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Columna
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¿Adónde vas Estados Unidos?

Donald Trump actúa irritado ante la posibilidad, ya no tan remota, de perder la presidencia en noviembre

Francisco G. Basterra
La Guardia Nacional resguardando las afueras de la Casa Blanca.
La Guardia Nacional resguardando las afueras de la Casa Blanca.Jonathan Ernst (Reuters)

El presidente Trump cree estar asediado en El Álamo y ha acudido a los militares para que lo liberen, en un espectáculo de república bananera, cuando realmente es un niño mal criado, solo en la guardería de la mansión presidencial, abandonado por los adultos que lo cuidaban y que ingenuamente creímos que le harían entrar en razón encauzando sus peores impulsos. Pero él continúa impertérrito el disparate de su presidencia, de rabieta en rabieta. Trump ordenó estacionar a las afueras de Washington tropas de combate de la 82 División Aerotransportada, listas para apagar los motines de la “izquierda radical anarquista, terroristas”. El 1 de junio, sus principales asesores, su hija Ivanka y su yerno, Jared Kushner, le recomendaron cruzar la plaza Lafayette y, Biblia en mano, hacerse una foto de propaganda frente a la iglesia de los presidentes.

Doble desatino, para el que hubo que despejar la plaza de manifestantes utilizando a la Guardia Nacional y a dos helicópteros en vuelo rasante como una operación de castigo en Vietnam, pero contra la ciudadanía estadounidense. El presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor pidió perdón por su presencia en la plaza, que pudo entenderse como una injerencia militar en asuntos políticos. Mandos militares desobedecieron al presidente y condenaron el intento de usar al Ejército para acallar las protestas.

El presidente actúa irritado ante la posibilidad, ya no tan remota, de perder la presidencia en noviembre, con una recesión económica, un paro disparado y contagiado de un triple virus: el de la covid-19, el final de un crecimiento ininterrumpido de más de 10 años, y el estallido de protesta en todo el país tras la muerte de Floyd bajo la rodilla de un policía blanco. Rebrota, medio siglo después de su desaparición legal, el pecado original de EE UU, el racismo. Trump se reafirma como un presidente racista al frente del supremacismo blanco. Pero hay más combustible detrás de todo esto: la intolerable desigualdad, extrema en el caso del sistema sanitario y las clases trabajadora y media descolgadas del ascensor social. La chispa que puede encender cambios de entidad. ¿Qué ocurre cuando el sueño americano se aplaza?

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¿Adónde vas, EE UU? Por primera vez en la caótica presidencia de Trump aparecen señales de que una mayoría exigua de estadounidenses se pregunta si es el momento de pasar página. Biden, gris honesto, no es el gran inspirador, pero puede ser la figura transitoria. Bastaría incluso con el lema de “puedo hacerlo mejor”. Posee la empatía y la dignidad de las que carece Trump. Este cree estar en 1968, el año de los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, y de los disturbios raciales, para emular a Nixon, como el presidente de la ley y el orden y encabezar la “mayoría silenciosa” en la Casa Blanca. Veremos.

fgbasterra@gmail.com


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