Cacerola
¿Qué más cosas caben en Madrid, mientras la respuesta de su presidenta consiste en copiar la expresión de las Inmaculadas de Murillo para posar ante las cámaras?
Todo ha sucedido en una semana. Primero fueron los test defectuosos, éxito de gestión anunciado a bombo y platillo. Después, y es lo que más me ha dolido, las decenas de miles de plátanos de Canarias gratuitos que no se repartieron con los menús de comida rápida destinados a niños y niñas en peligro de exclusión, porque la Comunidad de Madrid no estaba dispuesta a ir a Mercamadrid a buscarlos. Luego dimitió la directora general responsable de la gestión de la desescalada porque se negó a firmar el informe que el Gobierno de Ayuso presentó para pasar a la fase 1. Por último, los especialistas en Salud Pública han declarado que les parece un disparate el reparto indiscriminado de mascarillas profesionales entre toda la población madrileña. Sobre todo esto flota una inquietante operación aritmética. Si la CAM contrató a 10.000 sanitarios a quienes planeaba despedir tras el cierre de Ifema, si después dijo que había renovado el contrato de 8.000… ¿Cómo es posible que ahora tenga que contratar deprisa y corriendo a 648 para cumplir con las condiciones del ascenso a la fase 1? ¿Es que, en Madrid, 648 no caben en 8.000? ¿Y qué más cosas caben en Madrid, mientras la respuesta de su presidenta consiste en copiar la expresión de las Inmaculadas de Murillo para posar ante las cámaras? Por ejemplo, la campaña de propaganda de Casado, que se salta el confinamiento una y otra vez para hacer apariciones que recuerdan a las del presidente encargado de Venezuela en lugares donde no pinta nada, desde explotaciones ganaderas hasta laboratorios farmacéuticos. ¿A él no le pone multas la Guardia Civil? ¿No puede grabarse vídeos en su despacho, como todo el mundo? Sólo me queda una pregunta más. ¿Por quién suenan en Madrid las cacerolas?
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