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Los animales amigos de los niños y protagonistas de los cuentos

Bestias y bichos son fuente de motivación y su uso como recurso de ficción y educativo tiene una serie de beneficios constatados

La interacción del niño con los animales promueve tanto el desarrollo cognitivo como emocional, a través de estas vivencias construye su pensamiento y conocimiento.
La interacción del niño con los animales promueve tanto el desarrollo cognitivo como emocional, a través de estas vivencias construye su pensamiento y conocimiento.pexels

El elefante tenía la trompa muy muy muy larga. Más larga de lo normal. A sus compañeros de la sábana les venía de fantasía. Con la supertrompa ayudaba al anciano mono a subir al árbol, acunaba al antílope sirviendo la trompa de hamaca o hacía de tendedero para que las rayas de la cebra se secaran. Solo el hipopótamo se reía y burlaba del elefante, hasta que, un día, el hipopótamo bebé se cayó al lago y estuvo a punto de ser comido por los cocodrilos. Menos mal que el elefante no tenía una trompa normal y pudo desde lejos salvar al pequeño hipo. Esto no es normal es un cuento de Mar Pavón publicado por la editorial NubeOcho que nos habla de respetar a los diferentes, de no reírse de nadie y de que lo que es considerado normal es muy relativo.

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Luis Amavisca es editor de NubeOcho y autor de La perra, la cerda, la zorra y la loba, genial cuento sobre la falta de animales femeninos en este género, que nos cuenta: “La aparición de los animales en la literatura infantil es algo que proviene de la tradición. Ya desde las fábulas de Esopo los encontramos. A los niños les gustan los animales, y verlos hablando y como protagonistas de historias es algo que les entusiasma. Son muchos aspectos los que llaman la atención a los peques y, dependiendo de su edad, una cosa u otra. Por ejemplo, primero el tamaño (el muy grande y el muy pequeño), el color y luego sus atributos: poder volar, correr mucho, dormir todo el invierno”. La ciudad de los animales de Joan Negrescolor, editado por Zahorí Books, es una maravilla colorida en la que una niña de ciudad le cuenta cuentos a sus amigos animales. Ellos se amontonan como si fueran niños esperando cuentos de animales, solo que aquí son ellos los que escuchan historias de niños.

Los animales son fuente de motivación y su uso como recurso de ficción y educativo tiene una serie de beneficios constatados. Fernanda Tomalá es educadora infantil con máster en biología de la conservación, originaria de las Islas Galápagos con muchos años de experiencia en la Fundacion Charles Darwin en Galápagos y en el Zoo Aquarium de Madrid: “Los niños tienen una capacidad innata de empatizar con los animales y, al no estar condicionados, pueden captar el mundo que les rodea de la manera más intuitiva posible. Por otro lado, los animales son muy sensibles y suelen reaccionar hacia los diferentes estados de ánimo, ayudando a aliviar el estrés y malos ratos en los niños. Los niños al relacionarse con otros seres aprenden sobre sí mismos y de algún modo se sienten identificados con ellos de manera natural”.

Prosigue: “La interacción del niño con los animales promueve tanto el desarrollo cognitivo como emocional, a través de estas vivencias construye su pensamiento y conocimiento. Este aprendizaje significativo es el que le va a permitir conocer, analizar y valorar el mundo que le rodea. Dependiendo de la etapa, gracias a este contacto, los niños pueden desarrollar diferentes competencias básicas: de carácter matemático (cantidades y tamaños), lingüística (incremento de vocabulario, expresión oral y escrita), social (desarrollo de valores), o de la autonomía diaria (higiene, alimentación)”. Tomalá señala que “el aprendizaje puede venir de parte de los sonidos emitidos, las texturas (pieles, escamas, huesos, plumas), el tipo de reproducción o alimentación que tienen o cómo se relacionan entre sí y con el medio”. La educadora infantil cree que el conocimiento de otros seres vivos promueve la necesidad de cuidado. “La importancia de conocer animales es el de desarrollar la sensibilidad y tolerancia, que se reflejan en el respeto y amor hacia los demás y hacia lo que le rodea. Además, tiene una gran variedad de beneficios: desarrollan la responsabilidad, el cuidado les beneficia en la autoestima y la estabilidad emocional. Favorece desarrollos cognitivos”. Es por ello que muchos animales como perros, gatos, caballos o delfines ayudan en terapias a personas de espectro autista o con diferentes capacidades.

Teresa Duran es autora de la maravillosa antología de cuentos tradicionales 50 cuentos para entendernos mejor, editado por Edelvives: “Los animales nos van de maravilla para reflejar nuestros vicios y virtudes en ellos. En todas las culturas del mundo, y desde tiempos remotos, hemos atribuido a los animales unos comportamientos que permitían divulgar enseñanzas acerca de cómo debíamos actuar, o no, en determinadas ocasiones. Es decir, en lo injusto y arbitrario que era el león que se queda con todo (Fábula de La parte del león), o en lo envidioso que era aquel sapo que quería ser tan inmenso como un buey (el sapo y el buey). Estas enseñanzas morales, se sumarán, ya en la Edad Media, con las compañías de teatro ambulante, unas comedias o farsas, en la que los actores, debidamente enmascarados, retrataban los vicios de la sociedad feudal. Así, tras la máscara del león, se aludía al rey; tras la del lobo, al alcalde o burgomaestre, siempre tan ambicioso y prepotente; tras la del oso, al militar, tan bruto; tras la del ratón o el conejo, o cualquier otro animalillo de poca monta, a los parias y desamparados. Y tras la máscara de la pícara zorra, estaban los anhelos del pueblo llano. Esto se ve muy claro en El llibre de les bèsties de Ramon Llull… y derivó posteriormente a la Comedia dell’Arte italiana, con Pantalone haciendo y llevando una máscara bastante lobuna, y un pícaro y achatado Arlequín supliendo las fechorías de la zorra”.

Los científicos nos aseguran que los animales de verdad no se comportan como los de los cuentos, pero la literatura popular ha disfrazado bajo una máscara de animal los comportamientos humanos. Según Teresa Duran se corría mucho más peligro si en medio de la plaza se decía que el alcalde era un tragón desalmado o el rey un mandamás prepotente que si lo que se decía era que “Había una vez un lobo hambriento que se comió tres cerditos…” o “Había una vez un león muy fiero al que todos debían obediencia…”.

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