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Cooperación y ayuda mutua: educar para la paz a los niños en tiempos de guerra

Es necesario dar a los más pequeños la posibilidad de aprovechar todas las oportunidades que tienen para aprender ayudándose mutuamente, según las expertas

Unos niños portan un cartel por la paz en la suelta de globos de Bilbao en 2019.
Unos niños portan un cartel por la paz en la suelta de globos de Bilbao en 2019.LUIS ALBERTO GARCÍA

La educación para la paz pone de relevancia la forma de interpretar las relaciones sociales y la forma de resolver los conflictos. El desarrollo de capacidades como la comunicación, el diálogo y la cooperación son básicas para la convivencia y para favorecer los mecanismos de resolución de problemas centrados en el respeto y el diálogo. Ahora bien, si los niños hacen lo que ven, y la televisión y los videojuegos están inundados de agresividad y violencia, puede que las criaturas interioricen que, como en el mundo animal, solo el más fuerte es el que sobrevive. Les mostramos (o les dejamos ver) la lucha hostil del ser más fuerte, y luego pretendemos que sean educados y pacíficos. La confusión está servida.

La psicóloga y orientadora Natalia Redondo habla sobre la importancia (más que nunca) de educar para la paz: “Nos permite analizar de manera crítica la realidad y la percepción de los conflictos a los que nos enfrentamos en nuestro día a día”. Redondo afirma que los conflictos son hechos naturales y permanentes en nuestra vida, así que “como no podemos eliminarlos, tenemos que aprender a resolverlos de forma constructiva y pacífica, evitando las agresiones y conductas violentas”. Para ello, afirma, hay que trabajar la percepción que tenemos tanto del origen como de la evolución del conflicto, aplicar una perspectiva creativa que nos aleje de la violencia y nos permita el desarrollo de una competencia personal y social basada en los valores para la paz.

Algunos valores que propone como fundamentales son la justicia, la toma de decisiones, el desarrollo de la autonomía personal, la cooperación y la solidaridad. “Son aquellos valores que buscan la participación en la construcción de la paz a través de acciones útiles en la sociedad”, asegura. Así que educar en el pacifismo conlleva, en lugar de enfatizar la competencia, el individualismo y la democracia, enfatizar y poner especial atención en la relación respetuosa con el otro. Para la psicóloga, la familia tiene un papel relevante en la educación para la paz, ya que considera que en el hogar se sientan las bases para una convivencia pacífica. Es en casa, donde se fomenta el respeto, se desarrollan habilidades y capacidades necesarias para comunicarse. “Los niños aprenden observando a sus madres y padres, así que ser ejemplo de cómo resolver conflictos y cómo afrontar situaciones es la mejor forma de enseñarles”, dice.

Nora Rodríguez es consultora independiente para la ONU Migraciones y ha escrito Educar Para La Paz: La Neurociencia de la Felicidad Responsable (Kairos, 2019). Rodríguez explica la importancia de mostrar a los niños cómo animales y personas conviven y se ayudan mutuamente. Las criaturas necesitan ejemplos de la otra cara no violenta del mundo. Es por eso que, según Rodríguez, es sano explicarles que “los animales que adquieren hábitos de ayuda mutua son indudablemente más aptos, ya que tienen más oportunidades de sobrevivir como grupo porque alcanzan el más alto desarrollo de organización corporal”. La antropóloga y primatóloga Sarah B. Hrdy, profesora de la Universidad de California, ha investigado y comprobado cómo en comunidades de primates y humanas nómadas, los bebés con más conexiones sociales también tienen más altas tasas de supervivencia.

La escritora pacifista invita a las familias a observar la naturaleza y que esta les susurre al oído: “¡No compitas todo el tiempo, tienes muchos recursos para evitarlo y sobrevivir!”. Asegura que las hormigas se asocian en nidos y naciones, y acopian provisiones para evitar la competencia. “También las aves migran en grupo, tanto para emprender largos viajes como viajes cortos, y evitan así la competencia”. Algunas especies de roedores se echan a dormir, mientras que otros roedores almacenan comida para el invierno (se cuidan los unos a los otros), y se reúnen en grandes aldeas para obtener la protección necesaria mientras trabajan. Otro buen ejemplo para nuestras criaturas es el caso de los búfalos, que cruzan en grupo un inmenso continente a fin de hallar comida en abundancia para todos. Pensar en colectivo es trabajar por la paz.

Para Rodríguez, la clave está en la “felicidad responsable”, que significa dejar de lado el impulso por hacer aquello “que me da placer inmediato” y, en su lugar, poner en marcha las aptitudes propias del cerebro social. Cuenta: “Los seres humanos somos básicamente seres sociales y emocionales, y somos la única especie que enseña a la descendencia a ser felices, lo que significa que evolutivamente necesitamos enseñarles a reflexionar como especie”. La experta invita a “en lugar de enseñar que para sobrevivir hay que ser el más fuerte o el más listo”, se debería enseñar que se puede ser “el más creativo, el más integrador, el más bailarín, el más músico, el más amante de la geometría, el más pintor y el más amable”.

Educar para la paz es, por lo tanto, enseñarles que compartimos una sola atmósfera y respiramos el mismo oxígeno con todos los seres vivos de este planeta. La nueva educación necesita reflexionar sobre esto”, afirma. Para la experta en migraciones y paz existe una estrechísima relación entre educar para la paz y educar en la felicidad responsable. “Es necesario dar a los niños la posibilidad de aprovechar todas las oportunidades que tienen para aprender ayudándose mutuamente”. He ahí parte de la felicidad responsable, he ahí la educación para la paz.

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