¿Está México preparado para la viruela del mono?
Ante una cifra que supera las 700 personas infectadas en más de 20 países no endémicos, expertos descartan que esta zoonosis africana desemboque en pandemia
Mientras el coronavirus sigue dando sus coletazos, la viruela del mono nos llega como un déjà vu: México nunca ha vivido un brote, pero forma casi parte de un recuerdo colectivo, uno muy reciente: el último invitado que llegó a una orgía, un detectado allí, otros dos más en la otra punta del continente, el turista que aterrizó en tal aeropuerto; el primer caso positivo en el país.
“Debido a cómo se desarrolló la covid y el impacto que tuvo, es imposible no hacer paralelismos con esta zoonosis, pero debemos estar tranquilos. Son virus muy distintos”, explica Francisco Monroy, especialista en epidemiología de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM. “Aunque el riesgo cero nunca existe, no se reúnen los factores necesarios para provocar una pandemia mundial. Mientras que el SARS-CoV-2 es muy pegajoso, muy fácil de contagiar, este no: hace falta el contacto directo y no se puede difundir por el aire”, argumenta el epidemiólogo.
La forma de trasmisión del patógeno de la viruela símica requiere del contacto con sangre, líquidos corporales o lesiones de la piel y mucosas de organismos infectados, lo que limita su propagación. “No solo es diferente el modo de trasmisión, sino la biología del virus”, añade la mexicana Marina Escalera, experta en las interacciones ecológicas entre virus y animales en la Universidad de Oxford y con experiencia en la vigilancia genómica del SARS-CoV-2 en la respuesta global a la covid-19.
En la cadena de infección del agente que causa la zoonosis africana, comúnmente de animal a animal, el humano es un huésped incidental. “A diferencia también del coronavirus, no somo el hospedador natural de este virus, el patógeno no está adaptado a nosotros y, por lo tanto, contamos con la ventaja de mostrarnos menos vulnerables”, aclara Monroy.
La evidencia que existe hasta el momento apunta a que ratas, ardillas, roedores que habitan las selvas tropicales de algunas regiones de África, conforman los reservorios de este patógeno. Pero, como señala Julio Álvarez, veterinario del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET) español, “todavía se desconoce qué mamífero es el reservorio original, donde se crea la infección”. “Lo que es seguro es que nuestra fauna no tenemos la presencia del virus circulando, por lo que el riesgo de pandemia es mínimo”, determina Monroy.
Los pacientes inmunodeprimidos y los niños: las poblaciones más vulnerables
La inmunóloga Laura Díaz-Álvarez, experta en enfermedades infecciosas en la UNAM, también descarta la posibilidad de que el patógeno se extienda de forma masiva. “Pero debemos estar alerta y, sobre todo, cuidar especialmente a la gente más vulnerable: a los inmunocomprometidos, a los que están bajo tratamiento de inmunosupresión y a los niños. Algunos estudios indican que las tasas de letalidad en pacientes pediátricos pueden ser del doble y hasta del triple que en adultos”, señala la inmunóloga. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los cuadros más graves que produce esta enfermedad se observan con mayor frecuencia en los más pequeños.
De hecho, el primer caso en humanos se diagnosticó en 1970, en un bebé de nueve meses en la actual República Democrática del Congo. Y el primer brote de la infección que se produjo fuera del continente africano en el 2003, en Estados Unidos y con 71 casos, afectó sobre todo a infantes. “Aunque no hubo muertos, una niña de seis años llegó a estar en coma”, apunta Díaz-Álvarez. La pequeña, sometida a intubación y ventilación mecánica por encefalitis, enfermó de la misma forma que el resto de los afectados: después de haber tenido contacto con perritos de las praderas expuestos a otros pequeños mamíferos infectados importados desde Ghana.
Un riesgo de esta zoonosis: que se vuelva endémica en otros territorios
Antes de que el primer brote de la viruela del mono en Reino Unido provocara las alarmas a principios de mayo, un equipo científico ya había alertado del riesgo de propagación geográfica del patógeno más allá de África. El trabajo, una revisión sistemática de 66 investigaciones e informes publicada el 11 de febrero en la revista PLOS DISEASES, predecía la actual situación sanitaria.
Además de exponer que en las últimas décadas los casos habían ido multiplicándose, concluía que la edad de presentación de la enfermedad también estaba cambiando, de darse sobre todo en niños pequeños a exhibirse de forma más frecuente en adultos jóvenes. “Desde el 2019 en la República Democrática se han dado miles de casos, con centenares de muertes. África lleva décadas sufriendo brotes de forma periódica, pero en esta última, sin duda, han aumentado de forma significativa”, señala el veterinario del VISAVET.
Una preocupación que acecha a la comunidad científica es el limitado conocimiento que existe sobre el comportamiento de este virus fuera de su entorno natural. “Aunque ya se había dado antes la trasmisión de persona a persona, lo novedoso es que esté pasando a nivel comunitario”, resalta la experta de Oxford, responsable de haber encabezado diversos proyectos interdisciplinarios para abordar la creciente amenaza de propagación de enfermedades virales en México y otros países de América Latina.
