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Laura Cuesta, educadora digital: “El primer móvil de un niño no debe ser de alta gama y tiene que saber que no es un regalo”

La profesora de Comunicación, Marketing Digital y Medios Sociales recomienda esperar lo máximo posible para dar al menor su primer móvil y hablar con ellos a edades tempranas de los beneficios y peligros que conlleva la tecnología

Laura Cuesta
Laura Cuesta Cano, profesora de Comunicación, Marketing Digital y Medios Sociales.JAVIER ARIAS

Cómo afrontar y gestionar el tiempo que los menores pasan frente a las pantallas es una tarea con la que las familias se encuentran a diario. Pero una relación sana con las tecnologías en el ámbito del hogar es posible. Así lo explica en Crecer con pantallas (Amat editorial, 2023) Laura Cuesta Cano (Madrid, 47 años), profesora de Comunicación, Marketing Digital y Medios Sociales en la Universidad Camilo José Cela y educadora digital a través de la web Educación Digital para familias. Un manual útil y lleno de recomendaciones para abordar el uso de la tecnología sin miedos y de forma segura.

“Nosotros somos el mejor control parental para nuestros hijos, porque explicamos los beneficios y los riesgos de usar la tecnología”, asegura Cuesta, que también deja claro que los límites son necesarios, pero que no hay que centrarse tanto en el número de horas sino en el contenido de lo que ven. “Hay que saber qué les gusta y qué les interesa para prevenir riesgos y crear esa confianza para ser los primeros referentes cuando les pase algo”, asegura.

PREGUNTA. ¿Cuándo hay que darle a un menor su primer móvil propio?

RESPUESTA. Cada familia es un mundo con sus propias necesidades. Lo que tenemos que tener bien claro es, por una parte, cómo de preparado está el niño o la niña. Si en el día a día ya nos cuesta que el menor sea responsable para hacer los deberes o ayudarnos en las tareas domésticas, meternos en una batalla más a lo mejor no nos compensa y lo podemos retrasar un poco. Y también, por supuesto, si estamos preparados nosotros, porque requiere una implicación de la familia de acompañamiento, supervisión y orientación. Tenemos que educarlos y formarlos, no es darles el móvil y ya. Pero lo que sí te puedo decir es que dar un móvil a un menor con siete, ocho o nueve años lo considero demasiado temprano porque a esas edades no se puede tener una responsabilidad de una herramienta como es un móvil.

P. ¿Y cómo debe ser ese primer móvil?

R. No tiene por qué ser un smartphone con conexión a internet. Esos primeros móviles pueden ser simplemente un móvil para llamarlos, para poder localizarlos y nada más. Tienen que ser sencillos, manejables para ellos y, según vayan creciendo y vayan aprendiendo, iremos viendo. Y jamás tienen que tener una tarifa ilimitada de datos porque entonces ellos nunca van a aprender el autocontrol. También es recomendable que no entiendan el móvil como un regalo, que no tengan un móvil de primera gama y que sea el regalo de Navidad o de una comunión. Puede ser el móvil que van heredando porque a nosotros se nos queda más obsoleto y lo utilicen. Que ellos entiendan que es una herramienta, no es un juguete y no juguemos con los premios y regalos con esa tecnología.

P. ¿Cómo deben las familias acercarse a la tecnología y aprender con los hijos?

R. Pese a los titulares alarmistas que tenemos todos los días que no ayudan en nada, la mejor opción es normalizar el uso de la tecnología en casa sin miedos. Vivimos en una sociedad digital en la que los adultos usamos tecnología todos los días y a todas horas. Eso lo ven nuestros hijos, por lo tanto, tenemos que normalizar ese empleo que van a tener ellos de la tecnología en casa. Siempre aconsejo que comencemos a hablarles de su utilización mucho antes de que tengan esos primeros dispositivos. Hablarles de lo bueno que tiene y va a tener y no reducir el concepto de tecnología a móvil, Instagram, TikTok y videojuegos porque tecnología es muchísimo más. Pero también hablar de riesgos.

