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Los “chochitos” homeopáticos: el México mágico de las pseudoterapias

El Hospital Nacional Homeopático es único en América Latina. Cuenta con presupuesto público y combina cirugías de urgencia y consultas de homeopatía

Medicina homeopática
Una mujer compra en una farmacia homeopática del Centro Histórico de Ciudad de México.Quetzalli Nicte Ha

En el número 135 de la calle Chimalpopoca de Ciudad de México, en la colonia Obrera, sobrevive uno de los mayores símbolos de la corriente pseudocientífica que desembarcó con la llegada de médicos españoles a mediados del 1800. Más de un siglo y medio después de que aquellos doctores introdujeran la homeopatía en el país, el Hospital Nacional Homeopático (HNH) se mantiene en pie.

Aunque esta institución médica es única en el continente, a lo largo de toda la región la medicina alternativa cuenta con un grado de aceptación considerable, como se pudo apreciar durante la pandemia, cuando gobiernos como el de Cuba, Brasil o Venezuela promocionaron remedios no probados científicamente para luchar contra la covid-19.

“La homeopatía es muy popular en América Latina porque recibe un gran apoyo oficial”, afirma el infectólogo mexicano Alejandro Macías, excomisionado nacional para la prevención y control de la influenza AH1N. “Pero solo en México tenemos un hospital estatal”, dice Xavier Tello, médico cirujano mexicano y asesor de políticas de salud.

Fachada del Hospital Nacional Homeopático.
Fachada del Hospital Nacional Homeopático.Quetzalli Nicte Ha

El Hospital Nacional Homeopático fue fundado en 1893 por orden de Porfirio Díaz, dos años antes de que el presidente incorporase esta pseudociencia al sistema de salud y a la enseñanza por un decreto. Hoy sigue operando y es el único de la capital que brinda consulta externa de lunes a domingo. La clínica, que ocupa un edificio de dos plantas con 28 consultorios, cuenta con más de una decena de servicios médicos y con las especialidades de cirugía general, medicina interna y obstetricia. Además, tiene una farmacia homeopática propia ubicada en la planta baja del edificio.

“Lo peor es que se financia con dinero público y cuenta con el absoluto apoyo de las autoridades que nos gobiernan”, dice Tello, quien lleva años mostrándose crítico con la alta aceptación que tiene la homeopatía en el país. Aunque el Hospital Nacional Homeopático se creó en 1893 como una institución privada, en 1943 se adhirió a la Secretaría de Salubridad y Asistencia y hoy forma parte de la Secretaría de Salud.

Pero el hospital no es la única institución mexicana que sustenta las pseudociencias con fondos públicos. “México tiene una carrera formal para estudiar homeopatía. Es decir, una licenciatura con cédula profesional que le acredita la capacidad para ejercer a un homeópata”, explica Tello.

La Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, perteneciente al Instituto Politécnico Nacional (IPN), se nutre del presupuesto de la Secretaría de Educación Pública (SEP), tiene más de 4.000 alumnos y atiende a 40.000 pacientes al año. “Ofrecemos una formación mixta en alopatía y homeopatía”, explica su director, Rodolfo Luna Reséndiz, y asegura: “En la Escuela pensamos que todas las medicinas son complementarias y alternativas, y que dependen de la propia capacidad del sujeto de autocurarse”. Según el responsable de la institución, “la homeopatía se ha convertido en solución de última instancia para esos pacientes multitratados que, tras probar con antibióticos, la radioterapia, la quimioterapia o la cirugía, no lograron curarse. Hasta que llegaron a un homeópata para recuperar la salud, porque nosotros aprovechamos la naturaleza afectiva del ser humano”.

Integrada en el área de Ciencias Médico Biológicas de la institución, la carrera toma el título de Médico Homeópata Cirujano y Partero, términos que para Tello “constituyen un oxímoron”. A diferencia de la gran mayoría de países, donde la enseñanza de homeopatía se realiza en cursos de posgrado, en México está constituida como una especialidad. Además de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, existe la Escuela Libre de Homeopatía A.C. En ambos centros educativos se imparte la acupuntura y otras técnicas de la Medicina Tradicional China.

