Consejos para establecer una comunicación efectiva con tu hijo adolescente
Elegir bien cuándo y cómo hablar, gestionar las emociones difíciles con sosiego y dar espacio ayudarán a que un joven se sienta escuchado, comprendido y apoyado


Reproches, malos entendidos, silencios incómodos y conversaciones con palabras fuera de tono. Con la llegada de la adolescencia son muchos los hogares que entran en una nueva dinámica: los conflictos. Los cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales que experimenta un joven transforma la forma en que se relaciona con sus padres, y lo que antes era una relación fluida puede convertirse en un terreno repleto de fricciones.
Para muchas familias, esta etapa supone un gran desafío: entender el comportamiento de su hijo, intentar dar respuesta a sus nuevas necesidades y mantener el vínculo afectivo en medio del conflicto con serenidad. Un reto que supone grandes dosis de paciencia, empatía y comprensión en ocasiones difíciles de conseguir.
La adolescencia es una etapa de caos, desorientación, búsqueda de independencia e inseguridad y el joven no siempre está dispuesto a colaborar, a asumir sus responsabilidades, a aceptar sus tropiezos. Un joven que muestra dificultades para identificar y gestionar correctamente sus emociones, le domina la necesidad de transgredir las normas y precisa espacio para empezar a volar del nido. Una etapa educativa convulsa donde establece nuevas relaciones y busca en su grupo de iguales la complicidad y el apoyo que en ocasiones no encuentra en casa. Un espacio seguro donde puede construir su nueva identidad sin sentirse cuestionado y compartir experiencias que le ayudan a entender el mundo que le rodea.
Como adultos referentes, es indispensable acompañar este período evolutivo con serenidad, actuando con firmeza y sensibilidad ante los cambios propios de la adolescencia. Es fundamental ofrecer ayuda desde el afecto, mostrando cercanía sin invadir y respetando la libertad que el adolescente necesita para explorar su entorno a su propio ritmo. Un entorno que cada día le plantea nuevos desafíos y aprendizajes, y en el que debe sentirse seguro para crecer, equivocarse, decidir y desarrollarse con autonomía.
Encontrar formas de comunicarse desde el respeto es clave para no dañar los vínculos y para alcanzar acuerdos que beneficien a ambas partes. El adulto debe convertirse en esa figura de calma y estabilidad que el adolescente tanto necesita, tratándole siempre con respeto y empatía. Es importante comprender que, para el joven, enfrentarse al proceso resulta abrumador: aún no está preparado para pensar ni actuar como un adulto, aunque se le exija asumir responsabilidades y tomar decisiones.
Por ello, resulta esencial que el adulto esté presente, atento y disponible, y que sea capaz de responder con sensibilidad a las nuevas necesidades que surgen en esta etapa a través de un acompañamiento basado en una comunicación afectiva que cree puentes y no muros. La forma en la que el adulto se comunique con el adolescente marcará la relación. Si se pasa todo el día etiquetándole, dándole órdenes, criticando sus elecciones o emitiendo juicios de valor sobre él, no mostrará ningún interés por compartir todo aquello que le gusta o le inquieta.

Ante jóvenes que gritan, muchas veces hay padres que no escuchan. Estas son algunas claves para establecer una comunicación efectiva con un hijo adolescente:
- Favorecer un espacio de diálogo en el que el adolescente se sienta escuchado, aceptado y libre para compartir sus emociones o inquietudes sin temor a ser juzgado. Evitar comentarios hirientes, comparaciones innecesarias o críticas que puedan afectar a su confianza y autoestima. Escoger un tono cercano y un lenguaje cargado de afecto, que refuerce su autonomía y le transmita que lo que siente o necesita es importante.
- Cada palabra, cada gesto y cada reacción cuenta. La manera en que un adulto se dirige a un adolescente moldea su forma de relacionarse con los demás y con su entorno. Mostrarle que es posible afrontar los desacuerdos sin gritos ni malas prácticas, gestionar las emociones difíciles con sosiego y abrir espacios de diálogo respetuoso le ofrece una guía valiosa. Más que discursos o sermones, lo que más impacta es el ejemplo cotidiano de una comunicación consciente y constructiva.
- Aprender a escoger las batallas y saber cuándo es mejor dejar pasar ciertos desacuerdos puede marcar una gran diferencia en la convivencia con un adolescente. No todo merece una discusión inmediata y, muchas veces, esperar el momento y el lugar adecuados para abordar un tema permite que la conversación se desarrolle con mayor calma y receptividad. Elegir bien cuándo y cómo hablar, lejos del enfado y las amenazas, es clave para reducir tensiones innecesarias y fomentar un diálogo más respetuoso.
- Cuando el conflicto estalle, el adulto será el responsable de sofocar el incendio y no avivar más el fuego. El adolescente necesita que le contagien la serenidad que no encuentra en su interior, ofreciéndole el espacio y el tiempo que necesite para bajar la intensidad de sus emociones e impulsividad. Para llegar a acuerdos se necesita tranquilidad.
Aunque en esta etapa parezca distante o reservado, el adolescente sigue necesitando una figura adulta cercana y disponible, igual que cuando era niño. Por eso es fundamental que perciba, a diario, señales de afecto, palabras que le recuerden que es querido y gestos que le transmitan que están a su lado sin condición. En medio de la vorágine de cambios que experimenta, necesita contar con un adulto que le brinde calma, seguridad y una presencia constante, capaz de sostenerlo con amor, paciencia y confianza en su proceso.
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