La oportunidad de Ciudadanos
Arrimadas ha hecho esta semana lo que debería haber hecho el PP: apoyar el estado de alarma, fijar condiciones y reclamar un calendario para Plan B
El golpe de efecto de Arrimadas no se mide por ser un hito extraordinario, sino por el efecto que ha provocado. De Aznar a Junqueras, desde FAES a Lledoners, se ha tronado contra la sombra de un cambio en el statu quo. Y esa sacudida en el tablero no sucede por nada. Es verdad que el voto positivo a la prórroga del estado de alarma no es propiamente un revés dramático en el guion de la política española: Ciudadanos ya votaba sí. Pero en plena dialéctica entre “estado de alarma o caos” defendido por La Moncloa y “el caos es usted” contra La Moncloa desde la derecha y el independentismo —manca (molta) finezza— el voto de Cs resucitaba la geometría variable capaz de romper la dinámica de bloques. Tanto es así que horas después reaparecía Rivera con un tuit mezquino que cuestionaba la posición de Arrimadas. Esa forma de hacerse notar, ofreciéndose como referente de quienes abandonaban el partido apenas horas después de que la lista de ella obtuviera el 90% de apoyo interno, sugiere que Rivera está donde debe estar.
La reacción contra Arrimadas tiene mucho exactamente de eso: respuesta reaccionaria… que es aquella que aspira, desde la resistencia thermidoriana, a mantener un estado de cosas previo. Abascal tronaba, Rufián clamaba, Lastra se flagelaba, Casado alertaba, Podemos y PNV rajaban… Todos están más cómodos con el estado de las cosas, precisamente el que ha llevado a Ciudadanos a la irrelevancia de 10 diputados. Y eso fue consecuencia de la competición con el PP a partir de 2016, hasta el pacto frustrado en verano de 2019, tres años en los que pasó de partido ilusionante entre la socialdemocracia y el ideario liberal a la foto de Colón. La reocupación del centro es una necesidad pero además una oportunidad. Desde la derecha alertan contra los iliberales de Podemos y desde la izquierda contra los iliberales de Vox; de hecho, unos y otros con razón. Frente al auge de las posiciones populistas radicales, Ciudadanos ha de tener un sitio.
Arrimadas ha hecho esta semana lo que debería haber hecho el PP de no estar marcando a Vox: apoyar el estado de alarma, fijar condiciones y reclamar un calendario para un Plan B. Pero además Arrimadas ha puesto una cuña en la dinámica de bloques. Y aunque el riverismo se aferre a la lógica de la foto de Colón, cuya consecuencia es un Gobierno ahora con Unidas Podemos, esa foto está rota, y, de hecho, cada uno de los tres partidos ha votado algo distinto esta vez. Lo de Cs no es un pacto y no van a saltar por los aires los Gobiernos autonómicos denominados por algunos “trifachitos”, desde luego no ahora, pero sí que salta por los aires el olvido del centro. La estrategia de Rivera, que movió más de dos puntos al partido hasta ser percibido como formación de derecha, no abonó el sorpasso sino el auge de Vox. Desde entonces Ciudadanos había dejado una estela de cierta nostalgia por la oportunidad perdida. Ahora puede apostar por reocupar el centro, un carril muy desocupado. Si hay un camino, está ahí.
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