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Columna
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Una burbuja blanca

El partido de Trump proyecta una visión del mundo hecha a medida de quienes no quieren ceder ni un milímetro más de poder ante las minorías

Jorge Galindo
Protestas ayer en Róterdam por la muerte de George Floyd.
Protestas ayer en Róterdam por la muerte de George Floyd.EVA PLEVIER (Reuters)

Doce años de esclavitud se llevó el Oscar a la mejor película en 2014. Cuando Public Policy Polling preguntó en una encuesta a la ciudadanía estadounidense si estaba de acuerdo con la decisión de la Academia, se encontró con que mientras un 53% de los votantes del Partido Demócrata concurrían, apenas un 15% de los Republicanos consideraba el relato de la vida de Solomon Northup merecedora del premio. Esto, recordemos, sucedía meses antes de que Donald Trump fuese siquiera precandidato. Pero el mismo año en que Michael Brown moría a manos de la Policía de Ferguson (Misuri), desatando la mayor ola de protestas por motivos raciales desde 1992. Entonces, la víctima (que sobrevivió) se llamaba Rodney King.

Hoy, seis años después, las causas de la protesta no han cambiado, sólo el nombre: George Floyd. Para el 84% de los votantes demócratas casos como este son “parte de un problema mayor”. Pero sólo un tercio de los republicanos lo ve así.

Esta reorganización partidista sigue un patrón racial que define una “burbuja blanca” en uno de los dos lados del espectro. Según Gallup, aproximadamente nueve de cada diez votantes republicanos son blancos (un 5%-6% hispano, y apenas 1%-3% de origen asiático o afroamericano). La misma casa de encuestas recogía en 2013 que un 72% de los blancos y un 66% de los afroamericanos veía las relaciones entre razas como buenas. Hoy son un 54% y un 40%. La brecha de percepciones se agranda, y en consecuencia el 78% de los afroamericanos considera que sus compatriotas blancos no entienden bien el grado de discriminación al que se enfrentan día a día (Ipsos Mori).

No es esta una polarización simétrica, ni causada repentinamente por el advenimiento de Trump; tampoco por el de Obama. El partido que controla el poder en el país referencia del mundo libre lleva medio siglo desarrollando una estrategia que culmina en la plataforma nacional-homogénea que es hoy, con una visión del mundo hecha a medida de quienes no quieren ceder ni un milímetro más de poder ante las minorías. Sus escudos retóricos son igual de antiguos: “Ley y orden”, “minoría silenciosa”, veíamos estos días en boca del presidente y sus asesores. Conceptos que puso Richard Nixon en circulación ante los movimientos por los derechos civiles de los años sesenta. Y que hoy resucita el Partido Republicano, dejando claro que está donde siempre ha querido estar. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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