P. ¿Los límites es algo que hay tomarse muy en serio?

R. Las normas y límites son claves en el entorno de la tecnología. Cuando damos esos primeros dispositivos, ya sea una tablet en edades tempranas o esos primeros móviles o videojuegos, hay que establecer unas normas de uso. Hay familias que deciden dejar esa parte recreativa para el fin de semana, otras que, una vez que se completen las tareas y deberes, dejan un rato todos los días porque también es una manera de ocio digital. Tenemos que conocer cómo son nuestros hijos y adolescentes y a quién puede afectarle más o menos. Y más que centrarnos en el número de horas, lo importante es pensar en qué contenido están consumiendo con la tecnología. Pero para eso tenemos que estar ahí. Establecer esa confianza con ellos para saber qué les gusta, a quién siguen o por qué están en esa red social para prevenir que les pase algo. Pero que no sea en ningún momento espiar a nuestros hijos. Nunca podremos evitar al 100% los riesgos, como tampoco que cuando van al parque se caigan o se hagan daño. Pero sí podemos intentar disminuir los riesgos, prevenirlos y, sobre todo, estar cerca e intentar ser esos primeros referentes para que vengan a nosotros cuando les pase algo porque somos los que podemos aportar la mejor solución.

P. Si un menor de 10 años quiere ver TikTok, ¿qué le decimos?

R. Yo soy muy radical con eso: no tienes edad. Las redes sociales son para mayores de 13 años, de hecho TikTok lo deja bien claro, por tanto, todos los contenidos que se va a encontrar el menor no son para él. No tiene edad ni para tener perfil ni para ver los contenidos que hay en esa red social. Mi respuesta es muy clara. Algún padre o madre me hace esa pregunta y me dice que el menor no se ha abierto perfil, que lo ve desde la cuenta de alguno de los padres, sin registrarse. Eso aumenta los riesgos porque, al no registrase con la cuenta de un menor, tiene abiertos todos los contenidos inapropiados que hay para los niños, con lo cual es muchísimo más peligroso. Tenemos que ser conscientes nosotros, los adultos, de cuáles son los riesgos que hay en la red porque sí que los hay.

P. ¿Los videojuegos son malos o no?

R. El videojuego de por sí es algo lúdico y puede ser beneficioso, de hecho, sabemos que funcionan muy bien para algunos niños y niñas con discapacidad. Por una parte, hay que tener en cuenta que nunca se pase del uso al abuso, es decir, que cuando sea un uso meramente recreativo puedan disfrutar del videojuego. Por otra parte, saber bien el código PEGI, que es una recomendación. Si el videojuego es adecuado a la edad de mi hijo o hija por los contenidos que tenga en cuanto a violencia, sexo, drogas… Y luego también tenemos que saber cómo es el juego, ya no porque tengan violencia o no violencia, sino porque tengan elementos que puedan ser más perjudiciales. Por ejemplo, todos los videojuegos que tienen chats en línea. Hay que prevenir a nuestros hijos y advertirles que no pueden contactar con personas que no conocen porque nunca sabemos quién va a estar detrás de la pantalla. Y luego, también, los micropagos o las cajas botín como los sobres del FIFA. Explicarles que comprar continuamente sobres les engancha de tal manera que puede ser un problema a nivel gasto y a nivel emocional.

P. ¿Cómo se hace un buen empleo del control parental sin espiar?

R. El control parental no es para espiarles, sino para tener un control de su actividad en el entorno digital y poder poner limitaciones en cada una de las aplicaciones. O limitaciones horarias, por ejemplo, si no queremos ser los malos y estar todo el rato diciendo que apaguen la tablet o el móvil. También sirven para geolocalizarlos y saber dónde están si pasa algo. Lo que no puedo saber nunca, con ningún control parental, es el contenido de los mensajes o chats en ninguna aplicación. Lo que siempre es recomendable, si se va a usar un control parental, es configurarlo con ellos. Que tanto nuestros hijos como la familia, entiendan que esto es para el bienestar de ambos, pero de los menores sobre todo, para prevenir los riesgos. Nosotros somos el mejor control parental para nuestros hijos porque les explicamos las cosas. Y no hay que espiarles porque ahí se rompe la confianza.

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