_
_
_
_

El plan para proteger a los más vulnerables de Mexicali, una de las ciudades más calientes del mundo

En la urbe mexicana ya han muerto 26 personas por golpes de calor en lo que va de año. En julio se batió el récord de temperatura para ese mes, llegando a los 52,4°C

Niños se refrescan en una pequeña alberca en el albergue Cobina Posada del Migrante, en la ciudad fronteriza de Mexicali al norte de México. En julio 2024.
Niños se refrescan en una pequeña alberca en el albergue Cobina Posada del Migrante, en la ciudad fronteriza de Mexicali al norte de México. En julio 2024.Aimee Melo

EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

Dentro de una piscina hinchable, tres niños se echan agua con una manguera. Al lado, un bebé de nueve meses está metido en una cubeta. Su madre lo está bañando para que se refresque. Aunque ya es media tarde, el ambiente es pegajoso y la temperatura ronda los 44 ºC en este gran patio de cemento resguardado del sol por un toldo. Carmen, la madre, dice que la semana pasada fue insoportable. Originaria del Estado Michoacán, México, ella vive temporalmente junto a su hijo y otras decenas de personas en este antiguo motel convertido en albergue que se llama Cobina Posada del Migrante. En la fronteriza Mexicali, capital del Estado de Baja California, esperan a que les den cita para pedir asilo en Estados Unidos y poder así cruzar la frontera.

Según los datos de Protección Civil de Mexicali, el 8 de julio pasado la temperatura subió por encima de los 52ºC, la más elevada para ese mes desde que se tiene registro. Además, sus datos indican que ya han muerto 26 personas por golpes de calor en lo que va de año; el año pasado, murieron 43.

En Hot Cities, la base de datos que se dedica a monitorear las temperaturas en tiempo real en todas las ciudades del mundo, Mexicali apareció en la primera posición durante casi todo el mes de julio. Este año, según reporta el apartado de ciencia de la BBC, la capital de Baja California ocupa el noveno lugar en la lista global de las ciudades más cálidas del planeta, basado en las temperaturas más altas históricamente registradas.

Altagracia Tamayo, directora del albergue Cobina Posada del Migrante, dice que ahí se han llegado a hospedar hasta 460 personas, pero que ahora solo la planta baja está operativa, porque las habitaciones de arriba no tienen refrigeración. Para añadir aires acondicionados, dice, necesitarían decenas de miles de dólares que no tienen.

Además del albergue, Tamayo lleva décadas luchando como activista por los derechos de la comunidad de la diversidad sexual, y también dirige un centro social donde les da de comer y ofrece revisiones médicas. “Aquí damos 200 platos diarios entre el desayuno y la comida”, comenta. Ahora es, además, un punto de hidratación, donde proporciona a los colectivos más vulnerables, sean migrantes o no, agua y suero, así como un espacio donde resguardarse de estas temperaturas extremas. El local cuenta con cinco aires acondicionados, pero la activista asegura que no es suficiente.

“Este año se me ha hecho muy duro. No hay recursos que alcancen. Estoy batallando para estar de pie”. Explica que en estas épocas tan calientes, en gastos de luz paga entre 15.000 y 20.000 pesos (entre 825 y 1.100 dólares), además de los 9.000 pesos de renta (495 dólares). Y dice que todo se complicó desde que “desapareció el fondo de migrantes”, un programa gubernamental de ayuda a esta comunidad que, según explica, fue reducido cuando entró Andrés Manuel López Obrador en la presidencia del país, hace seis años. Ahora, su organización se financia solo a través de donaciones o por convocatorias de proyectos.

La otra cara de la moneda

Julio, cuyo nombre ha sido cambiado para proteger su identidad, no tenía idea de que en Mexicali hacía este calor. “Es terrible”, dice, sentado a la sombra a la hora del almuerzo. Llegó aquí con su esposa y dos niños huyendo del crimen organizado. Esta fue su última opción. Primero fueron a Monterrey, pero allí les encontraron, y tuvieron que escapar a Michoacán. Les volvieron a encontrar y se movieron a Tijuana. Allí tampoco estaban a salvo y por eso terminaron aquí, donde de momento sí se sienten seguros. Pero el calor se hace a veces insoportable, sobre todo cuando Julio trabaja descargando cebollas desde las seis y media de la mañana hasta las cuatro de la tarde. “La mayoría de las personas que están aquí salen a trabajar”, dice, porque necesitan los ingresos.

Por suerte, él está hospedado en el Albergue Peregrino, uno de los mayores puntos de hidratación de la ciudad y también uno de los edificios más preparados para este clima extremo. A la entrada, una placa anuncia que es “el primer edificio inteligente” y que genera energía limpia. Una tablet controla todos los abanicos y las luces del lugar. Además, el edificio cuenta con paneles solares que dan energía a los 56 aires acondicionados en marcha a diario. “No es un lujo”, afirma el director, Aaron Gómez. “Es una necesidad”.

Todos esos beneficios se los pueden permitir porque, como explica Gómez, este es un albergue “municipal, pero recibe ayuda del Estado y del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia nacional (DIF). No es privado, recibe dinero público.

En la puerta de entrada del edificio, el huésped y voluntario Giovani Ortega, de El Salvador, reparte agua y suero a las personas que van llegando, la mayoría en situación de calle. A su lado, dos enormes aparatos sacan aire para rebajar el calor del ambiente, frente a una zona cubierta con una lona, que resguarda del sol 18 camillas para poder descansar ahí.