Farmacia homeopática en la colonia Obrera.
Farmacia homeopática en la colonia Obrera. Quetzalli Nicte Ha

El apoyo gubernamental a disciplinas no avaladas por la ciencia ha sido elocuente durante la pandemia. Desde el inicio de la crisis sanitaria por la covid-19, por ejemplo, la Dirección de Medicina Tradicional y Desarrollo Intercultural (DMTDI), dependiente de la Secretaría de Salud, elaboró una estrategia de prevención y atención contra el virus basada únicamente en terapias alternativas como la herbolaria, la homeopatía y la acupuntura. Y en junio del año pasado, en pleno estallido del aumento de contagios y defunciones, la entonces secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, reconocía en una entrevista que no utilizaba cubrebocas porque estaba “blindada” con sus gotas: “Son nanomoléculas de cítricos”, dijo.

Una promoción oficial de las falsas terapias

“Hay que dejar claro que la homeopatía no tiene ninguna evidencia científica y que debe considerarse como una pseudociencia. ¡Es una trampa decir que es complementaria!”, denuncia Macías, quien asegura que en México existen muchos tratamientos alternativos: especialistas en ozonoterapia que trabajan en hospitales convencionales por toda la República.

Para Tello, el país va a contracorriente de Europa, “donde las autoridades ya no quieren pagar por pseudociencia”. El médico cirujano menciona el ejemplo de España, cuyo Gobierno, además de ordenar la regulación de la homeopatía en el 2018, solicitó a la Comisión Europea cambiar la directiva sobre el uso de productos homeopáticos por considerar la normativa un riesgo para la salud de los ciudadanos (petición que fue rechazada por Bruselas). “Y Francia dejó de financiar la homeopatía a través del reembolso del pago de medicamentos”, añade. En su opinión, “mientras algunos países se muestran cada vez más inflexibles contra la práctica homeopática, en México la pseudociencia figura con mayor notoriedad en los programas de la Secretaría de Salud”.

“Desde hace dos sexenios el Gobierno de Ciudad de México promueve la medicina alternativa, pero el impulso que le está dando la actual administración no tiene precedentes”, sostiene Martín Bonfil Olivera, químico y académico de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM. A principios de este año, el Gobierno capitalino anunció la construcción del Centro Especializado en Medicina Integrativa (CEMI), a través del cual, se garantiza “el derecho de quienes buscan su salud en la medicina alternativa”.

Un hombre pasa afuera de una farmacia homeopática.
Un hombre pasa afuera de una farmacia homeopática. Quetzalli Nicte Ha

“Esta administración quiere que la homeopatía y la llamada medicina tradicional formen parte del proceso médico regulado. Pero es que el método científico y la farmacología clínica no aplican en las pseudociencias”, explica el químico. “A día de hoy no existe un solo estudio bien realizado que demuestre que la homeopatía tiene un beneficio clínico. Y no se trata de una opinión personal, sino que representa el consenso experto de la comunidad médica y científica mundiales”, exclama.

Uno de los argumentos que suele utilizarse para minimizar el potencial efecto perjudicial de la homeopatía es que, aunque no esté validada científicamente, en última instancia es inofensiva. Pero Bonfil considera que esta afirmación entraña un gran peligro. “Existe abundantísima evidencia de que las prácticas, cuando no son inútiles, pueden ser contraproducentes, ya sea por causar daño directo, por ejemplo, tratamientos de herbolaria que pueden ser tóxicos, o bien, indirecto, abandono de tratamientos médicos útiles en favor de dichas prácticas alternativas o tradicionales” asegura. Por su parte, Tello advierte que existen muchos casos de “pacientes oncológicos o con enfermedades crónicas que se alejan de sus tratamientos para abrazar alternativas pseudocientíficas con consecuencias fatales, como la muerte. Solo hay que ver el ejemplo de Steve Jobs”. En opinión de Macías, aunque la homeopatía por sí sola no entrañe ninguna amenaza porque está elaborada sólo de azúcar y solo pueda provocar el efecto placebo, los riesgos son más grandes que los beneficios.

El efecto placebo: el impacto psicológico positivo en la salud de una sustancia que no tiene acción terapéutica, es otro de los puntos en cuestión de las pseudoterapias. El director de la Escuela Homeopática, Luna Reséndiz, defiende que “toda la medicina está en realidad sujeta al efecto placebo y a la relación positiva y activa que tenga el paciente. El propio médico se convierte en el placebo. Yo siempre digo que la mitad de mis pacientes deberían curarse con solo verme. ¡Si uno como médico no tiene esa capacidad de hacer de placebo mejor que no se dedique a la medicina!”, manifiesta el homeópata.

