Menos niños

La natalidad prosigue su hundimiento en España. En 2019 nacieron 359.770 niños, la mitad que en 1960 y un 27,3% menos que hace una década, el mínimo histórico desde que se iniciaron los registros en 1941. El análisis de los datos revela que no se trata de un fenómeno coyuntural, sino persistente y con tendencia a agravarse, reflejo de las dificultades que tiene el país para ofrecer un horizonte de seguridad vital a las nuevas generaciones.

Desde el punto de vista demográfico, la caída se explica por la conjunción de tres factores: la disminución del número de mujeres en edad fértil, el retraso en la edad de la maternidad y un menor número de hijos por mujer. No es una cuestión cultural, sino estructural. Aunque los cambios en las expectativas y los estilos de vida pueden influir, no son tan determinantes como las condiciones objetivas, que son las que marcan también la diferencia con otros países europeos. La edad de la primera maternidad se sitúa en 32,2 años, y la proporción de mujeres que tienen su primer hijo después de los 40 años ha crecido un 63% en apenas una década y alcanza ya el 8%. Con la decisión de retrasar la maternidad, muchas mujeres pierden la oportunidad de tener hijos, pues la fertilidad decae mucho a partir de los 35 años.

Los condicionantes sociales que hace un tiempo disuadían a las jóvenes de menos de 30 años de tener hijos se extienden ahora más allá de esa edad, entre ellos la dificultad de acceso al mercado de trabajo, la creciente inseguridad laboral, mayor precariedad y temporalidad y la mayor desproporción entre el precio de la vivienda y de los servicios básicos en relación con el sueldo medio. Lo corrobora también la estadística sobre matrimonios y uniones civiles: la edad media se ha retrasado un promedio de tres años en una década, hasta 38,7 años en los hombres y 35,9 en las mujeres.

Consecuencia de todo esto es la brecha entre el deseo de maternidad y los hijos que se tienen. La mayor parte de las mujeres desearía tener dos hijos, pero muchas al final tienen que conformarse con uno o ninguno. Con una tasa de fecundidad de 1,23 hijos por mujer, estamos muy lejos de poder garantizar la tasa de reposición. Solo la inmigración puede evitar la pérdida de población. En 2019 hubo 57.146 muertes más que nacimientos y el año que viene será peor, pues el exceso de mortalidad provocado por la covid-19 aumentará el saldo vegetativo negativo. Las generaciones que ahora deberían poder formar familia y tener hijos han encadenado dos crisis económicas seguidas. La caída de la natalidad será difícilmente reversible sin políticas transversales que incidan sobre las causas que la provocan.