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Típico de hermanos: rivalidad y celos entre Guillermo y Enrique de Inglaterra

La competencia es muy normal, pero en el caso de los hijos de Carlos III esta se ve agravada porque el menor siempre será, de manera literal, el príncipe destronado y el eterno segundón, el del banquillo, el que espera por si el otro falla

Guillermo y Enrique de Inglaterra
El príncipe Guillermo de Inglaterra, en primer término, y Enrique de Inglaterra siguen el coche fúnebre de Isabel II hacia la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor el 19 de septiembre de 2022.Jon Super (Getty Images)

La familia real inglesa siempre ha sido una gran fuente de titulares desde que existe la prensa. Fenómenos como Lady Di o la propia Isabel II han generado inmensa expectación y lecturas aseguradas. El halo de misterio que siempre han desprendido viene en medida motivado porque también se sabe que son personas normales que tienen sus sentimientos, celos, envidias, amores y desamores, frustraciones y todo lo que rodea a la vida de cualquier ser humano.

No es la primera vez que la monarquía inglesa está en el foco de atención de todos, ni tampoco es la única que dos hermanos están enfrentados, pero sí sucede algo que es diferente a las anteriores veces: que la prensa es ahora más dinámica y están las redes sociales, pero, sobre todo, lo que diferencia a esta ocasión con las anteriores, es el documental que Enrique y Meghan han grabado y que se ha emitido a nivel mundial con cerca de 90 millones de personas que ya lo han visto. Rencor, celos, rivalidad, reproches… la serie muestra la verdad de los sentimientos de la pareja y desvela algo que se sabía, pero no con tanta crudeza: los celos de Enrique hacia su hermano mayor Guillermo.

“La rivalidad entre hermanos es un proceso natural”, explica Lucía Torres, psicoterapeuta y psiquiatra y experta en adolescencia. Según expone la experta, esta proporciona un escenario en el que el niño comienza a ensayar cómo se va a desenvolver en el mundo y qué lugar va a ocupar en el mismo: “Las relaciones de la adolescencia se empiezan a gestar en la infancia y, depende de cómo se haya elaborado ese proceso (o negado, juzgado o reprimido) mantendrá el tipo de relación que el adolescente mantenga, no solo con su hermano, sino incluso con muchos de sus iguales”.

El primogénito sentirá celos y hostilidad hacia el bebé recién llegado, aunque en ocasiones no lo manifieste. “Son sentimientos normales que el niño podrá integrar si en su entorno se le da a entender que son sentimientos permitidos. Es posible que el hijo mayor se plantee por qué sus papás han querido traer a otro hijo con preguntas como: ¿Es que yo no les era suficiente como hijo?, o que aparezca el temor a que el nuevo miembro de la familia llegue a ocupar un lugar más relevante que el suyo”, explica Torres. Según la experta, estos sentimientos coexisten con la expectación, la curiosidad, el afecto y el cariño hacia el nuevo hermanito, y esta mezcla de sentimientos es lo que convierte la relación entre hermanos en un espacio privilegiado para crecer y madurar como persona: “Además, en el caso de Guillermo y Enrique de Inglaterra existe una rivalidad innata entre ellos porque uno es el heredero al trono y para eso es educado y preparado y el otro es el eterno suplente por si el primero falla”.

¿Y cómo consiguen los padres transmitir el mensaje de que los celos son sentimientos permitidos? Para la experta en psicología, ante preguntas tan frecuentes de los niños como: “¿Podemos devolver a la hermanita al hospital?”; lo mejor es: “Hay que dar respuestas reales como, por ejemplo, que no la podemos devolver porque la queremos tanto como a él y que a él no le dejaríamos allí tampoco. En vez de recriminarle, diciéndole cosas como: ‘cómo puedes decir eso o eso no se puede ni pensar’. La verdad les da a entender que se puede hablar del proceso interno que están librando y que son tan queridos como sus iguales”.

Nunca faltan razones para observar celosamente las relaciones de los padres con los hermanos, no importa el lugar que se ocupe en la fratría. “En el caso de los primogénitos está el temor a que los progenitores quieran más al pequeño porque es el que más protección necesita. Y el pequeño teme que los padres quieran más al mayor porque es el que demuestra más destreza en todo”, explica Torres. Cuando el niño entre en la adolescencia y se vuelva a encontrar en un escenario de cambio e incertidumbre con respecto a su lugar en la sociedad, los celos e inseguridades pueden repuntar de nuevo hacia sus iguales. Sin embargo, “si el adolescente es capaz de entender que son emociones lícitas y que se pueden elaborar sin actuar dañinamente, logrará resolver esta etapa con la seguridad de que no necesita serlo “todo” (ni lo es) para tener un lugar único en el mundo”, añade.

“Cuando falleció Lady Di, sus hijos Enrique y Guillermo tenían 12 y 15 años respectivamente. Ambos tienen todos los elementos que favorecen la rivalidad entre hermanos: son del mismo sexo, se llevan menos de cinco años, y viven en un ambiente familiar donde la competitividad es un valor (comenzando por la línea de sucesión a la Corona). En las familias reales, los príncipes destronados lo son literalmente”, argumenta Mercedes Gil, pedagoga y directora del colegio British Montessori.

Desde un punto de vista evolutivo, los celos entre hermanos son de lo más normal. “Cuando nace un hermano, instintivamente se inicia una lucha por los recursos y la atención, una competición por lo que la rivalidad y las peleas entre ellos serán inevitables, siendo parte del proceso de desarrollo”, explica Gil. Para la experta, el objetivo de padres y madres es ver como se puede hacer esta situación manejable: “Si poseen las herramientas para gestionarlo, recomendaría ir a un especialista, para así evitar conflictos que, si se enquistan en la infancia, pueden anticipar una adolescencia horrenda y luchas de adultos como en el caso de la familia real británica”.

Los progenitores deben de ser conscientes de que cada niño, cada persona, tiene unas necesidades concretas en un momento determinado: “En todo esto puede influir el orden de nacimiento y la propia personalidad. Pero también de las circunstancias y el momento de desarrollo del individuo”. Para Gil no se puede tratar igual a un niño de seis años que a uno de 12. “Parece obvio, pero a menudo los progenitores podemos confundirnos por intentar dar un trato justo a todos los hijos por igual. Justo no significa equitativo. Es necesario observar, tener en cuenta las necesidades, y apreciar sus talentos y características únicas, para tratarles con justicia”, asegura la experta.

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