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Harry Pater
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘¡Ordenar con Marie Kondo!’: Ya no cabemos con tantos juguetes

El confinamiento nos obligó a estar mucho en casa y nos demostró que podríamos desfragmentar el disco duro de nuestro hogar. Porque a la que eres padre no solo acumulas tus cosas, también las de tus descendientes.

ordenar juguetes
Si no tiras los juguetes de tus hijos, vendrá Marie Kondo y te pegará con un cubo de basura.

Marie Kondo se hizo famosa con un manual para ordenar y reducir los trastos de casa a lo imprescindible, y regalar o tirar lo accesorio después de agradecer su servicio. (Lo irónico es que precisamente se ha hecho rica con un libro, pero te dice que en tu casa con 30 libros basta).

Como friki coleccionista, con una biblioteca enorme y vitrinas llenas de juguetes, Marie Kondo me cae mal. Pero los meses de confinamiento que nos chupamos nos obligaron a estar mucho en casa y nos demostraron que podríamos desfragmentar el disco duro de nuestro hogar. Porque a la que eres padre no solo acumulas tu mierda, también la de tus descendientes.

En primer lugar, tenemos todo lo que decidimos guardar nosotros, por nostalgia y simbolismo. Los trabajos escolares de la niña (su primer dibujo, la primera vez que escribió su nombre, la primera vez que se entendió que escribía su nombre…) son obligatorios. Al menos, hasta que llegó el hermano, que el museo se está ampliando demasiado rápido con los pongos. (También podemos ceder las obras a exposiciones temporales en casa de los abuelos, o redistribuir las manualidades a medida que lleguen.)

Después tenemos lo que guardamos de manera práctica, por si lo reutilizaremos con hermanos, primos y amigos.

Y por último, tenemos lo que guardan nuestras criaturas, por amor o por simple gusto de acumulación.

Entonces, toca nominar para expulsar de la academia. Lo que más dudas crea (entre la pareja, pero también con los niños) son los regalos.

¿Un juguete de reyes vale más que uno de cumpleaños? ¿Uno comprado por los abuelos supera a uno comprado por nosotros? ¿Nos deshacemos primero de los que más espacio ocupan o de los típicos peluches a los que no hacen caso?

Y lo más duro: ¿esto lo negocias con los críos o los toystories se esfuman por la noche cabalgando hacia el horizonte sin despedirse?

El concepto espacial de un niño es distinto al de sus padres estresados porque no paran de tropezarse con juguetes. Para ellos la respuesta fácil es: “Lo quiero guardar todo, pero ordénalo tú”.

Egoístamente, en pisos finitos que no crecen solos, cuanto más controladas estén las posesiones de los niños, más espacio sigue habiendo para los adultos. Pero como coleccionista que compra en tiendas especializadas los juguetes de la infancia de otros, que sus padres o ellos mismos tiraron, me duele no conservarlo todo. ¿Y si dentro de 30 años La patrulla canina sigue siendo su referente de la infancia y no pueden jugar con sus cachorros de plástico? ¿Es que solo nuestros juguetes provocan nostalgia y tienen que ser preservados? ¿Les privaremos de ese momento mágico de abrir un altillo y encontrar allí sus tesoros?

Sea como sea, después del estrés juzgador, ordenar y liberarnos de lo prescindible al final nos relaja. Así que ánimos con la limpieza y, ya puestos, empezad tirando el libro de Marie Kondo.

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