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Columna
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Repensar el país

Europa ha configurado, esta vez sí, su respuesta pensando en una recuperación colectiva y un futuro mejor para las próximas generaciones. España tiene que aprovechar esta oportunidad

Mariola Urrea Corres
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado 19 de junio, en la reunión del Consejo Europeo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado 19 de junio, en la reunión del Consejo Europeo.J. M. Cuadrado (EFE)

El próximo 17 de julio el Consejo Europeo se reunirá con el propósito de acordar el Marco Financiero Plurianual de la Unión Europea para los próximos siete años. Un momento importante para España en la medida que dicho instrumento contiene el Plan Europeo de Recuperación con recursos encaminados a reparar los daños que ha provocado la pandemia. Todavía quedan muchos detalles por concretar en los próximos días hasta garantizar el apoyo de todos los Estados: la cantidad final (500.000 millones como decía la propuesta franco-alemana o 750.000 millones como propone la Comisión Europea), los países que podrán acceder a este instrumento financiero (todos o los más castigados por la pandemia), la proporción entre créditos y ayudas directas o las condiciones que el acceso a esos fondos tendrá aparejadas (macro-condicionalidad o no), entre otras. Tras su aprobación en el Consejo Europeo, la iniciativa será votada también en el Parlamento Europeo y sometida a ratificación en cada uno de los parlamentos nacionales.

Si el Plan, como es previsible, sale adelante, España tendrá acceso potencial a una cantidad significativa de recursos. Con todo, que el dinero llegue a España va a exigirnos todavía un esfuerzo importante en, al menos, dos áreas de trabajo. La primera tiene que ver con la compleja tarea de imaginar la España qué queremos ser después de la crisis y, en consecuencia, definir aquellos sectores en los que resulta más oportuno actuar sin dilación para anticipar su materialización. La segunda dimensión está orientada a la difícil labor de traducir un ejercicio de pensamiento estratégico en propuestas tangibles, en proyectos concretos susceptibles de poder ser abordados a través de una financiación europea que, como es ya conocido, se ha orientado a la digitalización y la economía verde. Lamentablemente no disponemos de mucho tiempo para afrontar ambos ejercicios con calma. Debemos hacerlo, más bien, con la urgencia que impone la necesidad de hacer que nuestra economía retorne pronto a la senda de un crecimiento rápido y más sólido. La tarea no es sencilla, pero desgraciadamente no tenemos alternativa.

Afrontar la misión con ciertas garantías hace imprescindible contar con todo el talento disponible en el país. De ahí que sea tan urgente identificar las estructuras públicas y privadas —a escala nacional y autonómica— que estén mejor capacitadas para la exigente tarea definir el futuro y acelerar su consecución. Se trata, sin duda, de una necesidad que deja la pandemia, pero también tiene mucho de oportunidad que sería de necios no saber aprovechar. El momento invita a impulsar planteamientos pragmáticos que orienten el esfuerzo técnico a mapear España para identificar las necesidades concretas de país y traducirlas en proyectos capaces, por su calidad y cantidad, de aprovechar de forma eficiente la respuesta que, esta vez sí, Europa ha configurado pensando en una recuperación colectiva y un futuro mejor para las próximas generaciones. ¿A qué estamos esperando?

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Sobre la firma

Mariola Urrea Corres
Doctora en Derecho, PDD en Economía y Finanzas Sostenibles. Profesora de Derecho Internacional y de la Unión Europea en la Universidad de La Rioja, con experiencia en gestión universitaria. Ha recibido el Premio García Goyena y el Premio Landaburu por trabajos de investigación. Es analista en Hoy por hoy (Cadena SER) y columnista en EL PAÍS.

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