El verano es el momento de invertir en las relaciones familiares
Con menos rutinas diarias y más tiempo para estar en familia, el periodo vacacional se convierte en un laboratorio vivencial que hay que aprovechar para estrechar el vínculo entre padres e hijos
Ya han pasado algunas semanas desde que los escolares finalizaron el curso. Algunos de ellos, sobre todo los más pequeños, animados en gran medida por la necesidad de muchos padres de alcanzar la tan ansiada conciliación, han asistido a campamentos escolares, ya sean estos en un entorno urbano o rodeados de naturaleza, o se han quedado a cargo de algún familiar, fundamentalmente abuelos y abuelas que, generosos, cuidan de ellos hasta que alguno de los progenitores finaliza su jornada laboral.
También hay otros que disfrutan de sus días de vacaciones en casa al cuidado de alguno de sus padres. Los más mayores, adolescentes y jóvenes, aprovechan sus jornadas sin horarios ni ocupaciones regladas. Jornadas que son, para los entornos familiares, un verdadero laboratorio de experiencias personales, ajeno y distinto al que viven el resto del año. Así que puede ser el momento idóneo para conseguir el ansiado acercamiento entre padres e hijos.
Las vacaciones de verano, por el número de días que hijos, padres y madres comparten rutinas, son la época del año en la que se produce una mayor modificación en las relaciones en el entorno familiar. Esta circunstancia está asociada también con el tipo de familia y con el hecho de si permanecerán en el mismo contexto o lo cambiarán, aunque sea por unos días. Ana Caparrós, psicóloga, terapeuta de pareja y familia y presidenta de la Federación Española de Asociaciones de Terapeutas de Familia, asegura que “salir de la rutina es un reto que tiene sus ventajas e inconvenientes. En el mejor de los casos cambia a mejor, pues tanto padres como hijos, en vacaciones, tienen menos tareas cotidianas que hacer y pueden disfrutar de actividades de ocio. Pasan más tiempo juntos y aprenden cosas nuevas unos de otros”. Sin embargo, existen entornos familiares en los que hay problemas relacionales, bien entre la pareja o entre padres e hijos. En estos casos, “las vacaciones se convierten en una cuesta arriba, llena de sufrimiento al tener menos tiempo individual”, argumenta esta psicóloga.
Sean como sean las relaciones, el periodo estival se considera el momento idóneo para recuperar el tiempo perdido. En palabras de Maite Mijancos, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja, es “el momento de invertir”. Porque, según explica, “si te dijeran, ‘invierte ahora en estas acciones, ¡son las mejores!’, ¿lo harías?, seguro que sí. Pues el tiempo de ocio es el momento estelar de la educación. El acercamiento llega cuando se comparten diversiones, buenas conversaciones, familias extensas y el placer de comer juntos. Por estas razones quiero pensar que sí, es el momento para acercarnos entre nosotros. Son épocas inolvidables si se saben aprovechar, pero también es el momento de llenar su infancia de bellos recuerdos, con los cuales vivir el resto de su vida”. Porque, como dice el refranero español, “el roce hace el cariño”, incide. Aunque esto no es siempre así.
Hay momentos y, especialmente, etapas de la vida, como la adolescencia o la juventud, en los que resulta complicado mantener unas relaciones familiares fructíferas. En estos casos, Caparrós advierte de que es necesario ponerse en el lugar del joven, “hacer un esfuerzo por entenderle y sobre todo no decirle ‘no’, lo primero, tras sus peticiones de libertad. De hecho, en esas edades es un buen momento para aprender a llegar a acuerdos padres y adolescente, si aún no se ha logrado, pues existen circunstancias que dan la oportunidad de alcanzar ese consenso. Entre otras, la hora de levantarse, qué tareas realizar, a qué hora recogerse por las noches, a qué tipo de fiestas ir…”.
“Debemos recordar que como adultos hemos sido adolescentes y como padres tenemos la responsabilidad de facilitarles su ciclo de vida evolutivo”, continúa. Y planificar minuciosamente el periodo de vacaciones con la colaboración de los hijos, sin obligarles, pero sí motivándoles a hacer actividades. Porque, como señala Mijancos, “no podemos razonar diciendo ‘tiene que salir de él’, ‘que haga lo que quiera’, ‘no puedo más’ o ‘yo también necesito descansar’. Siente compasión, fórmate, lee libros y verás como se abren nuevos caminos con estos hijos con los que te enfrentas casi sin querer. Decía Einstein: ‘Los mismos datos, los mismos resultados’. Nosotros somos los que tenemos que cambiar. ¿No te has fijado que cuando se pierden partidos se pone en duda al entrenador?”.
En consecuencia, es conveniente afrontar este periodo vacacional como un momento casi terapéutico para la familia, máxime si a lo largo del invierno no ha habido demasiada convivencia por la exigencia del día a día. Y para lograrlo, Mijancos apuesta por poner en práctica la locución latina “carpe diem o no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Y, en un mundo hipertecnológico, valorar el papel que queremos que las nuevas tecnologías tengan en nuestro tiempo vacacional.
Caparrós propone para “liberarnos” de sus ataduras, “realizar actividades adecuadas a la edad y motivantes que seduzcan a los hijos, para que no echen de menos sus televisión, tableta, móvil, consola, etcétera”. “Porque si la familia se divierte escalando, surfeando, visitando una ciudad”, prosigue, “todos podrán dejar a un lado sus tecnologías. Las tecnologías son como los electrodomésticos, que van viniendo a nuestras vidas para facilitárnosla, por lo que no se trata de un sí o un no, sino de cómo y cuándo usarlas”.
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