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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El desfile de Dior en México: feminismo y preguntas incómodas

Una semana después de que la marca decidiera hablar de los feminicidios en la pasarela en el corazón de la Ciudad de México, feministas, curadoras y expertos en moda analizan el profundo malestar que dejó esa apuesta

Modelos durante el desfile de Dior en el Colegio de San Ildefonso en Ciudad de México el 20 de mayo
Modelos durante el desfile de Dior en el Colegio de San Ildefonso en Ciudad de México el 20 de mayo.RODRIGO OROPEZA (AFP)

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Un grupo de modelos vestidas con la obra de la artista plástica feminista Elina Chauvet, hecha de trajes blancos bordados en hilos rojos con arengas reivindicativas y zapatos colorados, salieron al patio central del colegio San Idelfonso, en la Ciudad de México, para cerrar el desfile de la colección crucero 2024 de Dior. Mientras las mujeres que desfilaban iban apareciendo sobre el patio lluvioso, las letras de la cantante mexicana Vivir Quintana inundaban estremecedoramente el espacio: “A cada minuto, a cada semana, nos roban amigas, nos matan hermanas, destrozan sus cuerpos, las desaparecen. No olviden sus nombres, señor presidente”.

Una gran conmoción se generó entre el público presente, atónito con lo que había pasado en el desfile de una casa tan canónica que no se espera que se meta con temas políticos. Sin embargo, cuando las imágenes del desfile empezaron a rotar públicamente, esa agitación, ese sobresalto de la escena presenciada, empezó a convertirse en una indignación masiva. ¿Podía Dior hablar de los feminicidios en México? ¿Podría ese no ser un acto de visibilización, sino uno de despolitización de las complejas luchas que libran las mujeres en estas tierras? ¿Podría la moda de Maria Grazia Chiuti y el arte hecho por Chauvet hacerle algún bien a las luchas, también simbólicas, del feminismo?

(Pueden ver el momento del desfile al que se refiere este artículo a partir del minuto 16.20 de este video)

Aún con el show en la piel, fue necesario sacudirse de aquel momento y pensar sin los hálitos de lo fantasioso, con cabeza fría y con la ayuda de voces expertas lo que el desfile de Dior había dejado en el ambiente. “Cuando vi las imágenes, y lejos de la bulla de las redes sociales, recordé aquella arenga que profesa ‘¡La revolución empieza por unos cuantos accesorios!’. Una que ha alentado a los movimientos a hacer playeras, carteles, música de hip-hop, fotografías, y que alienta a que hagamos todo lo posible para que se hable de feminismo. Entonces, pensé: hagamos todo… ¿menos pasarelas de diseñador?”, me dijo Baby Solís, gestora cultural, comentarista y curadora de arte mexicana.

“Creo que hay un gran prejuicio con la moda, que suele verse como un lugar impuro, de lujo, de lo más superficial, cuando el mercado del arte, por ejemplo, es también un mercado de lujo, y obras que hacen reflexiones potentísimas sobre las realidades sociales son parte del mercado. Teresa Margolles Sierra es parte del mercado, Minerva Cuevas es parte del mercado. De hecho no veo una gran diferencia entre arte y moda, y aún así el arte ha sido un lugar relevante para ampliar las luchas sociales. Me parece complejo pensar que hay un lugar puro para la protesta social”, afirma Solís. “¿Es la pasarela un lugar legítimo? Quizás no, pero el museo tampoco lo es, la escuela tampoco... No hay lugares ideales, tenemos una vida imperfecta, llena de contradicciones”.

Para la feminista Catalina Ruiz-Navarro, autora del libro Las mujeres que luchan se encuentran y fundadora de la revista feminista Volcánicas, no es que la industria, atravesada toda por el capitalismo, no pueda hablar de derechos humanos o de feminismo. Al contrario, cree que hacia allá deberíamos ir, “pero la pregunta ahí es cuándo, cómo, en qué circunstancias, qué costo tiene que alguien diga algo”, explica.

“Con este desfile pasó algo muy interesante. Sucedió en Ciudad de México y tienes ahí sentados en primera fila a Carlos Slim, tienes el aval del Gobierno y de la empresa privada, y entonces, ahí, este acto de las modelos con sus vestidos bordados con arengas es perfectamente lícito, permitido y es maravilloso, inspirador y generador de conversaciones”, sostiene. “El problema es que en esta misma ciudad, a tan solo unas cuadras del colegio de San Ildefonso, donde se hizo el desfile, cuando las mujeres salen a marchar con las mismas frases escritas en camisetas o en vestidos o en una pancarta, resulta que las sacan a la fuerza con granadas y las violentan, las reprimen. Cuando esas frases aparecen en un cajero automático o en un monumento, se condena, se dice que es beligerante. Ahí hay claramente una injusticia”, sentencia Ruiz-Navarro.

Cuando la investigadora Nelly Lara, del Centro de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y experta en los cruces entre vestido y feminismo vio las imágenes del desfile pensó, por su parte, en la autora inglesa Angela McRobbie, quien habla del postfeminismo como la manera particular que emplea el neoliberalismo para hacer la difusión de un ‘supuesto feminismo’.

