¿Cómo acompañar a los niños en la consecución de sus metas?

Pausadamente, se aprieta su pinza nasal y se coloca las gafas de natación, bien apretadas, para que al zambullirse no le moleste el agua. Se encuentra de pie, en el bordillo de la piscina. Poco a poco, arquea su espalda adelante, flexiona las piernas y estira los brazos, juntando las palmas de sus manos. Coge aire y, tras un leve impulso, se sumerge en la piscina… Pero no ha entrado correctamente de cabeza y se ha hecho daño en la barriga. Sale veloz del agua y prueba de nuevo. Su madre, a pocos metros, le anima a intentarlo otra vez. Esa motivación de no cejar en el empeño en la consecución de un logro es el sentido del propósito.

La actitud de esforzarse para lograr un objetivo es un concepto multidimensional que ha sido abordado desde diferentes enfoques, como la psicología, la educación o la filosofía. Todas estas perspectivas coinciden en que es esencial para el bienestar psicoemocional de la persona, su autorrealización y la felicidad. “Este concepto hace referencia a la motivación primaria de encontrar un sentido y propósito de vida. Este sentido de vida se construye a lo largo del ciclo vital. Es un proceso introspectivo en el que se plantea el para qué de su existencia”, explica Ana Jiménez Perianes, profesora de Psicología Clínica y Salud Infantojuvenil de la Universidad CEU San Pablo. “Si nos centramos en la infancia, serían los sentimientos y la percepción del sentido que tiene la vida. Las metas y objetivos que cada uno tiene, que se van explorando y con los que nos comprometemos, mientras se van adquiriendo una serie de valores”, sostiene.

El sentido de propósito puede empezar a desarrollarse desde la primera infancia, pero es un proceso gradual y continuo, influenciado por diversas experiencias y factores y que se consolida, fundamentalmente, en la adolescencia y la adultez temprana. Se adquiere a través de la familia, del colegio, de los iguales y de las propias experiencias del menor. “Los padres pueden fomentar los intereses de los niños y el autoconocimiento. En la escuela promueven el aprendizaje basado en proyectos y la reflexión. Las relaciones positivas junto con la celebración de sus logros y su reconocimiento refuerzan la confianza y autoestima y, sumado a un entorno seguro, dónde pueda adaptarse a los logros y dificultades, harán que se desarrolle el sentido de propósito”, asegura Jiménez.

El interés, la curiosidad, la intriga por las cosas es clave para el aprendizaje, la conexión y el descubrimiento de los niños. “Son los primeros pasos ante la búsqueda del propósito en la vida. Así que como padres lo importante es respetarlos, acompañarlos y crear espacios para que surjan y se desarrollen. La repetición desde la libertad y no imposición permitirá vivir las experiencias con conexión a las emociones que promueve”, declara Yolanda Cuevas, psicóloga especializada en trauma e instructora en mindfulness. Cuando hay asombro en los niños es el momento para ahondar, saber qué les gusta y por qué, y qué no les gusta. “De esta manera, van profundizando en su interés”, añade.

Desarrollar el sentido de propósito se valora como una competencia positiva e influye beneficiosamente en la persona y en las diferentes esferas de su vida, como el ámbito académico, en sus relaciones personales y en su futuro profesional. “En el ámbito educativo, los alumnos que desarrollan de manera clara el sentido del propósito muestran mayor motivación, mejor rendimiento y mayor probabilidad de completar las tareas. En su relación con los demás, suelen establecer mejores relaciones basadas en principios y valores, presentando mayor empatía y compañerismo, buscando el bien común”, detalla Jiménez.

La especialista en psicología clínica ofrece algunos consejos para que los padres puedan ayudar a sus hijos a que fomenten el sentido de propósito:

1. Reflexionar e identificar lo que les apasiona, dónde se sienten mejor, dándoles la libertad para que exploren aquello que les interesa.
2. Definir metas específicas a corto plazo y planes realistas que puedan alcanzar. Asignar pequeñas responsabilidades en casa para ir generalizando otras en otros ámbitos, como en el colegio.
3. Reevaluar y redefinir esas metas para que puedan alcanzarlas y motivarles por ello. Si no las alcanzan, debemos enseñarles también a que aprendan a adaptarse a las circunstancias, fomentando la resiliencia.
4. Hacerles partícipes de proyectos y actividades donde fomenten la creatividad, desarrollen distintas aptitudes y valoren el sentido de ello.

En el entorno escolar, es importante crear entornos de libertad y respeto. Cuevas recomienda fomentar debates y actividades que potencien el autoconocimiento, animando a los niños a responder preguntas como: ¿Cuáles son mis habilidades? ¿Qué es lo que más disfruto hacer? ¿Qué actividades me hacen sentirme bien? ¿Qué profesión me gustaría elegir y por qué? “Cuestiones que, quizás, algunos adultos tampoco sabrían responder”.

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