Aunque provenga de Europa, en México la corriente homeopática toma un carácter distinto del que opera al otro lado del océano. “Es importante hacer una distinción entre los remedios alternativos que llegan de Estados Unidos y Europa —y que sustentan una industria multimillonaria—, y los tradicionales, como los que vendía mi abuela cuando era una niña en una farmacia homeopática”, expone Tello. “Si en otros países la industria homeopática resulta un lobby que genera millones de ingresos, la mexicana no justifica ni sustenta a estos gurús ni a los productos industrializados. Aquí impera, sobre todo, la homeopatía del frasquito y de los chochitos, que sólo llevan alcohol y azúcar”, destaca.

Según el asesor científico, en México convergen distintas corrientes anticientíficas. “Somos los campeones de las terapias alternativas porque este país amalgama todo: las prácticas que llegan del extranjero con nombres tan engañosos como el biomagnestismo o la ozonoterapia, las perlitas de azúcar bañadas en alcohol de los consultorios, las limpias y la santería”. Estos últimos más propios del México mágico que recorre los pasillos laberínticos del mercado de Sonora, donde los remedios para el malestar o la migraña se presentan en frasquitos con el etiquetado de aceites naturales, y la enfermedad, ya sea un cáncer o un “mal de aire”, se trata consultando las cartas astrales, acudiendo a chamanes o rezando a San Judas; en ese mercado en el que se venden gatos y chivos negros para sacrificios de santería y donde el mal de amor se cura forjando amarres de colibrís, se venden también chochitos homeopáticos.

La falta de oposición

“No hemos conseguido crear un movimiento de oposición contra las pseudociencias”, se lamenta Bonfil. De acuerdo con Macías, “las asociaciones y los colegios médicos en América Latina temen meterse en esos casos porque normalmente hay una reacción virulenta. Pero creo que aquellas organizaciones médicas que buscan una evidencia para la práctica de la medicina deberían tener más peso y pronunciarse continuamente contra el mal uso de los recursos públicos, como el Hospital Nacional Homeopático, además advertir a la sociedad de los peligros de este tipo de terapias”. EL PAÍS solicitó una entrevista con la Secretaría de Salud pero no obtuvo respuesta.

“Por otro lado, los mecanismos de regulación oficiales no están funcionando. ¿Cómo se va a regular un medicamento homeopático del que no se sabe sus concentraciones?”, denuncia Bonfil. Disponible en su página web, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) publica los registros sanitarios de medicamentos diferenciando en listados distintos los alopáticos, herbolarios, homeopáticos y vitamínicos. “El órgano regulador que se pone tan exigente para aprobar moléculas nuevas, es el mismo que acredita la herbolaria y la homeopatía”, apunta Tello y crítica que “el hecho de que no haya pronunciamientos sólidos desde la Academia Nacional de Medicina, desde los comités del Congreso o desde los grupos especializados de la Secretaría de Salud para analizar el problema y tomar decisiones firmes, le quita bastante seriedad y credibilidad a su función”.

Un cartel anuncia medicina homeopática.
Un cartel anuncia medicina homeopática. Quetzalli Nicte Ha

Los tres expertos coinciden en que el Estado no está cumpliendo con su rol de velar por la salud de la población, “defraudando las expectativas de los ciudadanos a los que debe servir, al ofrecerles, en vez de los servicios médicos que necesitan, un sustituto básicamente inútil”, alega el divulgador científico, que pone como ejemplo el directorio que publicó la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI). Esta guía incluye una lista de expertos en curar la hipertensión, la diabetes o el estrés, pero también el empacho, el mal de ojo, la caída de mollera o el susto. “Enfermedades que no existen y que potencialmente pueden poner en peligro a cualquier paciente si son tratadas de una manera irresponsable. Cuando se antepone el populismo a la ciencia hay muchas vidas que corren peligro”, aclara Tello.

“Preocupa sobremanera y debería ser un escándalo ante el que protestaran las comunidades médica y científica, entre otras, que sea precisamente el Gobierno de Ciudad de México, con la participación de su Secretaría de Salud y la de Inclusión y Bienestar Social, que en un afán muy legítimo de revalorar y promover las culturas indígenas y las tradiciones de sus habitantes, está cometiendo el error de promover prácticas médicas totalmente carentes de evidencia respecto a su eficacia y seguridad”, concluye Bonfil.

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