“Si bien los casos que estamos observando fuera del continente africano se están trasmitiendo de humano a humano, uno de los temores es que se disemine de un animal exótico a otro nativo y la zoonosis se vuelva endémica”, alerta Álvarez, especialista en el estudio de la epidemiología de enfermedades en la interfase hombre-animal-medio ambiente. “No obstante, debemos mantener la calma. No hay ni un solo caso detectado en roedores mexicanos todavía”, asegura Monroy.
Tratamientos contra el virus: lo que no se consiguió con la covid-19
Desde el momento que se confirmó el primer caso en el país a finales de mayo, el Comité Nacional para la Vigilancia Epidemiológica (Conave) activó la alarma en todas las unidades de salud. “Sabemos que en México hay muchos lugares con falta de infraestructura y de personal, así como de equipo básico, pero los sanitarios están formados para identificar este tipo de infecciones y se cuenta con las técnicas necesarias”, expresa Díaz-Álvarez.
Las medidas que ha lanzado la Secretaría de Salud para evitar el contagio de esta infección son las mismas que se establecieron para cortar la propagación del coronavirus: el lavado frecuente de manos, mantener la sana distancia y el uso de cubrebocas. Después de la crisis sanitara, social y económica provocada a nivel mundial por la pandemia, los mandatarios son conscientes de la importancia que radica en detener los focos de infección desde un inicio y actuar a tiempo. “La diferencia entre el coronavirus y la viruela del mono es que para el primero no estábamos preparados. No sabíamos absolutamente nada del virus porque era nuevo y no teníamos herramientas para enfrentarlo. Pero a este patógeno ya lo conocemos”, anuncia Mariano Esteban, virólogo del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) y uno de los miembros más veteranos del comité de la OMS que vigila este tipo de infecciones. “Tenemos estrategias de acción, diagnóstico rápido, vacunas y antivirales”, asegura el experto, reconociendo una de las asignaturas todavía pendiente para ciencia mundial. Más de dos años después de que explotara la pandemia, “todavía no se ha logrado desarrollar ningún antiviral eficaz para el SARS-CoV-2″.
Contra el patógeno africano ya existen, en cambio, dos antivirales autorizados por la FDA. “Y sirven tanto para la viruela humana como la símica”, asegura Esteban. Uno es el tecovirimat, el cual actúa inhibiendo la propagación del virus de una célula a otra, “evitando que el virus se disperse”, detalla la inmunóloga. El otro fármaco, el brincidofovir, evita la replicación del ADN. México cuenta con lotes del primer medicamento.
Vacunas viejas y nuevas contra el virus del mono
Mientras la OMS ha recomendado vacunar a los contactos estrechos de los enfermos, en las últimas semanas hay dos consideraciones que no han cesado de repetirse en los medios de comunicación: la inyección para el virus erradicado es al menos efectiva en un 85% para prevenir la zoonosis africana. Y las personas mayores ya vacunadas contra la viruela, aquellos que lucen en su brazo la marca que les dejó el pinchazo de antaño, aún podrían conservar cierta inmunidad.
En la actualidad existen dos vacunas eficaces contra este patógeno. Como explica Esteban, “una es la de tercera generación, basada en el virus modificado”. Comercializada en Europa bajo el nombre Imvanex, Imvamune en Canadá y Jynneos en Estados Unidos, está autorizada por la FDA y la EMA tanto para la viruela humana como para la del mono. “La otra es la Accam 2000, de segunda generación, más rústica. Del tipo con la que se llevaron a cabo las campañas contra la viruela humana antes de erradicarse”, destaca el experto.
Algunos países, como es el caso España, cuentan todavía con un stock de vacunas para aquel virus. Pero en México, según aclara Díaz-Álvarez, “los repositorios se destruyeron en los 80, cuando la enfermedad ya había desaparecido hacía años a nivel nacional”. La campaña antivarelosa que llevó a cabo el país en la década de 1940 para erradicar la viruela humana de todo su territorio fue una de las más exitosas del mundo.
Altamente contagiosa, se estima que sólo a lo largo del siglo XX aquella infección acabó con la vida de unos 500 millones de personas. La viruela símica, en cambio, es muy inferiormente dañina.
Aunque pertenecen a la misma familia y son genéticamente muy similares, las consecuencias para la salud humana de estas dos especies de virus son muy diversas. Hasta la actualidad, ninguno de los más de 200 nuevos casos ha derivado en muerte. “Y parece que la variante que está causando los brotes es la más leve, la de África Occidental, confirmada en varios países europeos”, apunta Álvarez. Según fuentes cercanas a la Secretaría de Salud, el primer caso detectado en México pertenecería también a esta cepa.