“Lo que ella advierte es que, a la par de los procesos de globalización, el feminismo llega a nuevos lugares de los que estaba borrado y con eso sucede un fenómeno ambivalente: por un lado, vemos que hay un rechazo abierto hacia el feminismo como movimiento social, lo vemos cuando hay una marcha o una manifestación, hay un rechazo en los medios hacia lo que hacemos y cómo lo hacemos”, dice Lara. “Pero, también, esta ambivalencia provoca que se haga una difusión particular de un feminismo no comprometido, o un feminismo light. Yo en este desfile veo una simplificación de la lucha feminista, la gran pugna política que han hecho las mujeres está siendo borrada por un feminismo light o comercial, que conlleva a una profunda despolitización”.

Modelos durante el desfile de Dior el 20 de mayo en Ciudad de México.
Modelos durante el desfile de Dior el 20 de mayo en Ciudad de México.RODRIGO OROPEZA (AFP)

El contexto en el que se dio el desfile sin duda cobró un carácter protagónico en toda la polémica. El desfile de Dior sucedió en México, en el contexto de la cuarta ola del feminismo, en el momento en el que las latinoamericanas se están convirtiendo en portavoces de esta resistencia a nivel global. “Justamente por las luchas políticas que se están dando en este momento, estas no se pueden simplificar. La lucha es mucho más profunda. La situación es más compleja, como para que una marca la manosee y, además, se vincule con uno de los temas más dolorosos que aquí vivimos en carne propia, que es el feminicidio”, añade Lara.

Lo que las críticas del desfile reivindican es que si las marcas, en este caso Dior, tuvieran verdaderas intenciones de trabajar con las víctimas del feminicidio en México, si hubieran querido mandar un verdadero mensaje, la apuesta hubiera sido diferente. “Si quieres ayudar a la erradicación del feminicidio, lo primero que tienes que hacer es preguntarles a las mujeres y ver qué necesitan. Si le haces esa pregunta a las madres que han perdido a sus hijas, nadie te va a decir que les des visibilidad, porque esa visibilidad ya la tenemos desde que mataban a seis mujeres al día y, ahora, que matan 11 mujeres, esa visibilidad no ha sido suficiente para que haya un cambio en las políticas públicas. Dior no fue a preguntar: ¿cómo puedo ayudar? Se preguntó a sí mismo y se contestó: dando visibilidad, esa es la manera más sencilla de ayudar sin atender nada de lo neural. Si quieres ayudar tienes que partir de otro lugar de enunciación, sin ese tipo de conversaciones, ese gesto termina siendo completamente vacío”.

Desde los estudios críticos de moda, ese escenario posible del vestir como un lugar de disputas simbólicas tampoco aparece ahora tan claramente como una verdadera plataforma de transgresión política: “Hasta el pasado, la narrativa era que la moda tenía un lugar para romper estructuras, pero yo siento que asistimos a un momento de ruptura y cuestionamiento de ese paradigma, de lo que la moda se supone había sido capaz de hacer”, explica, por su parte, Edward Salazar, del doctorado Latino Studies de la Universidad de California.

“En el marco del capitalismo, esperar que haya una acción pura y desconectada del mercantilismo es muy difícil, y por eso lo que uno puede llegar a decir es que sí han existido momentos en los que las comunidades han usado las herramientas o armas del amo para al menos desestabilizar la casa, pero no derrumbarla, porque no ha sido posible. ¿Entonces la moda con sus pequeñas revoluciones ha transformado algo? Parece que no, no del todo, y estamos revaluando ese paradigma”, añade Salazar.

Para la profesora Nelly Lara, el malestar es fácil de resumirse: “Mientras las mujeres no seamos dueñas de los medios de producción, de las marcas y sistemas de capital, aunque nuestro discurso se ponga ahí como eje de las ventas, difícilmente las riquezas van a llegar a nosotras, difícilmente van a ayudar a nuestras causas, entonces esto se convierte en un proceso de explotación de las mujeres. El feminismo se está haciendo la gran pregunta: ¿Hasta dónde podemos dialogar con el Estado, que es patriarcal, hasta dónde con el capitalismo?”.

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Y para despedirnos, una sugerencia:

🚺 Un evento sobre mujeres:

Este próximo miércoles, 31 de mayo, EL PAÍS organiza, junto a ONU Mujeres y las alcaldías de Ciudad de México y Bogotá, el Diálogo de Mujeres en las Américas. El evento, que tendrá lugar en el Museo Nacional de Antropología de la capital mexicana, y se podrá seguir de manera virtual en las plataformas de este diario, tiene como invitadas a políticas, funcionarias de organismos internacionales, legisladoras, juristas y representantes de organizaciones civiles para conversar sobre los principales retos de las mujeres en la región.

La mesa principal estará moderada por la directora de EL PAÍS, Pepa Bueno, que conversará con la vicepresidenta colombiana, Francia Márquez y la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. También intervendrán virtualmente la la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo de España, Yolanda Díaz, y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López.


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