El día que Rita se convirtió en estrella: la tarahumara recluida 12 años en un psiquiátrico en Kansas
El documental ‘La mujer de estrellas y montañas’, narrado en gran parte en lengua rarámuri, revisa este caso de negligencia e injusticia contra una mujer indígena, que evidencia ejercicios de racismo y violencia
Rita Patiño era una corredora rarámuri que amaba el baile, cantar, comer y las fiestas. Tenía conocimientos en herbolaria y llegó a trabajar como matrona. Una de sus caminatas la llevó tan lejos de su comunidad que, sin percibirlo, había dejado atrás su natal Chihuahua. Como buena tarahumara, cruzó a pie decenas de ríos, llanos, barrancos y montañas. Una noche de 1983, la policía de Kansas, en el corazón de Estados Unidos, encontró a Rita en una iglesia, cansada y con miedo, a más de 2.000 kilómetros de distancia de su comunidad en el Cañón de Urique. Sin acceso a un intérprete, fue enviada a un hospital psiquiátrico e inadecuadamente diagnosticada con esquizofrenia.
Durante 12 años permaneció privada de su libertad y despojada de sus derechos, hasta que, gracias a un equipo legal que la auxilió, pudo volver a la Sierra Tarahumara en 1996. Logró vivir los últimos años de su vida con graves secuelas causadas por las medicinas mal prescritas. Con muy pocos recursos y en medio de complejas condiciones familiares y sociales, Juana Osorio, su sobrina —a la que se refieren más como Juanita—, se hizo cargo de ella hasta su muerte, en 2018, cuando Rita se convirtió en una estrella. Las estrellas tienen un rol clave para estos nativos, ya que según su cosmovisión creen que provienen de ellas y que al morir una persona, ésta se transforma en una.
¿Cómo llegó Rita a Kansas? ¿Cómo cruzó la frontera y cómo deambuló por tantos territorios hasta llegar ahí? ¿Por qué nadie hizo el esfuerzo de entender algo más que su rabia? Mukí sopalírili aligué gawíchi nirúgame o, traducido del rarámuri, La mujer de estrellas y montañas es el documental del cineasta mexicano Santiago Esteinou que revisa este caso de negligencia e injusticia, que evidencia ejercicios de racismo y violencia contra una persona incapaz de comunicarse. El filme busca rescatar la vida de una mujer a la que nadie se esforzó por realmente conocerla.
El pueblo rarámuri habita en el norte de México y su forma de nombrarse significa corredores a pie. Sus raíces son: rara (pie) y muri (correr). Esteinou, que comenzó a desarrollar este proyecto en 2016, llegó a la historia de Rita a través de un libro que le prestaron, Born to Run —de Christopher McDougal—, sobre un corredor que se fue a vivir en la Sierra Tarahumara. En una de las páginas mencionaba acerca de una corredora tarahumara que se desplazó desde Chihuahua y que cuando fue recluida, las personas del hospital creían que lo que articulaba eran “balbuceos ilógicos” y, en realidad, ella se expresaba en idioma rarómuri, una variante del rarámuri. Dieron con la ubicación de la familia y se pusieron en contacto para conversar sobre lo que buscaban plasmar en el documental.
“Lo que a nosotros nos interesaba era ir más allá del suceso hospitalario para entender quién era Rita, entenderla como mujer, como humano. Inicialmente habíamos planeado un documental observacional, que sí contará su historia, pero sobre todo fuera muy de seguimiento sobre lo que pasaba en el presente con su vida y con la vida de su sobrina. Esto no se pudo llevar a cabo porque en la etapa inicial de la filmación Rita murió”, cuenta Esteinou.
Esteinou y el equipo de producción pudo convivir con Rita y documentarla de forma espaciada desde 2016 a 2018, tiempo en el que, según el director, se fueron estableciendo “buenas relaciones” con base a la confianza. Sin embargo, el compromiso de hacer una película ya se había establecido y existía una necesidad de terminarla, por lo que surgió la duda de cómo finalizar el filme cuando no tienes a la protagonista.
De este modo para La mujer de estrellas y montañas se recurrió también a testimonios de personas vinculadas a las defensa de Rita en EE UU, conocidos, personas de su comunidad y, por supuesto, la construcción de la relación, cariño y cuidado que su sobrina, Juanita, le dedicó desde que retornó a Chihuahua. Quien también se sumó al proyecto fue Ángeles Cruz, directora mixteca oriunda de Oaxaca, quien aportó su experiencia como actriz y sus conocimientos detrás de la cámara para darle forma a otro de los pilares del documental, que fue la recreación del recorrido que hizo de México a EE UU.
“Hicimos todas estas imágenes que son un poco más evocativas, hasta cierto punto ficcionadas. Lo que intentamos fue hacer el recorrido que Rita pudo haber hecho desde su comunidad hasta Kansas. Fuimos haciendo este recorrido en auto y un poco evocando cosas que, estando ahí, nosotros imaginábamos que ella podría haber vivido. En ese sentido el trabajo con Ángeles fue muy enriquecedor porque es una persona increíble y además muy talentosa”, afirma el director.
Por esta razón, era importante no solo la recuperación y presentación del idioma, sino todas sus connotaciones que implica, desde la cosmovisión, lo ancestral, social y cultural. Para esto se contó, de inicio, con el asesoramiento de Enrique Servín, escritor chihuahuense y destacado defensor y estudioso de las lenguas indígenas, quien fue encontrado muerto con un golpe fuerte en la cabeza en 2019 y cuyo caso permanece en la impunidad. El fallecimiento del activista dejó a la producción huérfana y tratando de encontrarle el sentido a muchos elementos. Fue ahí que surgió la figura de Adrián Moreno, jefe del Departamento de Culturas Étnicas y Diversidad de la Secretaría de Cultura de Chihuahua, quien se interesó en el proyecto por su mirada hacia “visibilizar y fortalecer la atención hacia los pueblos originarios”.
“Pone en tela de juicio [el documental] la importancia del idioma en estas situaciones, sobre todo aquí, respecto al acceso a la justicia y a la salud”, complementa. Moreno califica como importante que la película haya optado por el rarómari como el idioma para transmitir y entender esa otra forma de estar en el mundo, “de interpretar y de entender la realidad”.
“El caso de Rita podrá ser uno que llamó mucho la atención y que fue mediático en su momento, pero es la situación por la cual pasa la gran mayoría de las personas que hablan un idioma originario. Muchas veces esa realidad se folcloriza, diciendo ‘qué bonito bailan’, ‘qué bonito se escucha el idioma’, pero allá lejos. Hay que generar mayor contexto de uso y apoyarlo lo más posible. Que existan más producciones con estas temáticas y que se hablen en los idiomas originarios sobre todo, no solo de Chihuahua, sino de todo el país”, finaliza Moreno.
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