Charcos, lluvia fina y barro, ¿y si salimos al parque a jugar con los niños?
La curiosidad y la experimentación es una buena forma de aprendizaje. El medioambiente es un lugar ideal porque proporciona amplitud para correr, trepar y desarrollar la motricidad gruesa
La tierra se moja y el charco se convierte en cama elástica para saltar y disfrutar la vida desde otra temperatura y humedad. Es lo que el pedagogo italiano Gianfranco Zavaloni llama el derecho a ensuciarse. Como la escritora de Pippi Calzaslargas, Astrid Lindgren, solía decir: “¿Acaso hay algo en la vida de los niños que pueda ser más importante e instructivo que jugar y jugar?”. ¿Y si la lluvia es otro juego más y el barro un buen material para experimentar?
María Cernada, pediatra del Hospital Universitari i Politècnic La Fe (València) tiene claro que el agua, los charcos o cualquier elemento natural que llame la atención de los niños y las niñas “puede ser un juego magnífico potencial”. Además, considera que la curiosidad y la experimentación a través del medioambiente es una buena forma de aprendizaje. Asegura que los niños y las niñas necesitan experimentar, descubrir las cosas con sus propias manos, oler, sentir. “El medioambiente es un lugar ideal porque proporciona amplitud para correr, trepar y desarrollar la motricidad gruesa así como gran variedad de texturas y maneras que manipular en el desarrollo de la motricidad fina”, afirma la doctora.
Aprovechar todas las posibilidades de juego y aprendizaje, el maestro de infantil (además de formador) Ares González, lo ve positivo y necesario. “El aprendizaje solo se puede realizar desde la alegría, qué hay más divertido que jugar con agua, con barro y con charcos. Todo se soluciona con ropa adecuada”. Y para algo se inventaron las lavadoras, ¿no? Para el escritor de Educar sin GPS, Ares González, el único “inconveniente” (así, entre comillas) es que mancha y moja, pero que no hay ningún peligro para las criaturas mancharse y mojarse.
La naturaleza es de los pocos espacios que ofrece todo lo que necesitan los niños y niñas. “Tranquilidad para investigar, observar y jugar en calma. Además, tienen todos los recursos necesarios: animales, plantas, piedras, agua… De esta forma, cada cual se entretendrá en lo que necesita, aprenderá de forma inconsciente y además mejorará su salud física y mental”, afirma el maestro del Colegio Lourdes FUHEM. De hecho dice que son recursos que deberíamos utilizar más en una sociedad que vive a toda prisa.
La Asociación Española de Pediatría explicaba ya hace años que “el contacto con la naturaleza mejora el control de las enfermedades crónicas (diabetes, asma, supervivientes de cáncer, obesidad…), ayuda a prevenir la adicción al alcohol y otras drogas, favorece el desarrollo neurocognitivo y reduce los problemas de conducta, además de procurar mayor bienestar mental, equilibrar los niveles de vitamina D y disminuir el número de visitas al médico”. Todo ventajas para la infancia y, sin duda, para nuestros jóvenes.
La experimentación es la base del aprendizaje y el crecimiento desde prácticamente los 6 meses de vida, afirma Ares González. “Tocan objetos, los chupan, comprueban sus texturas, colores, peso, densidad, etc. Siguen así hasta que agotan todas las posibilidades y pierden el interés. Sin embargo, el agua y la tierra son de los mejores elementos porque siempre pueden evolucionar y no se agotan”. La experimentación no se acaba siempre que pueda seguir habiendo transformación. Y añade: “Como el agua tiene diferentes estados y la puedes mezclar con cualquier elemento como la tierra, las posibilidades son infinitas”.
Ester Calvo Cercós, madre de un niño de 6 años, es educadora infantil desde hace 16 años y entrenadora de disciplina positiva para padres. Es partidaria de que la infancia juegue y descubra la naturaleza bajo la lluvia, o post lluvia. “Saltar charcos es una de las experiencias más divertidas que existen y que ningún niño ni niña se puede perder”. Considera que “cada vez somos más urbanitas”, y “que los niños y niñas crecen pensando que lo que comen sale del supermercado envasado”. Puede que estamos perdiendo el vínculo que nos unía a la tierra, “que nos hacía formar tribu y jugar en las calles, en los parques”.
Cada vez más, y en edades más tempranas, los exponemos a pantallas alejándolos de la realidad en la que viven. “Necesitan hacer uso de sus sentidos para poder crear e interiorizar así su realidad y para eso necesitan ir a los parques, hacer tribu allí, relacionarse con sus iguales, necesitan ir al campo y ver de dónde salen los alimentos, necesitan aprender esa realidad que les rodea y que cada vez camuflamos (asfaltamos) más”. La lluvia no puede ser una excusa, más bien otro aliciente.
La pediatra María Cernada añade: “Si van a manipular agua lo ideal es que vayan con ropa y calzado impermeables porque les va a permitir poder disfrutar más tiempo y de forma más confortable”. Y la doctora señala: “Las infecciones respiratorias no se producen por mojarse, están causadas por agentes infecciosos que se transmiten de persona a persona”. Es inevitable que se ensucien si van a manipular el barro o la tierra y es parte del aprendizaje; “únicamente hay que vigilar que no se pongan las manos en la boca si están sucias y enseñarles a lavárselas una vez finalizado el juego”, recomienda la pediatra.
El maestro Ares González dice que les diría a los padres “que se animen, que nos hace falta también a los mayores saltar en los charcos de vez en cuando”. Con los niños hay que aplicar el sentido común, para jugar con el agua o bajo la lluvia necesitamos botas de agua y un peto de lluvia o chubasquero y pantalón impermeable. “Es algo que se utiliza con normalidad en los países del norte y que empezamos a copiar en España cuando llueve”. Señala que “hace poco era difícil encontrar petos, pero ahora es muy sencillo y duran mucho. Ropa cómoda, peto, botas puestas y a jugar. Como siempre manifiesto, al mal tiempo, buen equipamiento”.
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