se dedica simplemente a intoxicar los debates. Lo interesante es que los medios oficiales más nacionalistas, como el Global Times, también siguen esa línea: algunas empresas occidentales son débiles porque se pliegan a las presiones del movimiento Black Lives Matter.

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Pekín siempre se ha quejado, y con razón, de que líderes como Donald Trump hayan querido asociar el coronavirus a China. Por culpa de ese señalamiento, muchos ciudadanos de origen asiático han sufrido ataques y presión de sus vecinos en Estados Unidos. Pero en este caso, el Partido Comunista está jugando a un doble juego. Por un lado, mezcla ciudadanos y Gobierno al hablar de China y acusa de racista a todo el que critica el sistema político chino. Por miedo a parecerlo, muchos analistas y Gobiernos caen en la trampa y rebajan el tono de los reproches. Por otro, Pekín está aprovechando el filón de las contradicciones de Occidente: la culpabilidad, la infamia del racismo pasado y presente, el progresismo que no halla su lugar.

Además, la discriminación racial existe también en China. No hay más que seguir lo que ocurre en Xinjiang con la minoría musulmana uigur. O preguntarle a los africanos que viven en Cantón y que salieron en cuanto pudieron de allí cuando empezó la pandemia. Los echaron de sus pisos y de los hoteles, y les negaron la entrada a restaurantes y centros comerciales, aunque no tenían síntomas ni habían estado en contacto con ningún contagiado. Ojalá el problema fuera el nombre de la pasta de dientes.

@anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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