Los beneficios (no solo físicos) de que un niño aprenda a montar en bicicleta
Además de ser una actividad saludable, ir en bici es un modo de que los más pequeños desarrollen su sentido de la coordinación o la percepción espacial. También es un buen plan en familia que genera recuerdos y les da mayor libertad y autonomía
A pocos días de que los niños comiencen las vacaciones de verano, llega la necesidad de planificar qué hacer en ese tiempo tan largo de ocio. Y una de las actividades estrella puede ser la bicicleta, un deporte que va más allá del mero ejercicio y que cumple tres objetivos fundamentales: estar en familia, es saludable y genera buenos recuerdos. Ya lo decía la famosa obra de teatro, y posterior película, Las bicicletas son para el verano. ¿Quién no recuerda sus primeros avances sin los ruedines? ¿Y esas escapadas en las tardes de verano en el pueblo o en la playa? ¿Por qué la bicicleta sigue siendo algo que atrapa a los niños?
Manuel Antonio Fernández, más conocido como El Neuropediatra, recuerda que la famosa frase mens sana in corpore sano, cuando se habla de los niños, no solo es una realidad sino algo fundamental, porque la actividad física es un factor determinante en su desarrollo físico, mental, social y emocional. “El uso de bicicleta en concreto puede ser una actividad física altamente recomendable y beneficiosa para los más pequeños”, asegura. “Cuando aún no tienen equilibrio ni fuerza suficiente para mover una bicicleta normal, los famosos correpasillos, bicicletas y triciclos sin pedales son una magnífica opción para que puedan ir desarrollando su sentido de la coordinación, la percepción espacial, el control de su movimiento en el espacio con relación a la velocidad y, según la física cuántica, aunque pueda sonar un poco pedante, también una mejor percepción del tiempo”, prosigue el experto.
A nivel puramente físico, lanza Fernández, es importante recordar que uno de los factores estimulantes del crecimiento más significativo es la presión de alta intensidad, intermitente y perpendicular a los cartílagos de crecimiento: “Es decir, correr, saltar y empujarse en uno de estos chismes también favorece su desarrollo en altura”. El neuropediatra explica que, conforme los niños se van desarrollando, los triciclos con pedales o las bicicletas con ruedines son un magnífico paso intermedio: “Estos pesan más, permiten que el menor vaya adquiriendo el engrama mental del pedaleo y es un paso adelante más en el desarrollo muscular, acompañado de un acercamiento a la experiencia de la bicicleta que va minimizando los miedos a la velocidad, a las caídas…”. Todo esto sin olvidar, dice, que un mayor alcance en su desplazamiento les hace percibir mayor libertad y autonomía: “Especialmente cuando se comparte la actividad con los adultos o con otros compañeros y amigos”.
Cuando se da el siguiente paso, es decir, cuando se pasa a la bici sin ruedines, como hay que tener una capacidad de equilibrio mayor la necesidad de pedaleo también se incrementa, por lo que se requiere una mayor masa muscular, hay que hacer más fuerza para no caerse: “El proceso de coordinación necesario para simultanear el pedaleo con el equilibrio, el mantenimiento de la vista al frente y los cambios de dirección con el manillar son pasos aparentemente sencillos vistos desde fuera, pero increíblemente complicados a nivel neurológico”. “Desarrollar todo esto satisfactoriamente es un reto que, una vez alcanzado, supone una percepción extremadamente positiva de uno mismo, así como de admiración por el entorno, ya se trate de los padres, otros familiares o los propios iguales”. Además, según agrega Fernández, montar en bici permite la realización de actividad en grupo, en familia, el desarrollo de nuevas experiencias, la percepción de nuevas sensaciones, el contacto con la naturaleza y la actividad física al aire libre.
El neuropediatra cree que todos estos son factores claramente positivos para niños y adolescentes, pero, además, permite crear unos hábitos saludables: el del ejercicio, el del esfuerzo, el de la superación de retos y obstáculos: “Aspectos, que no solo benefician al desarrollo físico, sino también al psíquico”.
La edad ideal para que un niño comience a montar en bicicleta es muy variada, ya que va a depender de su desarrollo psicomotor, y eso puede ser muy diferente en cada caso. “Seremos los adultos quienes podamos evaluar su madurez y quienes les incentivemos para que se desarrollen de la mejor forma posible”, añade Fernández. El neuropediatra explica que de los 2 a 4 años el niño puede comenzar a usar andadores o bicicletas de iniciación. A los 4-5 años ya ha podido desarrollar el equilibrio suficiente para dar sus primeras pedaladas: “Y es ahí cuando podemos empezar a ver los primeros progresos”. “Y, sin duda, si nosotros tenemos una actitud proactiva seguro que generamos esa curiosidad en nuestros hijos. Pero en el caso de que no se sienta seguro y queramos correr más de la cuenta, estaremos generando el efecto contrario hasta tal punto que rechace la actividad”, subraya.
¿Qué tipo de bicicleta hay que mirar cuando es la primera?
Existen soluciones adaptadas para todas las edades, y cada marca tiene una guía detallada para cada una de las edades con el objetivo de que los padres sepan cómo elegir la mejor bicicleta, siempre teniendo en cuenta que son datos orientativos sujetos al percentil, según informa Julio Domínguez, consejero delegado de Bicihack, una plataforma para elegir todo tipo de bicicletas en el mercado. “La mejor guía de todas, en esa primera bicicleta para el aprendizaje, es que el niño pueda apoyar completamente la planta del pie en el suelo una vez que está sentado en el sillín”, detalla Domínguez. Y señala que cuando ya se haya aprendido a pedalear, se podrá colocar entonces el sillín a la altura correcta para poder ejecutar con mayor soltura el pedaleo. Además, según agrega, a la hora de decidirse por el modelo a comprar es importante que los padres tengan en cuenta el tamaño de la bici, que el peso sea manejable y que los frenos se adapten en forma y dureza: “Todo esto es básico para encontrar la opción ideal y realmente disfrutar”.
“Si lo que queremos es acompañar a nuestros hijos con las bicicletas y no tenemos una, es importante que antes de nada nos respondamos a preguntas como para qué la vamos a usar, dónde la vamos a utilizar y con qué frecuencia”, continúa Domínguez, “una vez tengamos claro las respuestas ya sabremos qué tipo buscar y qué nivel de exigencia y durabilidad”.
Domínguez recuerda que hoy existen dos tipos de bicicletas que están en pleno auge, las denominadas como gravel y las urbanas de tipo plegable: “Las primeras se han erigido como la solución híbrida para aquellos que quieran hacer tanto trayectos de carretera como de montaña. Por otro lado, tenemos esta versión de bicicletas urbanas, una opción para aquellos que se desplazan a diario al trabajo y combinan con transporte público o buscan algo muy manejable”. Para él, lo más importante es sentir que todos tienen la bicicleta adecuada y que sea un vehículo para practicar tiempo en familia: “Y que genere esa felicidad que siempre aporta hacer deporte al aire libre, y más cuando eres pequeño”.
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