Marcho porque tengo que marchar
El día que coges un avión, eres un poco como el gato de Schrödinger, que estás y no estás a la vez, depende de cómo se mire: pendulas entre dos sitios y no acabas de estar en ninguno
El día que coges un avión, eres un poco como el gato de Schrödinger, que estás y no estás a la vez, depende de cómo se mire: pendulas entre dos sitios y no acabas de estar en ninguno