Mientras que la variante de la región occidental tiene una letalidad del 1%, la de África Central puede llegar al 10%. “Lo que no sabemos es qué cambios está sufriendo el virus en la medida que se dispersa en la población; si se tratan de mutaciones neutras, sin repercusiones, o alguna que le aporta una mayor virulencia”, plantea el veterinario.
Mutar o no mutar, la cuestión patógena del virus
El patógeno de la viruela símica, de doble cadena de DNA, “tiene una tasa de mutación bajísima en comparación a la de un ARN, como es el caso del SARS-CoV-2″, señala Monroy. “Si le sumas que su genoma es muy grande, las posibilidades de que las mutaciones puedan afectar a la función del patógeno son bajas”, agrega Escalera. No obstante, según aclara la experta de Oxford, “todavía no sabemos bien cómo puede repercutir cada cambio en su actividad biológica. Y la capacidad de virulencia tiene que ver también con el comportamiento del huésped”.
Para saber si el patógeno está sufriendo mutaciones que pueden ir a su favor —y en nuestra contra— es necesario llevar a cabo la secuenciación de su genoma. “Sólo haciendo la caracterización del material genético del virus podemos ver si está cambiando y prepararnos para atacarlo”, apunta Octavio García, experto en Epidemiología Molecular y Biología de la Infección y parte del Consorcio Mexicano de Vigilancia Genómica (CoViGen-Mex), un grupo de trabajo formado por instituciones públicas y privadas que se creó en el 2020 para hacerle frente a la pandemia por el covid-19. Desde su creación, en el 2020, este escuadrón científico lleva a su espalda más de 20000 genomas de virus desnudados.
Mientras que algunos países ya han anunciado la secuenciación del genoma del patógeno, “en México lo está haciendo el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (InDRE), organismo encargado de monitorear al virus”, explica García. “Gracias a esta técnica podremos tener mucha más información acerca de cómo se comporta, cuánto ha cambiado y cómo está circulando el patógeno”, afirma este especialista, también presidente y fundador de un conglomerado de empresas dedicadas al desarrollo de dispositivos y kits de diagnóstico molecular, como las pruebas de detección de la covid-19. “Hace tres semanas terminamos de desarrollar una nueva herramienta para detectar viruela del mono, un kit que ya hemos presentado para la evaluación de las autoridades y que mejora la PCR que existe para detectar la infección”, anuncia el experto. “Estamos preparados en caso de que haya más casos, pero todavía hay mucho que investigar. No sabemos ni siquiera qué ha hecho aumentar los brotes”, confiesa.
La actividad humana, el cambio climático y el tráfico de especies están potenciando las zoonosis
El revelador estudio publicado en febrero en la revista PLOS DISEASES concluía que la disminución de la inmunidad de la población africana, asociada con la interrupción de la vacunación contra la viruela, había establecido el panorama para el resurgimiento de esta zoonosis.
Al descenso de la protección contra el patógeno humano ya erradicado se añaden factores de riesgo como el crecimiento exponencial de las poblaciones y su comportamiento. “La intensificación de la actividad humana resulta una amenaza inminente para el desarrollo las enfermedades emergentes”, apunta Escalera. Entre los factores desencadenantes de este tipo de infecciones también destacan una mayor movilidad geográfica —multiplicada por la facilidad de conexiones entre países—, la urbanización y el cambio de costumbres gastronómicas. “Las alteraciones que estamos provocando en los ecosistemas, perturbándolos, está favoreciendo la aparición y el resurgimiento de patógenos”, asegura Álvarez.
La forma irresponsable en que utilizamos los recursos nos vuelven cada vez más vulnerables al ataque de agentes nocivos: acciones como la deforestación puede actuar como potenciador de la viruela del mono, como sugería el trabajo científico publicado en febrero. “También el contacto cada vez más estrecho con vida silvestre”, recalca la bióloga de Oxford. Como advierte José Campillo, virólogo de la UNAM, “es fundamental que empecemos prestar atención a la gestión que hacemos de la fauna silvestre y la poca vigilancia genómica y epidemiológica que existe en países de recursos limitados, como es el continente africano”. Según el científico, “la invasión del hábitat de animales exóticos está favoreciendo que cada vez más los virus brinquen de una especie a otra hasta el ser humano, provocando zoonosis”.
“El cambio climático está teniendo, además, modificaciones graves en la distribución de la fauna, desde los tantos mosquitos que son vectores de patógenos hasta mamíferos pequeños como reservorios”, expone Escalera. Los cambios anómalos de la temperatura inducen a que los animales busquen otras regiones para su supervivencia, cambiando el patrón de distribución de las enfermedades.
“Las infecciones tienen un papel clave en los ecosistemas, pueden provocar extinciones y evoluciones. Y la perturbación de los hábitats hace que los animales enfermen, lo que puede desembocar en una pandemia. Hace falta mucha sensibilización sobre esta problemática”, determina Campillo. En opinión de Álvarez, “es urgente que empecemos a generar una conciencia social, la salud de las personas no se puede mantener sin la de los animales. Tampoco sin el equilibrio del medio ambiente”.
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