Juan Hernández hace cola allí para pedir una de esas aguas y un paquete de suero. Él es de Chiapas y lleva tres meses en Mexicali, viviendo en la calle y esperando para cruzar a EE UU. Ahora no es buen momento. En sus palabras, cruzar de manera irregular por el desierto es una locura. “Con este calor ahí sí te quedas tirado y nadie te auxilia. Mejor vale más esperar el frío y se va uno con calma”. Mientras tanto, va sobrellevando las altas temperaturas: “No estaba acostumbrado. En Chiapas era calor enero y febrero, y más calor que aquí. Pero allá hay arroyos donde bañarse, hay ríos que corren. Aquí, ¿donde se va uno a bañar? El canal está todo sucio”.

Osvaldo migrante del estado de Oaxaca en uno de los puntos de hidratación del Albergue Peregrino en Mexicali, Baja California.
Osvaldo migrante del estado de Oaxaca en uno de los puntos de hidratación del Albergue Peregrino en Mexicali, Baja California. Aimee Melo

La respuesta de emergencia

Como el Albergue Peregrino, o el centro social de Tamayo, hay 88 puntos de hidratación repartidos por toda la ciudad que son gestionados por la municipalidad. Estos incluyen albergues, comedores comunitarios y hasta tiendas Oxxo. En esos lugares se han repartido más de 18.700 kits hidratantes, que consisten en agua y sueros. A esos se añaden los dos puntos de la Secretaría de Salud de Baja California, que cuenta también con más de 300 casas de hidratación donde las personas voluntarias, apoyadas por auxiliares comunitarias, ofrecen sus hogares para dar ese servicio a los colectivos vulnerables. En total, estos sitios ya han atendido a cerca de 80.000 personas.

Además, desde hace 19 años, Protección Civil pone en marcha lo que llaman Operativo Golpe de Calor, que consiste en abrir los edificios públicos refrigerados de las 11 de la mañana a las 6 de la tarde. René Salvador Rosado, director de Protección Civil de Mexicali, comenta que el operativo se puso en marcha en 2005 porque ese año, en menos de 10 días, en Mexicali fallecieron 37 personas y se alcanzó una temperatura récord de 50,1ºC, sin que la ciudad contara con ningún plan para paliar esa tragedia.

Salvador también explica que en los últimos 30 años el calor extremo ha aumentado “debido a los cambios climáticos. Empezaron las altas temperaturas por encima de 45 grados centígrados desde la tercera semana del mes de mayo”, y se registró el primer fallecimiento el pasado 30 de mayo. Normalmente las altas temperaturas suelen darse a finales de julio y durante agosto.

Añade que esas condiciones extremas afectan “sobre todo a personas que viven en condición de calle, pero también, por ser una ciudad fronteriza, fallecen migrantes que vienen de otros países o provienen de otras entidades de México donde los veranos no son tan calurosos. Al llegar a estas tierras, naturalmente se ven afectados en su salud”.

Un acuerdo comunitario

Más innovación e imaginación. Eso es lo que le haría falta a Mexicali. Así lo ve la doctora Gabriela Muñoz, profesora investigadora del Departamento de Estudios Urbanos y del Medio Ambiente del Colegio de la Frontera Norte (Colef), y especialista en Complejidad Ambiental: “Las estructuras, las piezas, están ahí, hay que unirlas”. Porque en esta ciudad, por su condición geográfica, siempre va a haber un clima extremo. Por eso, además de atender las emergencias, se necesitan medidas integrales. Según esta investigadora, lo más necesario para hacer de Mexicali una ciudad resiliente sería “un acuerdo comunitario”. Porque según ella, “se da todo el deterioro ambiental por el enorme egoísmo” y, para cambiar eso, se requieren otros “patrones de producción y de consumo”.

A nivel de medidas estructurales específicas, Manuel Zamora, director de Protección al Ambiente del Gobierno de Mexicali, apunta a dos principales. Una de ellas es reverdecer la ciudad. Los estudios de medioambiente de Mexicali demuestran que donde no hay árboles, las temperaturas sobre el suelo pueden subir a más de 50ºC. En cambio, a escasos metros, si hay un árbol, “la temperatura baja considerablemente casi 15°C”, explica. Dado que este clima puede ser mortal para muchas especies, los especialistas están empleando plantas nativas: “Hemos venido promoviendo el uso de la planta mezquite, que es un árbol. De igual manera, estamos trabajando el tema de un árbol que se llama palo verde y que también aporta estos servicios ambientales”. Sin embargo, Zamora asume que para acabar de apuntalar estos cambios se necesitan avances a nivel normativo, algo que todavía no está implementado.

La otra medida es construir de una forma más consciente. El especialista comenta que se necesitan avances legislativos en materia de planificación urbanística y construcción: “Nos hemos percatado que teniendo una casa o comercio bien aislado, bajan los costos de la energía eléctrica. También necesitamos trabajar con el sector que tiene que ver con la planificación, la arquitectura, la ingeniería y el ramo de la construcción, en general, para poder mejorar el tipo de materiales”. Hay que dejar de lado el concreto, especifica, ya que, aunque sea más barato no funciona bien a nivel aislante. Hay que apostar por otros materiales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_