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La adicción a los videojuegos también es cosa de adultos

Un jugador compulsivo reconoce avergonzado que ha dedicado dos años de su vida “a la nada”

Joan mira a su psicólogo en el centro de desintoxicación de adicciones de Valencia donde acude a hacer terapia, el pasado lunes 25 de julio.
Joan mira a su psicólogo en el centro de desintoxicación de adicciones de Valencia donde acude a hacer terapia, el pasado lunes 25 de julio. EDP

Joan ha decidido usar un nombre ficticio para hablar de su adicción a los videojuegos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido su trastorno como una enfermedad mental, y a él le da vergüenza admitir que, con 40 años, tiene un problema que considera infantil. Con el mismo prejuicio que él, su entorno tampoco entiende que el mundo que empezó a construir dentro del videojuego Vikings: war of clans sea su refugio. Un lugar lejos de la muerte de su padre y de las peleas familiares.

La sala de un centro de desintoxicación de adicciones en Valencia, donde Joan recibe tratamiento, se queda vacía tras una reunión de terapia colectiva. Cuenta allí, otra vez, cómo se enganchó a los videojuegos: “Empecé a jugar masivamente en abril de 2020, durante la pandemia del coronavirus. Estaba estudiando una oposición para la consejería de Salud de la Comunidad Valenciana y ya no podía ocupar mi tiempo en la biblioteca”. Se encontraba aislado de sus amigos, discutía con su familia y que el juego le absorbiera no le parecía un problema; no hacía daño a nadie encerrado en su habitación.

Le da miedo reconocer el tiempo y el dinero que ha invertido en el videojuego. Antes mentía; jugaba ocho horas de media en cualquier momento del día, aunque para el resto pasaba ese tiempo estudiando. Calcula que se ha gastado unos 8.000 euros dentro del juego, todo para ser más poderoso o cumplir objetivos que sin dinero tardaría semanas en alcanzar. Vikings: war of clans es uno de los videojuegos que siguen el modelo conocido como freemium o pay to win (pagar para ganar). La descarga es gratuita, pero para avanzar en la trama y no quedarte atrás es imprescindible invertir. “Es un juego de guerra y si el resto paga, sube el nivel de competición. Eso te fuerza a pagar para mejorar tú también”, comenta.

Joan cree que a la adicción a los videojuegos se llega cuando existe algún tipo de vacío en la vida: “Si estás aislado y no sabes gestionar los problemas, te conduces a ti mismo hacia un mundo que parece mucho más fácil”. El psicólogo experto en adicciones de la Fundación Recal de Madrid Daniel Martínez está de acuerdo: “Prefieren vivir en su personaje, en su granja, o en su Candy Crush [un juego con 270 millones de descargas y más de nueve millones de personas que lo juegan más de tres horas al día]. Es una especie de fuga que genera dopamina y una sensación de bienestar”. Martínez añade que los juegos más simples son los que más enganchan porque ofrecen refuerzos positivos inmediatos. El jugador compulsivo valenciano se dio cuenta de que era adicto cuando entendió que había dedicado dos años de su vida “a la nada”.

En el sector de los videojuegos defienden que estos no causan adicción por sí mismos. Pablo Nogueira, director y coordinador del Área de Videojuegos de la Escuela de Diseño, Innovación y Tecnología de Madrid, los compara con la comida o con las redes sociales. Explica que se puede tener una mala relación con ellas, pero no causan adicción como algunas drogas o las apuestas: “La industria está muy concienciada con este tema. No les beneficia en nada que se demonice a los videojuegos”.

Joan comenta que su situación no es la peor. Vive con su madre, tiene ahorros y no gasta mucho: “Conozco a varias personas con hijos que se gastaban todo el dinero en los videojuegos”. Calcula que la edad media de los jugadores de Vikings: war of clans ronda los 40 años. “He encontrado incluso a personas jubiladas”, añade. Casi un 39% de los jugadores de videojuegos son adultos, según la Asociación Española de Videojuegos, pero apenas hay datos del número de adictos en este grupo de edad en España.

El informe anual sobre las adicciones comportamentales del Ministerio de Sanidad de 2021 solo estudia a menores de entre 14 y 18 años, de los que un 7,1% ha desarrollado adicción a los videojuegos. Daniel Martínez resalta que el estigma de que solamente los jóvenes puedan ser adictos a los videojuegos dificulta la detección de este trastorno en los adultos. “A un niño lo pueden controlar sus padres, pero ¿cómo controlas a un adulto? La voluntad y la fuerza para desengancharse tiene que nacer de ellos”, matiza.

Ahora, casi un año después de empezar la terapia, Joan dedica tres horas al día a jugar y se gasta entre 200 y 400 euros al mes, pero considera que ha progresado mucho. Aún le cuesta dejar atrás todo ese tiempo y dinero invertido en ser alguien dentro del juego. No sabe si algún día cerrará la partida, a veces se lo plantea: “Hay que saber perder para ganar”.

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