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Las caricias, imprescindibles para el bienestar y la felicidad de los bebés y para los que no lo son tanto

Acariciar y besar a los niños les genera la liberación de hormonas, como la oxitocina y las endorfinas, que favorecen la relajación o la tranquilidad. El tacto también puede ser la clave para que, además, se conviertan en adultos más seguros y valientes

Caricias bebé
Una madre abraza a su hijo. Adriana Samanez (Getty Images/500px Prime)

El contacto físico para los bebés es tan esencial para su bienestar y su desarrollo como alimentarse. No en balde tenemos millones de conexiones neuronales en la piel, que es el órgano más extenso del cuerpo. La ciencia avala esta afirmación y varios estudios realizados en orfanatos y hospitales infantiles lo concluyen. Por ejemplo, el médico estadounidense Fritz Talbot descubrió en una investigación elaborada antes de la I Guerra Mundial en Alemania que, en un centro de acogida para huérfanos, la mortalidad era muy baja debido a que una enfermera cogía en brazos a los niños durante muchas horas, por lo que aumentaron sus posibilidades de sobrevivir. Otro estudio más reciente, elaborado en 2020 por investigadores italianos e ingleses, concluyó que el contacto afectivo es eficaz para reducir las respuestas de los bebés al estrés, promueve su desarrollo físico y neurocognitivo y modula su estado fisiológico.

Y es que las personas necesitan sentir otras pieles desde que nacen. “Ser tocado, acariciado, abrazado, acunado, besado es una parte esencial de la supervivencia humana, marcada por el sentido del tacto”, asegura Montserrat Díaz, neuropsicóloga del Centro Integral San Lorenzo en San Lorenzo de El Escorial. El llanto del bebé se calma cuando es mecido en brazos: “Nos gusta que nos toquen la piel y, además, que lo hagan de manera dulce, atenta y cálida”.

La cotidianeidad ofrece multitud de posibilidades de nutrir la necesidad de contacto de los niños como abrazar, acunar, besar, dar un biberón en el regazo, vestir, bañar, cambiar un pañal, masajear o sujetar. “Todo ello implica un contacto directo con el bebé o el menor, que estimula su sentido del tacto. Pero, para que sea eficaz, es necesario que se realice con atención, suavidad y entrega, ya que tiene una gran influencia en el desarrollo sano y armónico de los niños”, afirma la neuropsicóloga. Según Díaz, los seres humanos están preparados y programados para recibir estimulación del mundo a través del tacto: “La ausencia de este contacto físico puede provocar un enlentecimiento del crecimiento y desarrollo anatómico del cerebro de los niños”.

Otra de las formas de favorecer el bienestar a través del contacto con la piel, sobre todo en bebés, son los masajes. Con su práctica, se reduce el estrés de los padres y por supuesto del niño: “Además, influye en una mayor ganancia de peso y mejora la cantidad y calidad del sueño. En el caso de los recién nacidos prematuros se ha comprobado que mejoran su sistema inmune, facilita la digestión y aumenta la presencia de hormonas que favorecen la salud, como la oxitocina, la serotonina o la dopamina”.

Los abrazos y las caricias no tienen contraindicaciones

¿Se malcría a los niños con la abundancia de mimos? Para Erika Jiménez, neuropediatra del Hospital Rey Juan Carlos Móstoles de Madrid, esta pregunta es una creencia desfasada que ha quedado rebatida: “Acariciarles y besarles provoca la liberación de hormonas, como la oxitocina y las endorfinas, que producen felicidad, bienestar y generan relajación y tranquilidad”. De esta manera, y según explica Jiménez, en el futuro serán adultos más seguros y valientes, con buena autoestima, sufrirán menos dolencias físicas y tendrán un sistema inmunológico sano: “Cuanto más difícil es un niño, más amor, caricias y besos necesita, porque, sin duda, no hay ninguna contraindicación”.

De hecho, existe un método específico para bebés prematuros, denominado método canguro o piel con piel, que comenzó a aplicarse en Colombia en 1978 como una estrategia frente a la falta de incubadoras en los hospitales: “Se comprobó que resulta beneficioso para los recién nacidos porque les ayuda a regular la temperatura corporal; a que se alimenten con la lecha materna durante más tiempo y a que duerman mejor”, aclara esta experta.

La importancia del contacto físico a cualquier edad

Experimentar el sentido del tacto es fundamental desde el nacimiento, pero también a cualquier edad. Este facilita “una comunicación emocional más profunda y honesta”, explica Gonzalo De Casso, psicólogo en el Centro Nudos, gabinete de psicoterapia y escuela de padres. “Por ejemplo, hay personas con un alto grado de demencia e incapaces de comprender y elaborar un discurso verbal coherente que son sensibles a las muestras de afecto a través de la caricia o el contacto corporal”, añade.

Para este experto, el lenguaje del contacto corporal es universal y resulta sencillo de comprender para los niños: “Necesitan ser amados, aunque cada uno es diferente y desarrolla distinta personalidad, preferencias y estilo de relación". En este sentido, según explica, el tacto es fundamental para el desarrollo humano, sobre todo en el inicio de la vida, porque es nuestro recurso principal para establecer el contacto con el mundo.

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